miércoles, agosto 31, 2011

Historias de mujeres. Mujeres, familias, historias, de Ana María Lema Garrett



Historias de mujeres. Mujeres, familias, historias.
Ana María Lema Garrett, compiladora. Santa Cruz, El País, 2011


Este libro, publicado por editorial El País, es resultado de un encuentro académico organizado por el Museo Nacional de Etnografía y Folklore de Sucre el 2011 sobre el tema: Mujeres, familias historias.

Como explica Marcela Inch Calvimonte, directora del Archivo Nacional, en la introducción al volumen compilado por la historiadora Ana María Lema, los diversos estudios no sólo proponen los “hechos heroicos protagonizados por heroínas sino que incorporar a la mujer en toda su dimensión, como sujeto y actora de la historia, con temas que van desde los amores secretos de una esclava negra con un indio arpista, al riguroso control religioso y moral de la mujer a fines de la Colonia, el papel de las mujeres cacicas en los primeros años de la República, las mujeres orientales en boca de los hombres de letras, su participación en las revoluciones y hasta en las guerrillas y su papel como profesionales”.

Así, en las páginas de este libro es posible leer, entre muchos otros, estudios históricos como “Las ardientes rivales de los trópicos”: algunas pistas sobre imaginarios europeos en torno a mujeres cruceñas en la literatura de viaje del siglo XIX, de Ana María Lema Garrett; o El largo camino de la “liberación del yugo marital al amparo de las leyes humanas”. Las relaciones de pareja en Bolivia en los años 1920-1930 de la historiadora Eugenia Bridikhina; o el estudio de Rosario Barahona Michel titulado Tres mujeres de palabra, palabra armada: una mirada a la participación femenina en la guerrilla de Teoponte, 1970.

Este volumen es, al mismo tiempo, una muestra del trabajo de historiadoras e historiadores de larga trayectoria y de las nuevas generaciones en un diálogo productivo en torno a un tema común: la presencia de las mujeres en la historia de Bolivia.



Fuente de la información :Periodico La Razón/La Paz


martes, agosto 30, 2011

Las películas de nuestras vidas (o cómo no presentar un libro)


Por: Sergio de la Zerda/La Ramona

Buenas noches para todos. Muy honrado me siento por esta inmerecida invitación de Andrés y Santiago para presentar hoy su libro. Invitación que hace que ocupe el sitio que días atrás tuvieron el cineasta Marcos Loayza y el crítico Pedro Susz, el que ahora ocupa la productora Alba Balderrama y en el que en una semana se instalará el historiador Carlos Mesa en La Paz. Todas admirables personalidades de nuestro cine, a las que apenas les llevo una ventaja: compartir una profunda amistad con los periodistas culturales que son autores de “Una cuestión de fe”.

Y es sobre esto que quiero hablar: de los inquebrantables lazos fraternales que, muy especialmente desde el cine, aunque también desde la literatura, la música, el fútbol y sobre todo la convivencia, se han convertido en más de 2.400 páginas de un suplemento y dos estudios de estos mis hermanos.

Desde este territorio íntimo, quiero contarles que un buen día de fines de los 90, cuando nuestra corta edad y hermosa ingenuidad nos hacía creer que podíamos cambiar el mundo, cuando nos poníamos poleras del Che, escuchábamos a Silvio Rodríguez y nuestra principal afición consistía en pintar grafitis y organizar reuniones dizque políticas, un buen día de esos con mis camaradas nos topamos con un singular extraño de pelo largo. Su tupida barba, sus lentes ray-ban, su cuidada gabardina y la amiga rubia o pelirroja que le acompañaba no daban lugar a dudas: era Brad Pitt. O por lo menos así le bautizamos, poco nos importó que se llamara Andrés Laguna y que sea en realidad trigueño, le quisimos desde el primer instante, pues con palabras mínimas nos hizo sentir que era cómplice de nuestra búsqueda. Una búsqueda que, en el afán de hallar una muestra del legado del Comandante Guevara, nos llevó a Vallegrande en octubre del 97. Fue allá que por sugerencia de nuestro Brad varios de nosotros vimos por vez primera la película que cambiaría nuestra percepción del cine nacional y del país en su conjunto, “La nación clandestina” de Jorge Sanjinés, piedra filosofal del cine boliviano en tiempos en que éste venía a cuentagotas. Imbuidos entonces por la metafísica del pequeño Woodstock de nuestra generación, fundamos unos meses después el Tercer Ojo. Al momento de escribir esto tuve a mano los once números de esa memorable aventura escrita que se publicaba los domingos. Vi ahí un homenaje a Don Quijote, la historia de los Beatles y los Rolling Stones, un cuadro de Guayasamín, un tributo a nuestros abuelos del Chaco, la tapa de un libro de Niezstche, unas historietas de Quino y hasta un poster del Wilstermann… vi tantos ladrillos de los que estamos hechos. Tales fueron los cimientos que permitieron que nuestra fraternal casa quede incólume, aún cuando el suplemento fue abruptamente censurado por el poder gubernamental o, más aún, cuando el Brad nos comunicó que tenía que dejarnos para irse a estudiar lejos y por mucho tiempo.

Contagiados para siempre de la condición de querer entender y transformar el estado de las cosas a partir de la cultura, y necesitados de algún sustento que nos permita hacerlo, no nos quedó de otra que entrar también a la universidad. En mi caso, lo que estaba al alcance era la Comunicación. Acá es donde entra el segundo personaje de esta historia, un ser que, por cuyo porte y lentes, cuando no por su pasión por la gran pantalla o por su a veces craso sentido del humor, bien podría hacerse pasar por Woody Allen.

Si de algo me puedo preciar es de tener un ojo clínico para los amigos. Los tengo de toda calaña y en mi lista nada más faltaba el no tan clásico corcho, ese que se pone entre ceja y ceja el objetivo de ser licenciado por excelencia, aunque sosteniendo algo de vida social. Así conocí a primero Santiago, luego Espinozo y actualmente Dengue. Me llevaron a él sus altísimas notas en las materias, en momentos en los que yo me creía dirigente universitario y me urgía un secretario académico para conformar la plancha de las elecciones venideras. No mucho más recuerdo de este tiempo, pues es proverbial la economía de palabras de nuestro querido Dengue, tan tímido para hablar como amarrete para prestar las películas de su -en esta ciudad y tal vez en otras del país-, inmejorable colección cinéfila. Lo que sí recuerdo es otro buen día ya de mediados de la pasada década, cuando en mi caso el trabajo ocupó el lugar de la universidad. La alegría me la produjo la llamada del Dengue, comunicándome su interés en realizar sus prácticas profesionales en mi medio laboral.

Acá comienza la tercera y final parte de este cuento. Eran ya otros tiempos, vivíamos los emocionantes prolegómenos de ver al primer presidente indígena que hacía carne de nuestra rebeldía, nuestra ingenuidad se hacía borrosa, pero la esperanza estaba intacta. Andrés recién había llegado a una nación ya no tan clandestina y juntamos entonces nuestros bríos para engendrar nuestro breve aporte a una patria preñada de cambio. Como pasó con su hermano mayor o menor, el Tercer Ojo, nuestra criatura nació también gracias a la generosidad de un casi secreto promotor de nuestros anhelos, Edwin Tapia Frontanilla.

El nombre de la RAMONA, fue ya una declaración de principios: Ramona es la camioneta en la que se embarcan tres compadres transportando una virgen a un perdido paraje nacional, de acuerdo a esa entrañable película de Loayza llamada justamente “Cuestión de fe”. Declaración de principios también fueron las primeras ocho páginas, conteniendo un homenaje doble y desde la tapa al ilustre escritor paraguayo y benemérito del Chaco, Augusto Roa Bastos, fallecido en nuestra semana de inicio, en mayo del 2005, a la vez que un tributo a uno de los patriarcas del cine moderno y autor de “Full metal Jacket”, Stanley Kubrick.

Y el resto es una historia ya por muchos de ustedes conocida. No tardó el Dengue en conocer al Brad y no tardaron ambos en compartir diálogos que fueron mi rica escuela del cine y de la vida. En lo primero, al Brad le debo por ejemplo una acertada dotación de los magistrales Hitchcock y Kurosawa, la pasión por lo que hace Tim Burton o una imprescindible guía para ver el cine argentino. Al Dengue debo agradecerle, por tan solo decir algo, esa lección del oficio periodístico denominada “Todos los nombres del presidente”, la contundencia de la expresión de Werner Herzog, lo exquisito de su alterego Woody, la divertidísima acidez de filmes como “Little Miss Sunshine”, por supuesto que también el “Eterno resplandor de una mente sin recuerdos” y su siempre devota y enciclopédica paciencia para informarme de cuanto hecho relevante sucede en el séptimo arte de Bolivia y el mundo.

Claro, no hay buen maestro sin alumno criticón. Pero claro, ¿qué podían esperar si además ustedes son hinchas del Bolívar y del Wilster, mientras yo del Tigre? Debo entonces decirte, Andrés, que jamás te perdonaré esas horas perdidas de la mano de tipos tan sosos como el Kusturica o el Kieslowski. Que cosas como “Dr. Strangelove” o “Bela Lugosi” no son más que monumentos al mal humor, y que debería estar prohibido, por razones de sanidad mental, hacer seudodocumentales de ese tal Roberto Dylan. Y a ti, Santiago, debo decirte que nunca hay que meterse tan a fondo con “La vida de los otros”, menos si esos otros son unos aburridos alemanes. Que mi gato con su cola hubiera hecho una mejor película que “The hurt locker”, que “Wall – e” es cursimente llorona y nada tiene que ver con la delicada dureza de “Up”, y que jamás de los jamases una teta asustada será mejor que el secreto de dos ojos.

Y ya no los puteo tanto porque ya los extraño. Ya extrañaba a los genios Javier y Luis Rodríguez, a la vivaz Adriana Campero, al transgresor Rodrigo Mita, a tanto buen compañero de nuestras palabras y vidas que tuvieron que irse.

Pero ustedes son mis hermanos y su cercana partida duele más. Había advertido al principio que este texto no iba servir como presentación de un libro. Que sirva pues esta adelantada nostalgia hecha tinta y voz para decirles que desde estos suelos, al menos mi mujer, mi wawita, yo y todos los acá presentes, seguiremos teniendo infinitas cuestiones de fe como para creer en ustedes.

Muchas gracias por escucharme.

-El cine, manifiestan, es el arte que más satisfacciones ha dado a Bolivia en términos de reconocimiento. ¿Por qué siguen siendo muy pocos los estudios al respecto?

Hubo un tiempo, entre los setenta y ochenta, en que los estudios sobre cine boliviano no eran pocos. Había gente de la talla de Carlos Mesa, Pedro Susz o Alfonso Gumucio produciendo sistemáticamente bibliografía al respecto. Es más, se decía que había más libros de cine boliviano que películas nacionales. Esta escasez de estudios es algo más propio de los últimos 25 años, lo que resulta paradójico, tratándose de uno de los periodos de mayores transformaciones y fertilidad del cine nacional, que ha dado obras de la magnitud histórica de La nación clandestina o Cuestión de fe. En todo caso, seguimos sin saber a cabalidad por qué los estudios sobre cine fueron desapareciendo. Pero podríamos especular un par de razones. Una sería que la generación de estudiosos del cine a la que hacíamos antes referencia, abandonó, parcial o totalmente, esta labor, y no hubo una generación de relevo que tomara la posta con la inmediatez necesaria. Otra tendría que ver con las inevitables dificultades –económicas, logísticas- para publicar investigaciones referidas al cine boliviano. Porque algunos trabajos, al menos en universidades y otros escenarios similares, sí hubo, pero no así el esfuerzo imprescindible para editarlos y ponerlos en circulación. Es un lugar común decir que no es fácil hacer libros en un país como Bolivia, pero no deja de ser una gran verdad.

-En El cine de la nación clandestina ya se refirieron a la producción cine boliviano de 1983 a 2008. ¿Qué se guardaron como para hacer un nuevo libro? ¿Tal vez la motivación partió del histórico 2009 en cuanto a producción?

Evidentemente, el 2009 fue un año extraordinario para el cine nacional, por el número récord de estrenos y la valía de varias de las obras lanzadas (Zona Sur, El Ascensor, La Chirola, Hospital Obrero), y claro que vimos que un nuevo libro nos permitiría incorporar datos y reflexiones al respecto. Sin embargo, la pretensión de Una cuestión de fe va más allá en la perspectiva de ser un estudio complementario al anterior libro. Además de ensanchar el periodo de estudio, este trabajo se distingue del anterior porque reúne datos sometidos a un ejercicio de actualización y revisión mucho más riguroso. Incorpora apartados introductorios para cada una de las tres décadas abordadas, en los que la revisión histórica no se reduce a la cinematografía boliviana, sino que se inserta en una descripción contextual mucho más amplia, con datos y reflexiones de índole política, social, económica, cultural y tecnológica. Así también, se permite un acompañamiento gráfico mucho más amplio y cuidado, que busca facilitar la identificación visual de las obras. Finalmente, y puede que éste sea su rasgo más novedoso y definitorio, se sirve de la crítica de algunas de las películas estrenadas entre 1980 y 2010 como una herramienta más de descripción, interpretación y valoración del cine boliviano contemporáneo.

Es que si en algo nos vimos limitados en El cine de la nación clandestina, fue en la posibilidad de poner en práctica un ejercicio más crítico y valorativo de las cintas bolivianas estrenadas entre 1983 y 2008. Un ejercicio que, evidentemente, hubiera redundado en una mayor profundización de las propuestas estéticas de los filmes. Esta limitación fue inevitable, pues comprendimos que, antes que lanzarnos a la mera valoración crítica, resultaba más urgente cubrir un vacío informativo, descriptivo y analítico de las condiciones de producción y de las apuestas temáticas del cine boliviano contemporáneo, eso que sería el análisis contextual. Reconocida esta limitación y habiendo intentado cubrir el vacío de análisis contextual en el primer libro, en Una cuestión de fe nos hemos jugado de lleno por la crítica de cine, entre otra cosas, porque consideramos que nos permitiría un acercamiento más exhaustivo a los abordajes narrativo, estéticos y discursivos, si no de todas las películas bolivianas producidas en los últimos 30 años, al menos de una gran parte. Esta opción habla de nuestro convencimiento de que la crítica cinematográfica es un registro privilegiado para mirar y evaluar el cine desde una perspectiva coyuntural, pero también en una mirada más histórica.

-¿Por qué la iniciativa de abordar el cine boliviano desde la crítica? ¿Por qué señalan a su vez que este último oficio es también una “cuestión de fe”?

Desde hace varios años, ambos practicamos la crítica de cine. De alguna forma, se ha convertido en un ejercicio que hace parte de nuestra vida cotidiana. Supongo que si hay algo mejor que ver una película, es escribir sobre ella. El ejercicio crítico implica una reescritura de la obra que se está “leyendo”, requiere tanto de rigor analítico, como de creatividad. En El cine de la nación clandestina nos evocamos a contextualizar, a identificar temáticas. Descuidamos la aproximación a las películas mismas, en especial, a las películas como singularidades. Lo que nos interesó fue reconstruir la historia del cine boliviano a través de lecturas de las singularidades que la componen. Respondiendo a tu segunda pregunta, creo que no se debe olvidar que “Fides”, la palabra latina para fe, implica además de la evidente “confianza”, una promesa, la palabra dada. Una cuestión de fe, es prometer algo, dar la palabra. Al escribir una crítica uno espera, confía en ser fiel a lo que ha visto, a lo que la obra le ha provocado. Cuando uno se dispone a escribir sobre algo debería prometer hacerlo con la mayor seriedad y compromiso. Es un ejercicio en el que se da la palabra, en el que se ofrece la palabra, a cambio de lo que se vio en una pantalla.

-¿Cuál sería un listado de las diez películas imprescindibles para conocer lo mejor del cine boliviano de los últimos 30 años?

Además de 10 largometrajes que consideramos imprescindibles, quisiéramos destacar tres cortometrajes igual de importantes para la cinematografía boliviana de las últimas tres décadas.

La nación clandestina. El séptimo largo de Jorge Sanjinés es el punto más alto de nuestra cinematografía, porque alcanza un equilibrio prodigioso entre fondo y forma, entre ética y estética. En ella encontramos la más lograda, cuando no la única, apuesta del cine boliviano por crear un lenguaje cinematográfico propio. Y desde luego, su planteamiento discursivo debe ser la más lúcida premonición del destino político y cultural que nos depararía nuestra historia, ese destino político y cultural que es hoy nuestro presente.

Cuestión de fe. La bellísima road movie de Marcos Loayza, muy probablemente, es lo mejor del célebre boom del ’95. Una cinta que logra equilibrar una propuesta estética exquisita, con un guión lleno de humor y repleto personajes entrañables. Una historia inolvidable, una banda sonora extraordinaria.

Mi Socio. La cinta de Paolo Agazzi abrió distintas sendas importantes. Es una de las comedias fundacionales del cine boliviano y fue una de las primeras películas post-Sanjinés que trató temas no directamente relacionados con lo político. Además, los protagónicos logran tener tal empatía, que merecieron ser rescatados por una campaña publicitaria, lo que es raro para Bolivia.

Zona Sur. El tercer largo de Juan Carlos Valdivia debe ser la cinta, discursiva y estéticamente, más audaz y lograda del cine boliviano de los últimos años. Es la obra culminante de la primera era del digital boliviano y, por si fuera poco, ensaya una lúcida lectura política de estos tiempos de cambio en el país.

Dependencia sexual. La ópera prima de Rodrigo Bellott es la auténtica bisagra del cine boliviano contemporáneo, puso sobre la mesa temas que en el país se mantenían como tabúes, experimentó con el digital y tuvo una propuesta estética arriesgada para nuestro medio. Fue polémica, propositiva y le abrió el camino a una nueva generación de realizadores.

Los viejos. A pesar de que la cinta de Martín Boulocq sea del 2011 y no haya sido tomada en cuenta en el libro, vale la pena mencionarla por lo que representa para el cine boliviano. Es una de las cintas más arriesgadas formalmente, es la primera película boliviana que se propone ser totalmente meditativa y observacional, su discurso se encuentra en su lenguaje visual.

Hospital Obrero. La opera prima de Germán Monje es una de las mejores cintas de 2009, lo que no es poco tratándose de un año que tuvo tantas obras memorables. Es una película muy paceña, pero apta también para no paceños, capaz de transmitir un cariño y una nostalgia por La Paz, por sus calles, por sus gentes, por sus formas de hablar y hasta por su fútbol. Y tiene una foto en blanco y negro bellísima y una banda sonora entrañable.

¿Quién mató a llamita blanca? El segundo largo de Rodrigo Bellott está muy lejos de ser una obra maestra, pero fue muy importante para el cine boliviano. Fue el último gran éxito comercial, fue una de las pocas películas que le interesaron al público masivo. Por otro lado llevó a su punto más alto ese vicio de la comedia nacional que es el humor de café concert. Sorprendentemente, es inmensamente influyente.

El ascensor. La opera prima de Tomás Bascopé es uno de los últimos milagros del cine boliviano En su aparente ausencia de pretensiones, revela un talento poco frecuente en el cine boliviano: el del humor. Es una estupenda comedia que, acertadamente, toma distancia de la onda complaciente del “cine en joda” boliviano, y reconoce la inteligencia del espectador, entregándole un espectáculo de disfrute universal y no meramente folklórico.

El día que murió el silencio. El tercer largo de Paolo Agazzi es una de las mejores comedias bolivianas. El ella el realizador ratifica su confianza en la comedia como un género capaz de abordar historias y temáticas universales, pero desde un contexto y una idiosincrasia identificables por el público local. El papel protagónico del argentino Darío Grandinetti debe ser una de las mejores interpretaciones que ha registrado nuestro cine.

En camino. Este corto animado de Jesús Pérez, es una de las verdaderas obras maestras del cine boliviano de los años ’90. La cinta cuenta la historia de una familia altiplánica que primero migra a la ciudad y luego al trópico. Narrado con belleza plástica y de manera poética, logra contener la historia de los bolivianos con lucidez y ternura.

La chirola. Este cortometraje de Diego Mondaca es el punto más alto del revival documental que ha desatado en los últimos años la irrupción del cine digital en Bolivia. Es una de las piezas cinematográficas nacionales más celebradas del último tiempo, más aún fuera del país. Un mérito que resulta aún mayor si se tiene en cuenta que se trata de un corto documental de pocos menos de 30 minutos

Punto y raya. Este corto animado de Jesús Pérez es uno de los contados filmes bolivianos que nos dice algo sobre el mundo y algo sobre el cine. En sus escasos seis minutos nos permite su autor emprende un prodigioso viaje hacia los orígenes del ejercicio creativo y del mundo. Un auténtico tesoro cinematográfico de inestimable valor para la filmografía boliviana.

-Se dice que el arte boliviano no ha acompañado los grandes procesos históricos del país. En el caso del cine, no tenemos por ejemplo filmes acerca de la Guerra del Chaco o ficciones sobre el 52. Afirman ustedes que nuestro cine siempre le ha huido a tratar “los grandes temas”. ¿A qué se debe esto?

Existen varias razones. Primero no se debe olvidar que películas sobre esos temas, en la mayoría de los casos, requieren de ambientaciones históricas, es decir, de altos presupuestos. Se sabe que Jorge Sanjinés y Tonchy Antezana tienen proyectos sobre la Guerra del Chaco, pero la realización es complicada por motivos de producción y de presupuesto. No afirmamos que el cine boliviano siempre le ha huido a los grandes temas (ahí está por ejemplo, Amargo mar, que aborda un tema grande), sólo el cine más reciente. Y no todo. Eguino, Sanjinés, Ruíz y Agazzi a lo largo de sus carreras casi siempre han buscado los grandes temas. En gran medida lo que sucede con nuestro cine contemporáneo es que a virado hacia lo confesional e intimista, hacia historias más mínimas, que de alguna forma son más fáciles de abordar. Lo interesante es que las buenas películas confesionales e intimistas, como Lo más bonito y mis mejores años u Hospital obrero, queriéndolo o no, terminan tocando grandes temas.

-El que el “boom digital” haya permitido más producción a la vez que menos rigor en las películas, ¿obedece simplemente a un tema económico? ¿O se puede decir que ya no tenemos directores como los de antes?

No obedece a un solo a un estrictamente económico. Por supuesto, las limitaciones económicas pueden redundar sobre la calidad técnica de una película. Pero, en nuestro criterio, la ausencia de rigor obedece también a la ligereza con que muchos realizadores -en especial, los jóvenes, aunque también algunos no tan jóvenes-, encaran el hecho de hacer cine. Se asume que, para hacer una película, basta con una buena idea, unos cuantos amigos que trabajen “por amor al arte”, una cámara de video relativamente profesional, una computadora con el software necesario para la edición y, claro, la dosis indispensable del realizador de turno que quiere sentirse cineasta, hacer arte. Se pasa por alto el proceso de maduración, de construcción, de reflexión del proyecto. Dicho de otra forma, no se piensa la película y, por extensión, tampoco se repara en la necesidad de que ésta tenga una propuesta estética, una unidad narrativa y, desde luego, una apuesta discursiva (algo que decir). Tampoco importa que los realizadores de turno tengan o no las destrezas y el talento mínimos para la dirección de actores, la fotografía, el manejo del audio, la musicalización, entre otras exigencias técnico-creativas. Ahora es mucho más fácil y barato hacer cine, pero hacer una buena película sigue siendo igual o más difícil que antes. En respuesta a la pregunta, creemos que aún hay directores como los de antes, con obras irregulares y, acaso, aún en proceso de maduración, pero que se toman el proceso de creación cinematográfica con la seriedad que amerita. Pero no es menos cierto que cada vez son más los aspirantes a cineastas que asumen esta labor cual si se tratara de un pasatiempo más, estrenando esperpentos impresentables e irrespetuosos hacia el espectador, que son también responsables del desencanto creciente hacia nuestra cinematografía, la cual, de un tiempo a esta parte, se ha vuelto, para una gran parte del público local, en sinónimo de mal cine, de un cine que no merece verse.

-Afirman que es difícil establecer la identidad del cine boliviano post-Jorge Ruiz y Jorge Sanjinés. ¿Vaticinan que es algo que continuará en al menos otra década?

Definitivamente, en la próxima década veremos más óperas primas y menos segundas películas de un director. El digital abarata costos, pero no fabrica cineastas. Muchos harán intento por entrar al circuito cinematográfico, pero pocos se quedarán en él. Necesariamente, se comenzará a hacer cine más comercial y de entretenimiento, la gente debe comer. Se seguirán diversificando los géneros y las aproximaciones. ¿Habrá una corriente dominante? Difícilmente. ¿Se generará una identidad? Ojalá, pero que no se confunda con una uniformización del cine boliviano.

-Mucho critican al fenómeno de las multisalas en Bolivia. ¿De qué manera principalmente afecta al cine boliviano este nuevo modo de distribución y consumo?

No criticamos del todo el fenómeno de las multisalas en Bolivia. Creemos que, en buena medida, ha aumentando la cantidad de espectadores en salas y ha abierto algunos espacios, aunque mínimos, a cinematografías menos comerciales, que, de otra forma, no llegarían a exhibirse en pantalla grande. Pero lo que es condenable es el trato desconsiderado o irrespetuoso que dispensan a los realizadores bolivianos. No es secreto que ofrecen condiciones muy desfavorables para las cintas nacionales, que, buenas o malas, no tienen mayor chance de permanecer una o dos semanas (salvo contadas excepciones) en cartelera, lo que limita enormemente su consumo. El cine boliviano tiene un mercado local cada vez más pequeño y, sin ser las únicas responsables, las multisalas tienen mucho que ver en esto. Es que las multisalas son empresas que son administradas por empresarios y que, a más de eventuales y dignas salvedades, privilegian los productos más rentables y no muestran el más mínimo gesto de compromiso y apoyo con el cine y la cultura boliviana. En resumidas cuentas, las multisalas son uno de los grandes culpables de que las cintas nacionales cada vez sean menos vistas por el público local, y de que el cine boliviano le sea cada vez más ajeno al espectador boliviano.

-¿Cómo los aficionados al cine pueden llegar a ser los “espectadores profesionales” que, propugnan, deben ser los críticos cinematográficos?

Amando con pasión y locura, de manera patológica, al cine. Leyendo las películas, confrontándolas, discutiéndolas, escribiendo sobre ellas. Buscando y generando espacios para la difusión del cine. Y, tal vez lo menos “bonito”, pero igualmente importante, buscando alternativas para que su trabajo sea remunerado económicamente. Pero los aficionados, los cinéfilos, no deben ser necesariamente “espectadores profesionales”, ni críticos de cine, simplemente deben disfrutar de ver una película. De ver muchas películas. De viajar a través de una pantalla.

mirandoelhumo@yahoo.com

lunes, agosto 29, 2011

Pilares en la niebla : La bildungsroman de Manuel Vargas



Cuenta la vida de Fermín Peñaloza desde sus primeros recuerdos hasta que se convierte en bachiller. La novela está dividida en cuatro partes Rastrojos, Callejones, Otros ámbitos y En la ciudad, en las que se cuenta la vida de Fermín en el campo, luego su “descubrimiento” de la vida y el mundo a través de la escuela, cercana a su comunidad y luego su alejamiento hacia nuevos rumbos fuera de su terruño. A medida que se aleja de su hogar, se conoce a sí mismo, sufre y crece emocionalmente

domingo, agosto 28, 2011

Las sirenas de Ulises de Rosario Quiroga de Urquieta



Cuando la nave de Ulises atravesaba las ondulantes aguas de los islotes, donde se dice viven las más hermosas sirenas, poseedoras de voces que entonan cantos que hechizan y encantan, el guerrero que retornaba a su patria tomó la decisión de satisfacer un deseo intenso: oír de cerca el canto de las sirenas. Y el héroe valiente y astuto sucumbió ante la belleza física y el canto de ellas.
La autora, maestra y escritora, enfoca su literatura al público juvenil.


sábado, agosto 27, 2011

Maximiliano Barrientos y la prosa del desamparo




Por Jordi Corominas i Julián

Saúl Hernández quiere escribir una canción que trata de vidas que transcurren en lugares de paso, vidas compartidas con personas a las que no se quiere de veras. Puede que no lo sepamos, pero en muchas ocasiones transitamos por estos lugares de paso sin darnos cuenta, dejando que el reloj ejecute su macabra dirección de la obra sin darnos respiro ni concedernos la oportunidad de meditar, que siempre suele llegar demasiado tarde.

Si les digo que he leído una historia de dos estrellas del porno que escapan de un paupérrimo reality show y se dejan llevar por la carretera y la magia de un Chrysler quizá piensen que les estoy anticipando el argumento de algún inédito de Fernández Mallo. No, no va de eso la cosa, y además lo saben porque leen esta reseña, lo que presupone saber que nuestro autor se llama Maximiliano Barrientos. Es boliviano, tiene treinta dos años y una prometedora carrera por delante. ¿Prometedora? Esa etiqueta es odiosa. Elimínenla. Digamos que el chico tiene un espléndido presente porque a su corta edad maneja un envidiable dominio del tempo que debe tener un texto en prosa. No lo decimos así, a lo loco. He leído las dos obras que Periférica le ha editado en España- Hoteles y Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer- y percibo rigurosidad en el estilo y una fuerte voluntad de activar la palanca de la reflexión con una literatura que nade con lo posmoderno sin perderse en cloacas que siempre sobran más. Barrientos vino para quedarse, pero curiosamente no ejecuta ese mismo movimiento con sus personajes. Es un titiritero cruel, consciente de lo efímero en la alegría e implacable al tratar la longevidad del fracaso y las frustraciones de cada existencia, porque poco importa el género o la fortuna económica, en las historias del boliviano las telas del conformismo visten al conjunto de manera casi inexorable.

En Hoteles tres voces ahondan desde el desconsuelo del no lugar. Dos son adultas y otra es infantil. Andrea observa y en ella cada parcela del viaje es una pequeña epifanía, lo que no le impide comprender un poco ese universo ajeno de Tero y Abigail, los fugados del sexo. Repito. Un coche, mucha carretera, una pareja desparejada y una niña que sabe latín. ¿Resultado previsible? Una road-movie a la americana seria la crónica de un topicazo más, batería de lo redundante. No. El boliviano dota a sus tres héroes de protagonismo y nos adentramos en una aventura psicológica donde el transitar entre moteles, bares de mala muerte y televisores encendidos nos conduce a la revelación de carencias, insatisfacciones y sueños truncados que el vacío resucita. Antiguos amores, tumbas de alemanes, borracheras indecentes y un extra añadido en forma de documentalista sin nombre que ve en la trama que les hemos resumido una oportunidad de oro que asimismo da pie a la trascripción de la experiencia, recuperando el recuerdo, con lo que la soledad de las habitaciones y las sábanas usadas se desvanece hasta el punto de cancelar cualquier atisbo de intimidad. Lo privado deviene público y la confesión de la nada carne televisada de la que nosotros, si lo analizamos desde una cuestión de soporte, somos lectores del guión, suma de retales que por cómo se ha concebido trasciende lo fílmico.

Hoteles, visto desde esta perspectiva, es un artefacto que combina dos niveles, pues mientras leemos la novela la sentimos en tiempo presente, sin que moleste en exceso la presencia, puntual y concisa, del documentalista, casi una anécdota en el doloroso itinerario de una derrota que no avisa, se consuma y prosigue su marcha hacia otras latitudes, que percibimos en Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer, colección de relatos centrada en cómo los años depositan un poso que en algunas ocasiones prefiere el olvido y en otras la persistencia de quien no acepta el resultado del partido amoroso o de otros lances de la existencia, pues al fin y al cabo las citas que nos da Cupido no dejan de ser periplos de un instante que identificamos por cómo éramos, lo que ya no volverá, Heráclito puro válido en cualquier contexto histórico.

En cierto sentido el orden de los cuentos no altera el producto, aunque sí determina una férrea línea cronológica que traza todos y cada uno de los estados que nuestra mente puede plantear sobre los adioses y un pañuelo bañado en mil lágrimas que se trasladan al cerebro, bien tranquilas en un reducto que en ocasiones no reacciona y en otras lo hace con inusitada virulencia. “Primeras canciones” nos sitúa en la génesis, desarrollo y hecatombe de un amor cuando los bares ya no son un paraíso prohibido y superamos el temor infantil a sumergirnos en el mundo de los mayores. “Suerte” alude a la coincidencia y al recuerdo de una relación pasada, a los porqués que no se entendieron cuando tocaba y que ahora, cuando nos interrogamos, han perdido su sentido y hasta su materia.

Los relatos de Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer están dominados por un narrador dominante, que todo lo sabe y sin el que es imposible avanzar. Anticipa los acontecimientos, nos informa del futuro y dirige la orquesta con una batuta cargada de seria sorna, como si supiera que aceptamos su tomadura de pelo porque forma parte del juego al que nos adaptamos con agrado. Además este narrador actúa dentro y fuera. En el interior articula un conjunto que en medio, precisamente en el relato que da título al libro, baila con la metamorfosis y las capas que vamos dejando caer a medida que pasan los decenios y nos volvemos irreconocibles, renunciando a nuestros yo anteriores o simplemente despojándonos de su esencia para adaptarnos. En el exterior Barrientos ensambla todos los fragmentos, a los que denominamos relatos por caprichos de significado y significante. Si los personajes no tuvieran nombre estaríamos ante una novela progresiva de sonrisas y chascos digeridos con la medicina de la experiencia.

“Los adioses” y “Las horas” cierran el volumen con un magnífico mènage a trois de tintes urbanos del siglo XXI. Raquel y Sebastián retozan, Ariel es el tercero en discordia y el primero en anillos al estar casado con la chica. Del desdén a la resignación, de la calentura al frío y la responsabilidad con nudos que la vida impone. Las Horas. Virginia Woolf. Esas piedras. Esa epístola.

Maximiliano Barrientos sabe economizar, y sólo peca de exceso cuando lleva hasta fronteras inadecuadas el uso de la nota al pie, magníficamente empleada en “Primeras canciones”, donde actúa como una fina caricia que resuelve y apuntala, por querer alumbrar más aún una voz que no requiere de tanto subterfugio ni barroquismo para destacar. Se impone a lo largo de los dos manuscritos que leí en dos sentadas, volúmenes complementarios, intercambiables, separados en la estantería y unidos en temáticas y estilos, lo que hace comprensible su edición conjunta en este 2011 de mucho bombo y escasa novedad auténtica. El boliviano es un escritor comprometido con la realidad y eso ya es un hito importante. Para que cuadre su círculo sólo debe pulir ligeros defectos que a buen seguro irán al mar de la imperfección, aquel que dejamos atrás cuando crecemos, un poco, como los personajes de Hoteles y Fotos tuyas cuando empiezas a envejecer, siempre avanzando con el lastre de las migajas que deja el camino, rémora que Barrientos no arrastrará.

Jordi Corominas i Julián
http://corominasijulian.blogspot.com

viernes, agosto 26, 2011

REVOLUCIÓN Y NARCOTRÁFICO



La lucha del gobierno boliviano contra el narcotráfico no es sino una guerra falsa contra las drogas. Se parece mucho a algunas películas de Hollywood. Ya se ha tornado aburrido el discurso del gobierno, sencillamente, porque quien produce coca no tiene moral para hablar de los daños que produce la cocaína.

La revolución cultural, productiva, democrática, y de todo, según el gobierno, no pasa de ser una exhibición una tanto sexy de hacer política. Al contrario ha empezado a desmoronarse por todos sus flancos, debido, principalmente, a la llegada del narcotráfico de forma organizada y escalonada. La presencia de narcos y carteles no es ya una cosa simbólica o teórica como hasta hace algunos años atrás; el negocio de la blanca para muchos campesinos y citadinos, es una forma rápida de salir de la pobreza. Lo que necesitan saber los gobernantes de turno, es que, el narcotráfico y sus acciones donde llega, lo toca y seca todo. Cuando lo narcos quieren apropiarse de un país, más aún cuando este es productor de materia prima para la elaboración de droga, invierten mucho dinero a través del lavado de capitales. Los narcos, ya saben del encanto efímero y endeble de la revolución masista; los narcos, con toda su maquinaria violenta y económica, no sólo le quitan la gracia a la vida sino, sobre todo, convierten la convivencia social en un territorio irracional. En nombre de la libertad y de su libertad que les da le poder de las drogas, se cagan en la libertad espontánea y natural de los ciudadanos; matar y disponer de los medios para sus fines, es su slogan de vida.

El narcotráfico dentro de nuestro territorio no es providencial; a pesar que para el gobierno sigue siendo un tema hipotético, teórico y supuesto, por los opositores al régimen; la gente hoy con sólo escuchar el término narcos o narcotráfico no solamente se le eriza los pelos sino que le cambia la cara. El poder de las mafias de la coca-ína radica en la violencia y el dinero. Así su poder se convierte para mucha gente en algo carismático, mítico, fácil. Sabemos que en el mundo el poder de este negocio es tal que, no necesitan estar los capos de verdad en un lugar o hacer las cosas de verdad, basta su olor para que se propague como un virus en un Estado. Al narcotráfico no le interesa un pito la interculturalidad o la biodiversidad, los derechos humanos o la democracia, sino carreteras y vías de comunicación más fluidas para andar a su gusto por ellas sin que nadie les haga la guerra.

Los narcos no son fantasmas en la cabeza de algunos que pensamos diferente al régimen, ni son soldados que van a defender el territorio, no tienen bombas atómicas, sí, satélites e intrincadas redes de comercialización; los señores narcotraficantes ya no sólo son colombianos o mexicanos, también hay bolivianos –y muchos- que empiezan a secarlo todo.

Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo


jueves, agosto 25, 2011

Rosario Quiroga reedita novela juvenil “Amaru Mara”.



Por http://capinota.wordpress.com/

Rosario Quiroga de Urquieta, es una escritora con esencia capinoteña. Desde hace más de 40 años tiene estrecha ligazón con el pueblo. Allí trabajó en sus primeros años de profesora de literatura y se casó con un médico capinoteño. Allí tiene su segunda casa y un pequeño terreno donde se solaza, se dedica a la jardinería y al trabajo comunitario. Charo Quiroga ya es una escritora con amplia trayectoria. Cuenta con varias obras escritas. El día 24 de agosto presentó, en la biblioteca del Centro Simón I. Patiño, tres de ellas: “Las sirenas de Ulises”; “Del tiempo de la abuela Candelaria”; y la segunda edición de su novela “Amaru Mara”.

Nos interesó ésta última como tema de comentario, para lo cuál nada mejor que transcribir lo expresado por la Ensayista y Gramaticóloga, Rosario del Carmen Mostajo, de la Unión Nacional de Poetas y Escritores de Cochabamba, quien en el momento de presentar la obra expresó lo siguiente: “La acogida de la primera edición ha sido el aliciente para que la autora se lance a la segunda. La trama da para hacerlo porque AMARU MARA es una obra extraída de la aguda observación del entorno y materializada por medio de una hábil narrativa.

Algunos consideran a la novela corta un género menor, mas ello no significa que la brevedad novelesca deje de ser crítica y reflexiva, con mayor razón si la que ahora se presenta, desnuda ciertos pruritos nacidos al calor del ignorante prejuicio, así como las experiencias juveniles diseñadoras del andamiaje que habrá de consolidar la madurez.

AMARU MARA posee los recursos narrativos esenciales que hacen de ella una obra fácil y digerible, pero no pronosticable en su desenlace. Con cuánta razón Julio Cortázar sostenía que la novela corta es un “género a caballo entre el cuento y la novela”.

Cabe recordar que en la novela los relatos en muchos casos contienen extenuantes digresiones, la estructura de los personajes merece exhaustivos análisis descriptivos, exegéticos y justificativos. En cambio, la novela corta, sin ser contradictoria a la primera, se caracteriza por la cortedad de su extensión, mucha flexibilidad y la reducción del desarrollo material de la historia en una suerte de síntesis; extremo que obliga al lector a concentrarse en cada línea, merced a que resulta sustancial e ineludible para la total comprensión de la historia.

Son justamente las limitaciones espaciales que hacen de la novela corta un género exigente y complejo en que la condensación desempeña un papel primordial, sin afectar la continuidad de su avance para que no se torne confuso o quede trunco. Eso acontece en esta novela, relatada en primera persona, que comienza in medias extremas res o principio abrupto, denominado así porque se inicia la acción cuando ella ya está en progreso evolución sin previa presentación de los personajes.

Otra característica es la alteración del decurso temporalización anacrónica que se representa en retrospectiva o analepsis, sin olvidar apariciones episódicas de los personajes que, por medio de aquélla, completan la historia.


La trama condensada y el ritmo acelerado en su desenvolvimiento se erigen en un verdadero reto narrativo mediante diálogos cortos y precisos que responden a la complejidad de la vida y sus matices.

El escenario bucólico de la vida aldeana, poblada de custodios míticos, abre las puertas al desarrollo temático en que asecha la sombra de la desventura, en contraste con otros pasajes propios de la vida urbana, lo cual hace de AMARU MARA un verdadero desafío, pues en ella no puede prolongarse la descripción emotiva de los personajes, menos la panorámica.

Posee un relato espontáneo, verosímil, pero no arbitrario, más aún si es el reflejo de una línea literaria definida, cualidad relevante en esta obra que acude a las efímeras y hondas evocaciones, esa parte esencialmente humana que responde a la necesidad de trascender y que la vida no sea infértil, en una suerte de conmixtión de experiencias y emociones.

Merece especial mención el lenguaje sucinto, asertivo y codificado, tan propio de los jóvenes, representado en forma coloquial y que trasunta no sólo las emociones de sus personajes, sino hace que el lector se aproxime a las circunstancias que forman las escenas.

La obra de la Licenciada Rosario Quiroga de Urquieta transita en la literatura juvenil sin magias ni fantasías, pero es innegable que su afán didáctico abre las puertas a incesantes búsquedas caracterizadoras de su estilo vigoroso, inductivo y sutilmente aleccionador.

La autora acude a la prosa ágil, necesaria, sin llegar a la sobrecarga puntillosa y tanto así es que los dos personajes principales se vinculan y cuanto uno dice al otro deriva de una estructura en la que hay relatos dentro del relato; más aún, los hay progresivos intercalados que, lejos de un complejo avance, le confieren amenidad, una virtud entre muchas.

No es un libro moralista, pero sí una novela moralizadora, tan actual y controvertida como contradictoria es la sociedad moderna; además, representa la realidad, con las equivocaciones y el perfeccionamiento alentador de que está formada la urdimbre de la vida.

El enfado, la confusión, la autocensura y el desasosiego son elementos que con frecuencia van asociados a las experiencias que forjan el espíritu de los dos personajes centrales y lo templan en una hábil interposición de planos capitulares.

El desarraigo impele a enfrentar las adversidades que permiten el surgimiento de pandillas y el ingreso voluntario en ellas, porque su pertenencia ratifica la búsqueda de popularidad y renombre generados por la soledad y el abandono y así dejar su huella aunque sea pasajera.

Las pandillas expresan la necesidad de que sus miembros sean reconocidos en una sociedad ajena a sus quebrantos, comparten similares intereses y, en general, proceden de hogares en crisis y la carencia de satisfacción de urgencias materiales y afectivas, la pobreza, la defensa conjunta e intransigente de su territorio y la toma de decisiones radicales, interacción próxima y liderazgo identificable conseguido a fuerza de audacia e ideas originales, organización interna, división funcional y, ante todo, ser adepto incondicional, sin pasar por alto que hay otros elementos tales como la rivalidad y la competencia que desembocan en resultados inesperados.

AMARU MARA de la Torre refleja una personalidad sólida, definida, sin conflictos de identidad que, además, evita la contaminación del medio, comprende sin justificar los ritos de lealtad o las amenazas; mientras que Mateo, el coprotagonista, se constituye en el guía que conduce a su compañera hacia otras realidades.

Y como en toda historia, siempre hay pérdidas y cuanto mayores sean éstas, tanto mayores serán también las experiencias. Esas pérdidas son las que fortalecen el espíritu de AMARU MARA, pletórico de esperanza, inconformismo y solidaridad.

Esta obra acabada, de estilo conciso e ideas rezumadas, se abroquela en frases densas plenas de reflexión. He aquí algunas: Incapacidad de resignación; Hay cosas que son tanto lo que son, que no necesitan de ninguna explicación; Dos fuerzas, la espiritualidad y la inteligencia. Su protagonista, al afirmar lo siguiente, elige Vivir nutrida de mi pasado y accionar mi presente para que ambos diesen rostro a mi futuro.

Por último, menester es afirmar que al ser la palabra escrita el vehículo que aproxima al autor con sus lectores, AMARU MARA se ajusta con precisión milimétrica a las exigencias literarias de este subgénero que adquiere dimensiones específicas cuando obliga decir tanto con tan pocas palabras, las estrictamente necesarias; y ello debido a que el libro, sobre todo el de literatura, exalta la memoria, revela la interioridad de los personajes novelescos, y enseña a leer y de preferencia en soledad. Acaso por ello, Joaquín Leguina sostenía en su elogio de la lectura que Si al encanto del estilo se une la gracia de la narración, cuando lleguemos a la última página y cerremos el libro, nos seguirá acompañando el eco de su voz.

Por su parte, Chesterton afirmaba que Una buena novela nos cuenta la verdad sobre su héroe; pero una mala novela nos dice la verdad sobre su autor. En AMARU MARA, Doña Rosario Quiroga de Urquieta nos cuenta la verdad sobre su heroína, con prescindencia de si es real o ficticia, pero nada nos dice sobre sí misma; señal inconfundible de que es una buena novela y las buenas novelas deben ser leídas, releídas, usadas, poseídas, gozadas, saciadas. E igual que los buenos amantes, hay que acostarse con ellas y que al alba aún permanezca su regusto placentero.

Mil gracias”.

miércoles, agosto 24, 2011

Rosario Quiroga presenta tres títulos de literatura juvenil




Emocionar y atraer a los jóvenes a la lectura es el objetivo de la escritora cochabambina Rosario Quiroga de Urquieta, quien mañana presenta dos nuevos libros de cuento: “Las sirenas de Ulises” y “Del tiempo de la abuela Candelaria. Los misterios de la vida y el amor”, además de la segunda edición de la novela “Amaru Mara”. La actividad se cumplirá a las 19:00 horas en la biblioteca del Centro Simón I. Patiño (Av. Potosí No. 1450), donde los trabajos, apoyados por la Unión Nacional de Poetas y Escritores y el Comité de Literatura Infantil y Juvenil, serán comentados por René Rivera Miranda y María del Rosario Mostajo.

Quiroga señala que existe un vacío de literatura juvenil nacional, puesto que sus colegas se abocan más a obras infantiles o para adultos. “El joven -indica la también profesora con más de 40 años de labor- está en una etapa de transición, tiene su propio vocabulario e inclinación a temas como el amor, el sexo, las pandillas, y hay que ver esos temas para que los chicos se aproximen a la lectura. Por supuesto que son temas delicados y hay que saberlos tratar. Pero, lo primero que tiene que hacer la literatura para jóvenes es emocionar y atraer”.

“Las sirenas de Ulises” se inspira en un pasaje del clásico “La Odisea” de Homero, cuando el personaje principal, Ulises, retorna de la guerra de Troya y Atenea le dice que se tape los oídos para no ser tentado por el canto de las sirenas. “A partir de esto yo fabulo y hago que Ulises desobedezca la orden, entonces él se va detrás del canto de las sirenas a las profundidades del mar, para tener tres experiencias”, señala Quiroga. Junto a los seres mitológicos, el Ulises de la literata pone entonces a prueba su orgullo, medita sobre el amor y la muerte, así como acerca de la vejez, en un libro que “está dedicado a todas las Penélopes que tienen la suerte de vivir un amor más allá de los mares”.

Por su lado, “Del tiempo de la abuela Candelaria” presenta narraciones basadas en mitos y creencias que la autora recopiló de la tradición oral. Una de ellas es “Marumi y Zuri”, basada en la leyenda del bufeo (delfín de agua dulce) de los ríos Mamoré e Ichilo que se enamora y roba chicas adolescentes; otra por ejemplo es “Desafiar al Kanisiri”, sobre el maligno ser que roba la grasa de las personas.

A su vez, la novela “Amaru Mara”, reeditada en función a la alta demanda por parte de los jóvenes, cuenta historias de migración del campo a la ciudad, las pandillas, el sexo, amor y hasta la apropiación juvenil del internet y la música rock. El libro, que surgió a partir de una historia real protagonizada por pandillas de La Paz, usa mucho el lenguaje juvenil, lo que logra la identificación de los lectores.

Quiroga es docente de las materias de Literatura y Lenguaje, y afirma que cada uno de sus trabajos -tiene más de 20 libros de cuento, poesía, novela y ensayo- es “validado” por sus estudiantes, antes de ir a imprenta. La autora piensa además que acercar a la lectura a los niños y jóvenes debe ser una tarea que se cumpla con “responsabilidad” y “dosificando” las temáticas.

Fuente de la noticia : "REDACCIÓN/Cultura/Periodico Opinión"

martes, agosto 23, 2011

PROYECTO DE PRIMERA ANTOLOGIA DE CIENCIA FICCION EN BOLIVIA



Invitación a Escritores de ciencia ficción:

Los coordinadores del Blog: Ciencia Ficción y Fantasía en Bolivia, invitan a todos los escritores bolivianos y a los extranjeros residentes en el país, a enviarnos un cuento de ciencia ficción para ser considerado en un proyecto de Primera Antología de Ciencia Ficción en Bolivia. Los requisitos son:

1) Ser boliviano con residencia en el país o en el exterior, o ser extranjero con residencia en Bolivia.

2) El cuento debe estar dentro del subgénero de ciencia ficción, con temática libre.

El relato será revisado por una comisión compuesta por escritores y expertos en literatura. El proyecto de Antología será presentado, inicialmente a una editora nacional, para su edición.

El escritor deberá enviar su obra a: Ciencia Ficción y Fantasía en Bolivia, Cochabamba, Bolivia, solicitando para ser tomado en cuenta en el proyecto de Antología; al correo iprado2008@gmail.com . En una página aparte, debe enviar un resumen de su hoja de vida y datos personales. El plazo para la presentación fenece el 30 de septiembre de 2011.

Después de la selección, nos contactaremos con el escritor para comunicarle que su obra fue elegida, y las condiciones de publicación. Se publicará en el blog la lista de los relatos elegidos; aquellos relatos que no fuesen elegidos serán desechados.

Cochabamba, agosto de 2011


Ivan Prado Sejas Miguel Esquirol Rios

ESCRITOR ESCRITOR



lunes, agosto 22, 2011

"Al son de los cañaverales" de Rossy Rivera‏



Con la presencia de Rossy Rivera en esta colección, Escritores Unidos completa la tríada de autoras noveles que por primera vez se lanzan con la edición de un libro propio al campo de las letras nacionales sumándose al mismo tiempo a las obras dedicadas a la literatura infantil en nuestra editorial. Motivos, más que suficientes para sentir la satisfacción del deber realizado cumpliendo con uno de los objetivos que contempla sus estatutos: el de promover nuevos valores e impulsarlos para que hagan conocer el producto de su creatividad literaria.



Rossy Rivera, nacida en Santa Cruz, radicada en Cochabamba desde muy joven, y es precisamente en esta ciudad donde estudió la carrera de Lenguaje y Literatura; trabaja como profesora y directora de varios establecimiento educativos, y además, por sí no fuera bastante, de formar una linda familia en estos valles, domina con soltura las imágenes, costumbres y el lenguaje que se gasta en ambas regiones y nos ofrece en el presente libro la riqueza del habla de los habitantes, paisajes y principalmente las vivencias de los niños, a quienes va dirigida su escritura, En varios cuentos se degusta el lenguaje de pura sepa cruceña, en otros tenemos el modo de hablar de los citadinos hijos del Tunari, pero casi todos tienen una factura graciosa, tierna.



Rossy Rivera remata sus páginas con relatos en versos rimados que gustan por su soltura y sencillez.



Sin duda, dentro la población de quienes se aproximan a la literatura infantil, en las escuelas o fuera de ellas, será esta obra una de las más elegidas. Le auguramos los mayores éxitos en esta su nueva carrera





César Verduguez Gómez

Presidente

Escritores Unidos


domingo, agosto 21, 2011

Escritores Unidos publicó “El laberinto del Pecado” de Víctor Montoya‏




Escritores Unidos tiene la satisfacción de anunciar que su radio de acción en pro de la expansión de la literatura nacional ha llegado hasta las lejanas tierras de una nación europea: Suecia; un país donde radican muchos compatriotas, entre ellos el muy ponderado escritor boliviano Víctor Montoya, nuestro nuevo asociado.

Víctor Montoya, sin lugar a duda, es alguien de los que, no obstante de vivir tan distante de la patria, ha realizado una enorme labor de difusión en los ámbitos educativos y literarios, llevando las letras del país y las suyas propias a diversos puntos geográficos. Utilizando la tecnología de estos últimos tiempos, también ha llegado a los rincones de todo el mundo a través del Internet con sus notas, artículos y comentarios en los diversos ámbitos del saber humano. Escritor, periodista cultural y pedagogo. Es autor de más de una decena de libros entre novelas, cuentos, ensayos y crónicas. Su obra está traducida a varios idiomas y tiene cuentos en antologías nacionales e internacionales.

Escritores Unidos presenta en esta vigésima octava entrega de sus publicaciones “El laberinto del pecado”, segunda edición; la primera fue editada en Estocolmo, en 1993, con circulación agotada entre los hispanoamericanos de Suecia. Su autor, Víctor Montoya, ha querido que su obra también sea leída en su tierra, deseo compartido por ESUN.

La novela discurre en un ambiente minero, pero desde una perspectiva diferente a las precedentes de este subgénero, a cuyos personajes los hace actuar en diferentes planos y con el uso de técnicas literarias que no contempla la novelística minera conocida en la que sobresalen las luchas políticas en busca de sus reivindicaciones económicas y sociales, sin tomar en cuenta los problemas íntimos, subjetivos y emocionales que sufre cada habitante en esos rincones de viento, páramos grises y sombras soterradas en las profundidades de las montañas.

Otras aspectos distintivos son el manejo del lenguaje y el enfoque de la realidad, antes no tocada, de la condición humana desde las penurias personales hasta la homosexualidad y lo erótico aunque a vuelo rasante.

Su personaje principal no es el típico minero que surge de las bocaminas, sino un ser de los estratos medios de la gente que mora en esos parajes de paisajes y campamentos grisáceos-térreos donde suceden tragedias y luchas obreras.

Escritores Unidos se enorgullece de contar en sus filas con un escritor de la talla de Víctor Montoya y de editar su novela “El laberinto del pecado”, que en Bolivia aún no se la conocía, y que con seguridad tendrá un éxito tanto en la crítica como en el mundo lector nacional y del extranjero.

César VerduguezGómez
Presidente
Escritores Unidos





sábado, agosto 20, 2011

PROGRESO Y BIODIVERSIDAD




No sólo los indígenas son los que no quieren la construcción de una carretera que desgarrará el corazón de la madre selva; y como dice el indio Seatle, no la hemos heredado ni como Estado ni como nada, solamente se los hemos pedido prestada a nuestros hijos. Tampoco está de acuerdo con ésta, el desocupado que no tiene un boliviano para el pan de sus hijos, ni el adolescente que se prepara la pre o el servicio obligatorio, peor ese que acaba de graduarse en economía aunque ya está pensando en comprarse un chuto para meterle de chofer, ni la señora de la casa que hace magia con el magro sueldo del marido hasta que llegue el fin de mes, ni la niña ni el niño que se quedan horas mirando los dibujos de la Warner Bross ajenos a la intención del gobierno que quiere robarles el aire de mañana; si siquiera está de acuerdo el minusválido, el oficinista, la madre soltera, el anarquista que piensa que es comunista, ni el masista más recalcitrante que sabe que lo que es en el fondo, es un fascista, ni el joven que fuma marihuana, ni la señora que tiene dos maridos y el tercero a medias, ni el enfermo terminal que espera por un trasplante, ni el abogado laboralista, pero aún, el constitucionalista para quien lo primero que se debe hacer, piensa, es constitucionalizar la Constitución… con todos ellos, todos bolivianos, que sufren los desmanes de un gobierno de la improvisación, por el momento, los únicos que sueñan con esa carretera son los cocaleros, para inundar la selva de coca y cocaína.

Es necesario romper una lanza, romper el silencio en honor de la biodiversidad que se cobija en el TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure). Nada más humillante para los bolivianos y su soberanía, que un puto extranjero, ex – jesuita, ahora director de ABC Bolivia, después de haberse cogido a una de sus catequistas cuando todavía fungía de asqueroso misionero bajo un sotana, salga a decir que esa carretera, estén o no de acuerdo los indígenas se tiene que construir. Si no fuera porque para el españolito ese, gamberro y merluzo, le parecemos los bolivianos unos idiotas, hubiéramos quizá creído el cuento ese del progreso y el proyecto, dizque, monstruoso de integración que el gobierno tiene. No señor. La cosa aquí va por otro lado. Y es que nada más es un asunto político con el que se quiere pagar algún compromiso económico con transnacionales brasileñas. No está de más recordarle al ex – combatiente de la Compañía de Jesús –que más pudieron sus bajos instintos de la carne que la vocación de servicio y seguimiento a Cristo- que una cosa son los caminos del Señor y otra muy distinta los caminos del país, debieran estar en manos de ingenieros y no ex – curas.

Es inconcebible y raro, que a estas alturas de la democracia intercultural, un asunto tan sencillo se una cosa obscura y secreta para la opinión pública, la construcción o no de una carretera, sobre todo en lo que se refiere a sus fines, medios, motivaciones y estrategias. Ya es hora de someter el tema del desarrollo y la cultura a debate nacional, pero, mucho más urgente y concreto, merece un debate claro y abierto, el TIPNIS y su biodiversidad frente al progreso. Quienes deben decidir sobre la viabilidad o no de una carretera por su territorio son los indígenas y no por aquellos que vienen instrumentalizando la cosa indígena para fines sectoriales.

A los bolivianos no nos interesa si dicha carretera es una obra monstruosa para el desarrollo, si es buena o mala, conveniente o caprichosa, sino el hecho de que se quiera cambiar la geografía natural de una reserva tan importante, sin que los bolivianos tengamos conciencia claro de lo que eso implica. La biodiversidad natural de un territorio no es igual que un discurso del Señor Presidente o Vice y/o cualquier político, que cambia de rumbo de forma natural. El TIPNIS es un territorio fundamental para la vida de los indígenas ¿De quién es la biodiversidad que se quiere asesinar? ¿Del progreso o de los que habitan en la selva?



Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo



viernes, agosto 19, 2011

¿La moral o la ley?




Por Juan Claudio Lechín


En un reciente artículo, el laureado Mario Vargas Llosa se mostró indignado porque un juez le otorgó la libertad circunstancial, en base a consideraciones legales, a Strauss-Kahn, candidato a la presidencia de Francia, acusado hace poco de intentar violar a una mucama en Nueva York. Tajantemente, Vargas Llosa dijo que el acusado le repelía. No habiendo pruebas concluyentes que justifiquen su fobia, la ira del escritor se fundamenta en consideraciones morales y retóricas.

Más allá de interesarnos Strauss-Kahn, un personaje lejano a la política latinoamericana, nos interesa el veredicto de un formador de nuestra opinión pública, liberal confeso y, sin embargo, feudal en esta y en otras observaciones. Como se sabe, los sistemas políticos están fundamentados en valores y conceptos. Durante la Edad Media, la moral era una importantísima medida del comportamiento, por la moral se hacían cosas o se dejaban de hacer, la moral determinaba culpables e inocentes, a buenos y malos, a cristianos y herejes, o sea, la moral era fuente de legitimidad; y ambas se entretejían. El dueño de la moral —la poderosa iglesia feudal y sus teólogos—, era dueño de gran parte de la legitimidad. En tiempos recientes, todos los proyectos fascistas, los del siglo XX y del XXI, de derecha e izquierda, se han apoderado de la moral y la han manipulado a favor de sus absolutismos. En gran medida, gracias al monopolio de la moral, los fascismos consiguieron el monopolio del poder.

La tendenciosa manipulación feudal de la moral, ya fue combatida por los Enciclopedistas, precursores de la Revolución francesa, y otros pensadores liberales pues suplantaba a la ley cuando un aristócrata, un prelado o simplemente un charlatán, desde una tarima, destruía la ley con artificios morales.

Para el liberalismo, la ley escrita y los estrados judiciales independientes son la medida de la justicia y reinan por encima de la moral y su retórica acomodaticia.

Debido a esta profunda diferenciación entre moral y ley, entre categorías feudales y liberales, Strauss-Kahn (sin importar la opinión que cada quién tenga de él) tiene derecho a la legítima defensa, y no puede ser condenado a priori, sin pruebas concluyentes, en base a sus antecedentes y a los prejuicios del moralizador, como reclama Vargas Llosa, quién además tergiversa, a favor de su cruzada, el derecho feudal de pernada y sensiblerías raciales, haciendo un racismo inverso.

Repeliendo la relación entre mucama y candidato, aún siendo consensuada, se constituyéndose él mismo en la medida de lo correcto, algo peligrosamente inquisitorial.

Vargas Llosa tiene antecedentes en el oficio de pontificar. A dos candidatos peruanos legalmente inscritos, los disminuyó moralmente e insultó, llamándolos sida y cáncer (luego apoyó a uno), descalificación que impugnó implícitamente al órgano oficial electoral peruano. Ahora moraliza e impugna en otras latitudes.

Insultar, como forma de opinión, y constituirse en oráculo moral no son virtudes liberales. De ser Vargas Llosa un liberal, es oportuno señalar, para corregir, sus residuos feudales de santón moral y sus tentaciones absolutistas de descalificar según sus náuseas y, sobre todo, según sus propios fantasmas.

jueves, agosto 18, 2011

Pulso de la gramática de Fernando Molina




Se trata de un ensayo, como la mayor parte de lo que escribo. Ensayo, es decir, creación personalísima, realizada para satisfacer cierta necesidad de expresión, y no prenda de garantía de ninguna clase de certidumbre. Una obra que se apoya en la ciencia pero no pretende confundirse con ella. Quien busque aquí la gramática penetrante y pormenorizada que suele encontrarse en un tratado, busca en un mal sitio. Si este librito contiene cierto conocimiento del idioma, seguramente será uno menos erudito que el que es posible encontrar en otras fuentes. ¿Por qué tendrían que leerlo, entonces? Me parece que hay dos razones: en primer lugar, porque está consagrado a la dilucidación de las dificultades propias y particulares de nuestra comunidad lingüística. Posee, por tanto, la ventaja de la proximidad. Y, en segundo lugar, porque lo he hecho con una prosa que debiera ser agradable, entretenida, graciosa; es decir, por lo menos si las cosas no me han fallado del todo.



miércoles, agosto 17, 2011

POEMAS DE AMOR Y CARTAS POETICAS DE AMOR




POEMAS DE AMOR Y CARTAS POETICAS DE AMOR. "Es un libro de amor" que canta, sonrie, suspira con las dichas, alegrías y triunfos del amor; florecen las palabras, danzan las ideas, resplandecen los sentimientos matizándose en expresión de amor.



martes, agosto 16, 2011

LAS CADENAS DEL VICIO




LAS CADENAS DEL VICIO. Cuentos de Orientación Social - Psicológica; narraciones testimoniales de personas con problemas de alcoholismo, drogadicción y prostitución. Los efectos y las consecuencias de estas enfermedades se complementan.


El planteamiento de los problemas, tiene como finalidad, orientar, concientizar, prevenir; lograr cambios de conducta, una actitud consciente de la juventud y la sociedad, un deber de los padres, madres de familia para con sus hijos, una responsabilidad de los profesores para con la niñez y la juventud.



lunes, agosto 15, 2011

'Imágenes paceñas', a 25 años de la muerte de Saenz



Por Elías Blanco y Página Siete - 15/08/2011


Con muy buenas noticias para sus numerosos seguidores, hoy se recuerdan 25 años de la muerte de Jaime Saenz, acaso el más emblemático poeta y narrador paceño de la segunda mitad del siglo XX.

Plural Editores confirmó la presentación -en los siguientes días- de una nueva versión de Imágenes paceñas, libro de crónicas y fotografías en el que el autor retrata su particular visión de personajes y lugares de La Paz.

“Con el objetivo de rescatar la idea original que tenía el autor, Imágenes paceñas saldrá a la venta a fin de mes”, adelantó Mauricio Souza, director de ediciones de Plural. El libro tendrá 60 fotografías e incluirá una reseña de la primera edición y la fotografía que Saenz escogió originalmente para la tapa.

“Coordinamos con Javier Molina, el fotógrafo con el que trabajó el escritor. Estamos restituyendo la esencia con la que la obra fue pensada, pero que no pudo plasmarse”, explica Souza.

Con esta obra, Plural termina de reeditar toda la prosa del escritor paceño, pues en la última década ya reeditó La piedra imán, Vidas y muertes, Felipe Delgado, Los papeles de Narciso Lima Achá, entre otros.

También se editó una recopilación de su producción dramatúrgica y el libro inédito Tocnolencias.

Evocación

El sábado 16 de agosto de 1986, a poco de alcanzar los 65 años, Jaime Saenz falleció en la Casa del Poeta de la zona de Miraflores. Los motivos de su muerte fueron varios, producto de sus duras experiencias con el alcohol y lo descuidado que siempre fue con su salud y alimentación.

Los meses previos al desenlace fatal son narrados por su amigo Leonardo García Pabón: “En la Navidad de 1985 había vuelto a la bebida y, al parecer, ya con la intención de terminar con su vida. No dejó el alcohol hasta pocos días antes de su muerte”.

“En esos meses -continúa- de diciembre de 1985 hasta julio de 1986, acumulaba las botellas vacías en su armario. A mediados de julio fue trasladado al hospital en estado comatoso. Tres semanas después volvió a su casa ya para morir. Alcanzó a darle a un mensaje final a su amiga Blanca Wiethüchter: ‘sólo el amor salva’, una frase de Göethe”.

Su médico de cabecera, Carlos Alfredo Rivera, recuerda: “en la última temporada, su deterioro físico fue notable. Cuando alguna vez tenía que pincharle una inyección, lo digo honestamente, no sabía en qué porción muscular hacerlo: estaba convertido en piel y hueso”.

La tía Esther, el ser mitad real y mitad divino que lo acompañó toda su existencia, recordaba de esas jornadas algo esencial que le dijo Saenz:

“Qué te dejo' dinero, sabes que no hay dinero. Mi obra nomás se queda contigo”. Y la tía resumió así su dura experiencia: “He cumplido. Le he cerrado los ojos a mi madre, a mi esposo, a mi hermana y al ser más querido de mi vida: el Jaime”.

Y sobre el velorio, García Pabón cuenta: “la noche del velorio de Jaime Saenz (16 de agosto de 1986), cerca de la medianoche, quedamos acompañando su cuerpo (y quien sabe su alma) tres de sus amigos, de los más cercanos y fieles a su obra, más un borracho, un simple conocido de Jaime, quien se había quedado dormido en una silla”.

Y agrega: “estábamos acompañando y despidiendo su cuerpo muerto, imaginando que ya habría llegado al ‘estar muerto’ que tanto pregonó en su obra literaria como medio de encontrar el conocimiento verdadero, y a manera de paliar el dolor de la pérdida del amigo, pasamos la noche leyendo en voz alta fragmentos de su obra”.

“Esto era como la última reunión de los Talleres ‘Krupp’, y como tal ha quedado en mi memoria”.

Al día siguiente por la tarde, Saenz fue enterrado en el Cementerio General de la ciudad de La Paz. Su tumba está a los pies de un pino antiguo, rodeado por varios cuarteles de nichos que se entremezclan como en las complejas ciudades, sólo que el silencio domina el ambiente.

La muerte recurrente

Pero la muerte había sido un tema recurrente en la obra de Saenz. Ya en 1955, publicó sus primeras reflexiones: “Soy, y no soy a la vez, conocimiento de la tumba; la tumba es cristal inconmovible, y el ser es desde el momento en que se tiene la capacidad de morir” (El Escalpelo). Y más adelante argumenta: “El hecho de morir no le priva a uno el derecho de morir otra vez. Ahí está el secreto de la existencia”. Años después, en su libro Recorrer esta distancia (1973), escribió: “Y yo digo que uno debería procurar estar muerto. / Cueste lo que cueste, antes de morir. Uno tendría que hacer todo lo posible por estar muerto”.

Esa búsqueda al parecer ya había dado sus frutos años más tarde, según testimonia en carta personal dirigida a su amiga Blanca Wiethüchter, cuando le dijo: “Estoy solo, soy solo, estoy muerto”. Y del estar muerto, concluye que “La muerte es el olvido”.

Plural prepara también la publicación de una obra con toda la poesía completa de Saenz y además hará una reimpresión de la obra Felipe Delgado que ya está agotada.

domingo, agosto 14, 2011

El caso del Pérez de Holguín



Con esta novela, Adolfo Cárdenas deja por un momento a su musa: la ciudad de La Paz. Porque El caso del Pérez de Holguín tiene un contexto en otro lugar del país.

En la obra, una novela negra breve, el autor trata sobre un hecho policial que es el robo de obras del famoso artista boliviano, que ocurre entre las ciudades de Sucre y Potosí.

“Prestándome algo pronunciado por el escritor chileno José Donoso, diría que El caso del Pérez de Holguín es un divertimento, una nouvelle o un cuento largo sobre un robo real acaecido en Potosí en la década de los 80 del siglo pasado”, explicó Cárdenas en una entrevista anterior a Página Siete.

El autor confesó que el hecho de utilizar el contexto de otra ciudad no significa que haya cerrado un ciclo sobre La Paz e incluso adelanta que prepara una nueva obra ambientada en la urbe paceña que desea publicar el próximo año.

Cárdenas también contó que la historia del robo de las telas sucedió realmente en Potosí, lo que lo obligó a ambientar su novela en esa ciudad, y por lo tanto variar en la trama característica de sus narraciones.

sábado, agosto 13, 2011

El charanguista de Boqueron



Comentario de la novela de Caceres Romero por
Ivan Prado Sejas


Victor, el charanguista, rompe la concordancia del hombre animal versus el hombre animal, independientemente de la nacionalidad inmersa en la guerra entre bolivianos y paraguayos. Por esto, dos escenas marcan la obra, una, donde el charanguista mata a un congénere y sufre por haber acabado con un semejante, puesto que no existe guerra justa, porque todas las guerras provocan sufrimiento de los actores principales (los soldados y los oficiales) y de sus familiares que padecen durante la eterna espera. Otra escena emerge cuando las tropas bolivianas y paraguayas hacen un alto para escuchar la música interpretada por dos artistas, uno boliviano y otro paraguayo. En la novela, cada escena que transcurre es una película que recrea momentos donde el “ser humano”, ―interpretado no solamente por Victor, sino también por el teniente Taborga, el estafeta Félix, el cabo Juan, Manchego, Ustarez, Marzana y otros héroes tanto bolivianos y paraguayos―, se glorifica en acciones muy sensibles, o se convierte en un instrumento de tortura o muerte de propios y extraño.

viernes, agosto 12, 2011

Evadas : Anecdotario de frases de Evo Morales



El libro, titulado “Evadas”, fue escrito por el periodista Alfredo Rodríguez, quien dijo que dado al éxito del mismo, se siente motivado a publicar una segunda versión. Rodríguez explicó que “existe gran expectativa y la verdad no me lo esperaba”.

“Evadas” también se vende en Argentina, Chile y España y además será traducido al inglés y portugués, dijo el autor.

Una de las frases incluidas en el libro trata de la comida. “El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres”, dijo Morales en abril de 2010.

En otra oportunidad, el mandatario acusó a las telenovelas por los divorcios y las definió como un problema estructural.

En la publicación están recopiladas cien frases sobre todo tipo de tema, incluyendo mujeres, comida y política. El mandatario boliviano a visto caer su popularidad en los últimos meses.

jueves, agosto 11, 2011

Las grandes novelas y nuestro perro interior





Por Sebastián Antezana - La Prensa - 31/07/2011


Hace algunos días trascendió la noticia de que Umberto Eco, el conocido escritor y medievalista italiano, publicará el 5 de octubre una versión light de su famosa novela El nombre de la rosa. Según las declaraciones que dio a mediados de mes al periódico romano La Repubblica, Eco “aligerará” ciertos pasajes y “refrescará” el lenguaje de su obra, un thriller erudito que está ambientando en un monasterio de la todavía en formación Europa del siglo XIV. Dice la nota de La Repubblica: “El escritor pretende actualizar su libro para aproximarlo a las nuevas tecnologías y generaciones. El objetivo es que, quienes sólo conocen la obra por pasajes en internet, dada su dificultad idiomática o por lo denso de algunos pasajes, puedan leerla también”.
Más allá del debate que se origina cada vez que un escritor vuelve, para modificarla, a una obra hace tiempo terminada y publicada —es evidente que tiene todo el derecho de hacerlo—, y teniendo en cuenta que la obra aquí en cuestión es uno de los monumentos fundamentales de la literatura occidental del siglo XX, tocaría preguntarse por una actitud que, creo, en este caso va más allá de un mero afán mercantilista —Eco es, hace muchos años, un best seller internacional— e incluso más allá de cierta actitud ante la que, seguramente muchos se habrán quedado sorprendidos. Es decir, que no creo que Eco haya decidido modificar su obra cediendo puramente a los impulsos del gran mercado, ni tampoco que su nueva apuesta por una mayor accesibilidad de su novela se deba exclusivamente a un reblandecimiento de carácter propio de la edad —tiene ya 79 años— ni mucho menos a un menor compromiso con la literatura. Creo que una versión light de El nombre de la rosa obedece a un movimiento mucho mayor y de más largo alcance, que se ha venido dando en las literaturas de todo el mundo, y, más cercanamente, en literatura actual que se produce en castellano.

Me explico. Salvo algunas muy notables excepciones, los últimos 20 años para la narrativa hispanoamericana han sido un tiempo de obras relativamente menores. Como muestra un botón. Hace algunos días, el crítico peruano Gustavo Faverón advertía sobre la progresiva desaparición de un género clave para nuestra expresión: el cuento —también con las excepciones del caso—, y le echaba la culpa, entre otras cosas, a la ciega y monstruosa maquinaria del mercado editorial —a estas alturas, y en muchos países, dando unos últimos manotazos de ahogado para tratar de permanecer a flote.
Deteniéndonos ya de lleno en la novela, género omnívoro y polifónico por excelencia, que propicia el desarrollo y el detenimiento, el uso de múltiples recursos y técnicas literarias, las obras que se producen en el mundo hispano parecen haberse vuelto, también, cada vez más simples, más lineales, menos atrevidas, menos experimentales, más estandarizadas y previsibles. La literatura en castellano parece haber perdido un norte que, aún, de alguna manera, hace de faro para otras, como la norteamericana: el mito de la gran novela. No quiero hacer aquí ningún juicio de valor sino, simplemente, marcar unos hechos que son trascendentales porque están marcando las direcciones hacia las que se mueve la ficción de nuestros países. El espíritu que motivó, primero, a la generación del boom y el realismo mágico, y después a la inevitable y comprensible respuesta contraria: el Crack en México y McOndo en Sudamérica, parece haber desaparecido de nuestras letras. Parecen haberse perdido, así, las grandes gestas, las ambiciones desmedidas, la escritura que no puede esperar para narrarse, y han sido suplantadas, en muchos casos, por una ficción más tibia, menos seductora, menos convincente.
Esto, claro, se da en varios niveles. La estructura novelística, la forma en que se cuentan las historias, parece haber perdido cierto afán inventivo —que en el fondo no es otra cosa que la minucia y el ojo clínico del escritor-orfebre— y haberse vuelto más lineal. Los temas y las tramas parecen también haber dejado de ser mayores: ya no se inventan ciudades ni se narran grandes genealogías; la locación geográfica de la acción se ha vuelto, en muchos casos, secreto de estado y muchos personajes parecen vivir una desconexión esencial con el resto del mundo. Hay más ejemplos. El mundo editorial, por supuesto, apunta siempre a las ventas, a conseguir mayores números de lectores, y esto, de cierta forma, obliga a un escritor a estandarizar sus temas, a alejarse de lo complejo, a ser más complaciente y menos exigente con sus lectores. Pero todavía hay más. Cuando decía que durante las últimas dos décadas la literatura en español parecía haber dado, sobre todo, obras menores, me estaba refiriendo también a la extensión. A diferencia de mercados como el estadounidense —en el que el año pasado salió con muchísimo éxito crítico y de ventas la última novela de Jonathan Franzen, Libertad—, hoy ya es muy raro ver una novela escrita en nuestro idioma que supere las 400 páginas. Déjenme repetirlo, esto no es necesariamente malo, es simplemente un cambio de dirección respecto de un paradigma anterior.
Y bueno. Creo que ésa es la línea que intenta explorar Umberto Eco cuando dice que escribirá una versión light de El nombre de la rosa. Claro, puede ser que en su decisión haya tenido que ver un poco su edad avanzada, el deseo de hacer más plata y algunas cosas más, pero creo que su caso ilustra un movimiento mucho mayor, el de gran parte de la literatura actual.
Hablar con los perros, la más reciente novela de Wilmer Urrelo es, precisamente, todo lo contrario a lo dicho. Su novela anterior, Fantasmas asesinos, que ganó el Premio Nacional de Novela 2006, ya mostraba lo que esta nueva obra confirma: la pasión de Urrelo por la novela como género mayor; su capacidad para extenderse por varios cientos de páginas sin perder la atención ni la curiosidad del espectador; su talento para seducirnos y asombrarnos mostrándonos al mismo tiempo lo más crudo y lo más trivial de la naturaleza humana. En este caso, Urrelo no inventa un espacio sino que prolonga y enriquece uno existente: la ciudad de La Paz. Esa ciudad de “calles grises y feas y olvidables”, esa ciudad en la que la miseria, la pobreza y el ridículo parecen campear a su antojo, creando víctimas que se transforman en personajes inolvidables, como el Perro Loco, como Alicia, como Ananías alias el Papá. Los personajes de esta novela son a veces cáscaras, cubiertas de un algo vacío o acallado por la soledad, la tristeza y la impotencia. Son seres problemáticos, sumergidos en el lento y apacible infierno de la cotidianidad, que un buen día, después de algo que comienza en la Guerra del Chaco y que parece no tener fin, recuperan el habla, la alegría, la conciencia.
Ese algo, como es usual en las novelas de Urrelo, está entre lo sórdido y lo seductor. Si la figura por excelencia de su anterior novela era el fantasma, como lo indicaba el título, la que se destaca ahora, como también lo indica el título, es el perro: el animal que muerde y salta y se arrastra, que todo lo ve y lo escucha y lo huele desde abajo, y sus ansias cotidianas son, de muchas formas, las de la voz narrativa, las de las voces narrativas. Aquí se debe hacer un pequeño paréntesis: no creo conocer nada en la literatura boliviana, por lo menos contemporánea, que se parezca a lo que sucede en esta novela, al menos a nivel narrativo. La narración se ha desembarazado aquí de las reglas clásicas del juego y se constituye en una voz extrañamente omnipresente pero reservada, en un relato que se dobla y vuelve sobre sí mismo, para luego desdoblarse en dos, tres, cuatro, cinco y hasta seis voces. Así, no es raro que en un capítulo cualquiera del libro, la acción sea contada mediante cinco o seis narradores al unísono, sin saberse del todo dónde acaba la voz de uno y comienza la del otro, y que narran experiencias e historias que transcurren en tiempos y en lugares distintos. Y esto sin pausas, sin orden de continuidad lógica más allá de su propio ritmo endiablado, absolutamente desafiante y capaz de entregar recompensas al lector que sabe acostumbrarse a él.
Ésta es una novela, como decía, que cuenta varias historias: la del Perro Loco y su familia, la del Perro Loco y Alicia, la de Alicia y Aníbal, la de Alicia y Papá, la de los Soriano, la de los Infernales, de sus parejas, las de varios más. Es una novela que cuenta relaciones amorosas que nunca se dan por culpa de la timidez o la imbecilidad, que cuenta crímenes exitosos y crímenes frustrados, que cuenta la guerra y sus habitantes, la guerra y sus consecuencias sociales, económicas, psicológicas e incluso metafísicas, la de sus consecuencias carnales.
Hay más. Está ahí el cuerpo y su extrema fragilidad, el cuerpo que se desintegra mediante la violencia sistemática de un otro mayor y fundamentalmente incomprensible, esa suerte de cuerpo/zoe —palabra griega que se refiere a un ser, casi un animal, nacido para ser víctima— que nos hace vislumbrar la peligrosa cercanía de nuestra propia desaparición. Hablar con los perros cuenta también a la ciudad, una La Paz que es muy conocida y muy nueva para nuestros ojos, una La Paz descrita a veces desde la diferencia de clase y en la que conviven varias estéticas en apariencia disímiles.
Leer esta novela de Urrelo es una experiencia desafiante y rigurosa, y por eso, como lector, debo agradecerle: por tratar de devolverle la sorpresa a un género cada vez más previsible, la ambición a un discurso crecientemente mezquino, lo seductor a un terreno cada vez más estandarizado. La novela nos devuelve también ese deseo, que parecía perdido, por tratar de escribir la gran novela, ese relato que, aunque es utópico y esencialmente inalcanzable, nos devuelve la dignidad y la capacidad de escribir en grande, de pensar en grande y de inventar en grande.
Hablar con los perros es, quizás, y, fundamentalmente, una gran apuesta por la imaginación. Urrelo se ha propuesto escribir una novela compleja y sofisticada, y hacerlo desde un lugar que desconcierta y sorprende: el discurrir irremediablemente ajeno, imposible de comprender del todo, de un perro, la mayor de las veces callejero, esa quintaesencia de La Paz que percibe las cosas y las recrea desde cuatro patas y una cabeza lanuda en quién sabe qué número de voces, para entregarnos después, en la novela, un mosaico deslumbrante de violencia, desnudez y ficción, que realmente recomiendo leer.

3 son los años que, de acuerdo con el propio Urrelo, le tomó la escritura de esta desafiante y seductora novela.

652 páginas tiene este nuevo emprendimiento del galardonado escritor paceño, nacido en 1975 .

La frase

“La música es fundamental en el proceso creativo. Yo descubrí el metal, por ejemplo, y el grupo Brujería a los 13 años. Creo que su intensidad tiene que ver con mi elección de algunas temáticas. Como también la melancolía de algunas letras deIntoxicados o Jóvenes Pordioseros”.

Wilmer Urrelo

De Urrelo, la figura definitiva era el fantasma, la que se destaca ahora, como lo indica el título, es el perro: el animal que muerde y salta y se arrastra, que todo lo ve y lo escucha y lo huele desde abajo, y sus ansias cotidianas son, de muchas formas, las de la voz narrativa, las de las múltiples voces narrativas de esta novela.
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