'Imágenes paceñas', a 25 años de la muerte de Saenz
Por Elías Blanco y Página Siete - 15/08/2011
Con muy buenas noticias para sus numerosos seguidores, hoy se recuerdan 25 años de la muerte de Jaime Saenz, acaso el más emblemático poeta y narrador paceño de la segunda mitad del siglo XX.
Plural Editores confirmó la presentación -en los siguientes días- de una nueva versión de Imágenes paceñas, libro de crónicas y fotografías en el que el autor retrata su particular visión de personajes y lugares de La Paz.
“Con el objetivo de rescatar la idea original que tenía el autor, Imágenes paceñas saldrá a la venta a fin de mes”, adelantó Mauricio Souza, director de ediciones de Plural. El libro tendrá 60 fotografías e incluirá una reseña de la primera edición y la fotografía que Saenz escogió originalmente para la tapa.
“Coordinamos con Javier Molina, el fotógrafo con el que trabajó el escritor. Estamos restituyendo la esencia con la que la obra fue pensada, pero que no pudo plasmarse”, explica Souza.
Con esta obra, Plural termina de reeditar toda la prosa del escritor paceño, pues en la última década ya reeditó La piedra imán, Vidas y muertes, Felipe Delgado, Los papeles de Narciso Lima Achá, entre otros.
También se editó una recopilación de su producción dramatúrgica y el libro inédito Tocnolencias.
Evocación
El sábado 16 de agosto de 1986, a poco de alcanzar los 65 años, Jaime Saenz falleció en la Casa del Poeta de la zona de Miraflores. Los motivos de su muerte fueron varios, producto de sus duras experiencias con el alcohol y lo descuidado que siempre fue con su salud y alimentación.
Los meses previos al desenlace fatal son narrados por su amigo Leonardo García Pabón: “En la Navidad de 1985 había vuelto a la bebida y, al parecer, ya con la intención de terminar con su vida. No dejó el alcohol hasta pocos días antes de su muerte”.
“En esos meses -continúa- de diciembre de 1985 hasta julio de 1986, acumulaba las botellas vacías en su armario. A mediados de julio fue trasladado al hospital en estado comatoso. Tres semanas después volvió a su casa ya para morir. Alcanzó a darle a un mensaje final a su amiga Blanca Wiethüchter: ‘sólo el amor salva’, una frase de Göethe”.
Su médico de cabecera, Carlos Alfredo Rivera, recuerda: “en la última temporada, su deterioro físico fue notable. Cuando alguna vez tenía que pincharle una inyección, lo digo honestamente, no sabía en qué porción muscular hacerlo: estaba convertido en piel y hueso”.
La tía Esther, el ser mitad real y mitad divino que lo acompañó toda su existencia, recordaba de esas jornadas algo esencial que le dijo Saenz:
“Qué te dejo' dinero, sabes que no hay dinero. Mi obra nomás se queda contigo”. Y la tía resumió así su dura experiencia: “He cumplido. Le he cerrado los ojos a mi madre, a mi esposo, a mi hermana y al ser más querido de mi vida: el Jaime”.
Y sobre el velorio, García Pabón cuenta: “la noche del velorio de Jaime Saenz (16 de agosto de 1986), cerca de la medianoche, quedamos acompañando su cuerpo (y quien sabe su alma) tres de sus amigos, de los más cercanos y fieles a su obra, más un borracho, un simple conocido de Jaime, quien se había quedado dormido en una silla”.
Y agrega: “estábamos acompañando y despidiendo su cuerpo muerto, imaginando que ya habría llegado al ‘estar muerto’ que tanto pregonó en su obra literaria como medio de encontrar el conocimiento verdadero, y a manera de paliar el dolor de la pérdida del amigo, pasamos la noche leyendo en voz alta fragmentos de su obra”.
“Esto era como la última reunión de los Talleres ‘Krupp’, y como tal ha quedado en mi memoria”.
Al día siguiente por la tarde, Saenz fue enterrado en el Cementerio General de la ciudad de La Paz. Su tumba está a los pies de un pino antiguo, rodeado por varios cuarteles de nichos que se entremezclan como en las complejas ciudades, sólo que el silencio domina el ambiente.
La muerte recurrente
Pero la muerte había sido un tema recurrente en la obra de Saenz. Ya en 1955, publicó sus primeras reflexiones: “Soy, y no soy a la vez, conocimiento de la tumba; la tumba es cristal inconmovible, y el ser es desde el momento en que se tiene la capacidad de morir” (El Escalpelo). Y más adelante argumenta: “El hecho de morir no le priva a uno el derecho de morir otra vez. Ahí está el secreto de la existencia”. Años después, en su libro Recorrer esta distancia (1973), escribió: “Y yo digo que uno debería procurar estar muerto. / Cueste lo que cueste, antes de morir. Uno tendría que hacer todo lo posible por estar muerto”.
Esa búsqueda al parecer ya había dado sus frutos años más tarde, según testimonia en carta personal dirigida a su amiga Blanca Wiethüchter, cuando le dijo: “Estoy solo, soy solo, estoy muerto”. Y del estar muerto, concluye que “La muerte es el olvido”.
Plural prepara también la publicación de una obra con toda la poesía completa de Saenz y además hará una reimpresión de la obra Felipe Delgado que ya está agotada.
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