sábado, agosto 20, 2011

PROGRESO Y BIODIVERSIDAD




No sólo los indígenas son los que no quieren la construcción de una carretera que desgarrará el corazón de la madre selva; y como dice el indio Seatle, no la hemos heredado ni como Estado ni como nada, solamente se los hemos pedido prestada a nuestros hijos. Tampoco está de acuerdo con ésta, el desocupado que no tiene un boliviano para el pan de sus hijos, ni el adolescente que se prepara la pre o el servicio obligatorio, peor ese que acaba de graduarse en economía aunque ya está pensando en comprarse un chuto para meterle de chofer, ni la señora de la casa que hace magia con el magro sueldo del marido hasta que llegue el fin de mes, ni la niña ni el niño que se quedan horas mirando los dibujos de la Warner Bross ajenos a la intención del gobierno que quiere robarles el aire de mañana; si siquiera está de acuerdo el minusválido, el oficinista, la madre soltera, el anarquista que piensa que es comunista, ni el masista más recalcitrante que sabe que lo que es en el fondo, es un fascista, ni el joven que fuma marihuana, ni la señora que tiene dos maridos y el tercero a medias, ni el enfermo terminal que espera por un trasplante, ni el abogado laboralista, pero aún, el constitucionalista para quien lo primero que se debe hacer, piensa, es constitucionalizar la Constitución… con todos ellos, todos bolivianos, que sufren los desmanes de un gobierno de la improvisación, por el momento, los únicos que sueñan con esa carretera son los cocaleros, para inundar la selva de coca y cocaína.

Es necesario romper una lanza, romper el silencio en honor de la biodiversidad que se cobija en el TIPNIS (Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure). Nada más humillante para los bolivianos y su soberanía, que un puto extranjero, ex – jesuita, ahora director de ABC Bolivia, después de haberse cogido a una de sus catequistas cuando todavía fungía de asqueroso misionero bajo un sotana, salga a decir que esa carretera, estén o no de acuerdo los indígenas se tiene que construir. Si no fuera porque para el españolito ese, gamberro y merluzo, le parecemos los bolivianos unos idiotas, hubiéramos quizá creído el cuento ese del progreso y el proyecto, dizque, monstruoso de integración que el gobierno tiene. No señor. La cosa aquí va por otro lado. Y es que nada más es un asunto político con el que se quiere pagar algún compromiso económico con transnacionales brasileñas. No está de más recordarle al ex – combatiente de la Compañía de Jesús –que más pudieron sus bajos instintos de la carne que la vocación de servicio y seguimiento a Cristo- que una cosa son los caminos del Señor y otra muy distinta los caminos del país, debieran estar en manos de ingenieros y no ex – curas.

Es inconcebible y raro, que a estas alturas de la democracia intercultural, un asunto tan sencillo se una cosa obscura y secreta para la opinión pública, la construcción o no de una carretera, sobre todo en lo que se refiere a sus fines, medios, motivaciones y estrategias. Ya es hora de someter el tema del desarrollo y la cultura a debate nacional, pero, mucho más urgente y concreto, merece un debate claro y abierto, el TIPNIS y su biodiversidad frente al progreso. Quienes deben decidir sobre la viabilidad o no de una carretera por su territorio son los indígenas y no por aquellos que vienen instrumentalizando la cosa indígena para fines sectoriales.

A los bolivianos no nos interesa si dicha carretera es una obra monstruosa para el desarrollo, si es buena o mala, conveniente o caprichosa, sino el hecho de que se quiera cambiar la geografía natural de una reserva tan importante, sin que los bolivianos tengamos conciencia claro de lo que eso implica. La biodiversidad natural de un territorio no es igual que un discurso del Señor Presidente o Vice y/o cualquier político, que cambia de rumbo de forma natural. El TIPNIS es un territorio fundamental para la vida de los indígenas ¿De quién es la biodiversidad que se quiere asesinar? ¿Del progreso o de los que habitan en la selva?



Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo



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