VÍCTOR MONTOYA ; “La literatura infantil va en botas de siete leguas”
Por Samdra Arias
“Los niños tienen derecho a contar con una literatura que no tenga afán didáctico, sino que más bien estimule su fantasía y su actividad lúdica”, es el cimiento del ensayo “Literatura Infantil - Lenguaje y Fantasía”, del escritor boliviano Víctor Montoya, reeditado este mes por Kipus.Editado por primera vez en 2003, del ensayo destacan las investigaciones rigurosas realizadas sobre el tema y la capacidad analítica del autor de una obra considerada fundamental en el ámbito de la literatura infantil y juvenil.En la contratapa del libro se lee: “Desde mucho antes de que se inventaran la tinta y el papel, los niños y jóvenes se apoderaron de los cuentos sencillos de la tradición oral (…) hasta que éstos empezaron a transcribirse en libros profusamente ilustrados. Así es como la literatura infantil y juvenil, tras haber sido la Cenicienta de la literatura universal, pasó a convertirse en la princesa que hoy acapara la atención de los lectores (…)”.El libro aborda aspectos del psicoanálisis de los cuentos de hadas, el desarrollo idiomático de los niños, el poder de la fantasía como medio de liberación de las ataduras emocionales, la trascendencia de las narraciones provenientes de la tradición oral, el lenguaje simbólico en los cuentos populares, la identificación de los niños con los superhéroes y la importancia de las ilustraciones, entre otrosMontoya confiesa no haber escrito jamás un solo libro destinado a los niños “porque no es fácil meterles gato por liebre” y se considera un estudioso apasionado del tema. En esta entrevista realizada por correo electrónico, pues el autor vive en Suecia, Montoya habla de sus motivaciones para escribir el ensayo, el avance del género, la ruptura con lo meramente didáctico, las temáticas, el aporte de las escritoras a la producción nacional y también hace un perfil ideal sobre cómo debería ser el adulto que induzca a los niños a la lectura.
Lecturas (L): Dentro de su obra no existe ningún titulo dedicado a los niños. ¿Qué le motivó a escribir un libro teórico sobre literatura infantil?
Víctor Montoya (VM): Es verdad, nunca he escrito un solo libro dedicado a los niños, porque considero que se trata de un arte complejo, que requiere varios recursos literarios para ser auténtico y atrapar la atención de los niños. Es justamente este aspecto el que me motivó a escribir este libro teórico, en el cual intento explicar que la literatura infantil es una literatura con mayúsculas como la literatura destinada a los lectores adultos.No se puede elaborar cualquier mamotreto a nombre de literatura infantil, como si los libros destinados a los niños fuesen el vertedero de todo lo peor y como si los escritores que se dedican a cultivar este tipo de literatura fuesen una suerte de “escritores fracasados”. Lo que yo intento con el libro es cambiar la opinión equivocada que se tiene en torno a la literatura infantil que, durante mucho tiempo, no fue reconocida como tal, no sólo debido a factores socioeconómicos, sino también debido a que los sistemas educativos privilegiaron siempre los libros de texto, cuya principal función es impartir conocimientos en las escuelas, y no los libros que estimulaban la fantasía y la creatividad de los niños.
L: Su libro es una reedición pues la obra fue publicada en 2003, ¿cuánto cambió el panorama de la literatura infantil desde entonces?
VM: Desde entonces, ha avanzado a pasos agigantados, como con las botas de siete leguas de Pulgarcito. Hoy se ve una mayor producción y se cuenta con un par de editoriales especializadas en este campo. Se organizan ferias de libros infantiles y se estimula mejor a los escritores e ilustradores que dedican su tiempo y talento a la creación de obras destinadas a los pequeños lectores.
L: En la contratapa del libro dice que la literatura infanto-juvenil fue la Cenicienta de las letras ¿A qué se debe esa afirmación?
VM: Nada más cierto que esa afirmación. Efectivamente, durante mucho tiempo y a espaldas del deseo de los niños, la literatura infantil fue considerada la Cenicienta de las letras. En cambio hoy, gracias a los avances en las ciencias humanas y las investigaciones psicopedagógicas, esta misma Cenicienta se ha convertido en la princesa de las letras, con una enorme cantidad de ofertas bibliográficas que atraen la atención tanto por su forma como por su contenido. Tenemos, por ejemplo, los libros-álbum para los más pequeños, con maravillosas ilustraciones y formatos que son verdaderas joyas de arte.
L: ¿Existe algún autor nacional contemporáneo cuya obra haya salido de los límites nacionales?
VM: No existe sólo uno, sino varios. Se puede aseverar que la producción nacional de literatura infantil, que está viviendo su época dorada, cuenta con excelentes exponentes, sobre todo mujeres, que han dado muestras de que sus obras pueden ser leídas tanto dentro como fuera del país. Prefiero no dar nombres para evitar cualquier susceptibilidad.
L: ¿Hay alguna tendencia en la temática actual?
VM: Predominan los libros inspirados en la temática nacional y la tradición oral. No faltan los que tratan temas fantásticos, de terror y los siempre apreciados temas sobre espanto y aparecidos. Lo importante es que los escritores contemporáneos de la literatura infantil y juvenil se apartaron, de una vez y para siempre, de la literatura didactista que tenía el propósito de enseñar a los niños y jóvenes conductas de buen comportamiento ético y moral de manera machacona y a rajatabla, olvidándose que éstos estaban ya cansados con las lecturas de los libros de texto, que les encajaban sus educadores para cumplir con el programa escolar.
L: Así como existe una literatura latinoamericana, evidenciada con el boom de los años 60, y puesto que compartimos una historia común, un mismo idioma, condiciones socio-económicas similares y otros elementos comunes, ¿se podría hablar de una literatura infanto-juvenil latinoamericana?
VM: Desde luego que sí. En nuestro continente se dio el mestizaje étnico y cultural no sólo en lo social, sino también en la conformación de las fábulas, mitos y leyendas. Esto se refleja en las creaciones de la tradición oral mediante rasgos pertenecientes a las tres raíces culturales que son la columna vertebral de los países latinoamericanos: la indígena, la europea y la africana. De ahí que no es casual que un niño centroamericano guste del mismo cuento que un niño del altiplano, aunque vivan en zonas geográficas diferentes. Creo que el valor universal de los cuentos bien contados radica en que éstos manejen recursos lingüísticos y emocionales que les permiten traspasar fronteras, como sucede con las manifestaciones pertenecientes a la culturas populares que son de carácter anónimo y transmitidas oralmente de generación en generación.
L: ¿Ve apoyo de las editoriales?
VM: En los últimos tiempos, han asumido un mayor respeto por la labor de los escritores e ilustradores de literatura infantil. Han descubierto que éste es un sector en el cual se puede invertir, con la esperanza de recuperar al menos lo invertido. La demanda es tan grande y la oferta no se hace esperar.
L: ¿A qué cree que se deba que en Bolivia recién este año se haya instituido un premio nacional de literatura infantil?
VM: Al subdesarrollo socioeconómico del país y a la falta de mejores políticas culturales. No contamos con una infraestructura que nos permita proyectar mejor la producción literaria nacional. Las ferias de libros y los concursos están impulsados y auspiciados por iniciativas de empresas privadas, cuando en realidad debían ser patrocinados por el Estado, cuya obligación es velar por el desarrollo de la cultural y la educación, dos pilares fundamentales sobre los cuales se asienta el futuro de una nación.Además, en Bolivia recién se está tomando conciencia de que los niños tienen derechos ciudadanos y que uno de esos derechos es el acceso a una literatura que contribuya a su desarrollo emocional, lingüístico e intelectual.
L: Usted vive fuera del país, pero hace un seguimiento estrecho de lo que sucede ¿Cree que el sistema educativo nacional rescata la producción literaria boliviana?
VM: Sí, pienso que después de la penúltima reforma educativa, que revalorizó la producción literaria infantil en Bolivia, los educadores han asumido con mayor seriedad la importancia que tiene la literatura infantil en el ámbito del sistema educativo; es más, si antes usaban en las escuelas, como materiales de apoyo en el proceso de enseñanza, textos plagados de referentes foráneos: castillos, príncipes encantados, hadas, doncellas, dragones, etc., ahora están usando libros de autores nacionales que, de un modo o de otro, retratan el acervo cultural de un país multifacético, pluricultural y multilingüe como el nuestro.
L: En la región ¿qué países destacan en calidad literaria, en este género?
VM: Los que despuntan con su producción siguen siendo Argentina, Uruguay y Colombia. Abrigo las esperanzas en que Bolivia pueda acomodarse al nivel de ellos en los próximos años.
L: Ya que debe ser un adulto el que acerque y estimule la lectura en los niños, ¿cómo describe idealmente al adulto mediador entre los niños y la lectura?
VM: Me lo imagino como a un adulto que posee alma de niño. El adulto que se acerque al mundo de los niños debe zambullirse en el pensamiento y sentimiento de los niños, ser como uno más de ellos. Debe despojarse de su sentido de autoridad, su ropaje de adulto y de su pensamiento racional, para ascender al nivel intelectual de los niños y acceder a ese maravilloso jardín, hecho de ilusiones y de sueños, donde los niños viven su realidad a merced de la fantasía; de lo contrario, el adulto que quiera estimular la lectura de los niños con gritos, severidad y amenazas, corre el riesgo de parecerse a los adultos contemplados por el Principito en la obra de Antoine de Saint- Exupèry