domingo, octubre 23, 2011

Entrevista a Adolfo Cáceres Romero : "Hago obras de analisis no recreativas"



En la Foto : Adolfo Cáceres (segundo a la izq.) junto a Renato Prada (de lentes) cuando recibieron el Premio Municipal de Cuento, en 1967. | Fotos: Adolfo Caceres - Los Tiempos

Por Sandra Arias

Lecturas (L): Son más de 40 años dedicados a la literatura. ¿Cómo evalúa ese recorrido?




Adolfo Cáceres (AC): No fue fácil, sobre todo por las exigencias que me impuse. Abarqué la narrativa y el ensayo, con criterio histórico y social, fundamentalmente. También ingresé en el ámbito didáctico, con mi “Manual Práctico de Lectura y Redacción”, tal vez mi obra más exitosa por las ediciones que tiene. Fueron ocho en total y voy preparando la novena, fundamentada en la Gramática Generativa, que descubrí.



En cuanto a la ficción, comencé con un cuento que me dio más de lo que esperaba, me refiero a “La emboscada”, que ganó el Premio de la UTO (Universidad Técnica de Oruro), en 1967, siendo el más traducido y antologado de entre todos los que tengo.



Con mi “Nueva Historia de la Literatura Boliviana”, procuré hacer la mejor historia de la literatura boliviana que tiene el país. No sé si lo logré, el tiempo lo dirá. Me salieron cuatro volúmenes, a partir de las creaciones literarias de antes de la Colonia, hasta nuestros días, volumen IV que ya está en prensa, teniendo en cuenta que los anteriores van siendo reeditados por la editorial Kipus, así como mi “Diccionario de la Literatura Boliviana”, mis cuentos y novelas.



L: Usted llegó de Oruro para estudiar Medicina, ¿en qué momento se dio cuenta de que no era lo suyo?



AC: Cuando ingresé al anfiteatro, para practicar con cadáveres. De las 25 prácticas programadas para ese entonces (1956), no realicé ninguna.



L: ¿Qué lo encauzó por el camino literario?



AC: Pienso que mi vocación fue despertada y estimulada por mi madre, que me contaba cuentos desde que era muy niño.



L: Comenzó escribiendo una obra de teatro ¿Qué lo motivó?



AC: Me gustaba el teatro. Dramatizaba mis juegos infantiles. Los muñecos que me hacía de cartón, formaban parte de una trama que urdía con mis hermanos y amigos. Siempre asistía a las representaciones teatrales. Había un grupo que recorría por las ciudades del país, dirigido por Celso Peñaranda. Escribí esa mi única comedia cuando tenía 16 años, la pulí y estrené en Quillacollo, en el Teatro Teófilo Vargas, cuando cumplía con mi año de provincia como profesor de Literatura del Liceo América, en 1962. Era una comedia fácil que llevaba el título de “Más fácil que robar es trabajar”.



L: Mientras estudiaba en la Normal Católica se hizo amigo de Renato Prada ¿Qué es lo que más recuerda de esa amistad?



AC: Las lecturas que teníamos, admirábamos a los mismos autores, empezando por Borges. También leíamos a los clásicos del siglo de oro español, especialmente a Lope de Vega, Quevedo y Cervantes.



L: Fue parte de la segunda generación de Gesta Bárbara, junto a Edmundo Camargo Ferreira, Héctor Cossío Salinas, Eliodoro Ayllón Terán, Antonio Terán Cavero y Gonzalo Vásquez Méndez. Describa esa experiencia.



AC: Fue una experiencia inolvidable y decisiva para mi carrera literaria. Si bien yo no era poeta, como ellos; apreciaban lo que hacía, especialmente Jaime Canelas, que me prestaba libros y analizaba mis cuentos, mostrándome sus virtudes y defectos.




L: Cuando murió su amigo Edmundo Camargo, en 1964, usted estaba escribiendo “La mansión de los elegidos”, su primera novela y una empresa en la que Camargo era su impulso, ¿como le afectó esto?



AC: Terriblemente, al punto que dejé de escribir esa novela por un tiempo. Había concluido la primera parte y no encontraba un aliciente para continuar; afortunadamente Renato Prada era mi otro puntal, pues también había fallecido Jaime Canelas.



L: En 1967 ganó el Premio Nacional de Cuento de la Universidad Técnica de Oruro, con “La emboscada” y con Renato Prada ganó el Premio Municipal de Literatura y Ciencias, en Cochabamba. ¿Que siente un escritor al recibir no solo su primer premio, sino al hacerlo en dos concursos a la vez?



AC: Como todo escritor que gana un premio, se siente una gran alegría; pero no tanto por el premio en sí, sino por la seguridad y confianza que uno va adquiriendo, para continuar con su labor literaria. Si bien los premios no siempre son consagratorios, sirven porque despiertan el interés de los lectores y también de los editores; entonces, uno se siente más seguro con lo que hace. Debo aclara que esa seguridad, en mi caso, me llevó a ser más exigente con lo que hacía. Cualquier premio no es más que un comienzo de lo que vendrá. Nos conmina a mejorar.




L: Para la obra presentada al premio municipal de Cochabamba ¿cómo surgió la idea de las dos carátulas de “Galar”, de Adolfo Cáceres y “Argal”, de Renato Prada?



AC: Bueno, de acuerdo a la convocatoria, solo se iba a editar el libro ganador; el caso era que se tenía dos autores y dos libros fusionados. Entonces, los cuentos de uno de nosotros irían al comienzo y los del otro después, para lo cual íbamos a someternos a un sorteo; sin embargo, como Antonio Terán, director de Cultura de la Alcaldía Municipal de entonces, estaba leyendo “Lagar, poemario de Gabriela Mistral, se nos ocurrió jugar con el título y hacer un solo libro con dos carátulas, anverso y reverso. “Argal”, para Renato Prada y “Galar”, para mí.



L: ¿Cuál era la tónica de la columna “Tribuna educativa” que usted publicaba en Los Tiempos?



AC: Analizaba, dos veces por semana, problemas relacionados con la educación en los colegios y escuelas del país y también en la Universidad. En ese entonces se gestaba la Reforma Educativa, con el ministro Enrique Ipiña Melgar. Con miras a orientar a los maestros y a la opinión pública en general, sobre la importancia de esa reforma, analizaba los sistemas que había adoptado nuestro país, sus resultados, teniendo en cuenta que educación y salud son los pilares del desarrollo. Curiosamente, éramos y somos uno de los países más ricos de América, por nuestros ingentes recursos naturales, pero continuamos sumidos en la pobreza. Con un cambio cacareado a todo pulmón que, según se ve, nos lleva a estropear y contaminar territorios de reserva natural, pensando en una explotación que beneficiará al país, encontramos que los impulsores de esa política se hallan en sector el cocalero y colonizador. Así nunca vamos a entender que sin educación no hay desarrollo.



L: El Centro Simón I. Patiño alista un homenaje por su aporte a la literatura boliviana. ¿Qué cree que fue lo más contundente de ese aporte?




AC: La intención o, más bien, la motivación que impulsa mis obras. Nunca me he propuesto hacer obras recreativas. Analizo la sociedad y la historia del país, sus problemas y conflictos. Tampoco me guío por la simpleza del testimonio. Elaboro mis cuentos y novelas estéticamente, por cuanto la razón de su esencia está en constituirlas en obras de arte.



L: Qué placer es mayor, ¿el de escribir o el de ser leído?



AC: Lo que sí siento con cierto placer es el resultado, después de haber trabajado bastante para dar vida a cualquiera de mis obras. Cuando alguien me muestra su satisfacción por haberla leído, siento que ese esfuerzo no ha sido en vano.



L: En 1984 nació su espacio “Los Tiempos recomienda leer…”. Imagine que retomó la columna. ¿Qué recomendaría leer ahora?
AC: Hay muchas obras recomendables, tanto en la literatura nacional como universal. Si reanudara mi columna, lo haría con “Vitrales de la memoria”, de Eduardo Mitre.
h2 class="sidebar-title">Vínculos Creative Commons License
Detta verk är licensierat under en Creative Commons Erkännande 3.0 Unported Licens.