lunes, julio 11, 2011

“Me gusta la idea de un escritor o escritora bastante casero... el vértigo total no me llama. ” Giovanna Rivero




Cada dos años Centro pedagógico y cultural Simón I. Patiño convoca a escritores bolivianos a encontrarse con su público lector en torno a un eje temático.



Esta es la quinta versión del Foro de Escritores Bolivianos que en esta ocasión reunirá a los autores William Camacho, Gonzalo Lema, Víctor Montoya, Roger Otero, Blanca Elena Paz, Giovanna Rivero y César Verduguez.



Este importante evento se realizará del 20 al 23 de julio, para reflexionar sobre los “Temas y enfoques del cuento boliviano de hoy”.



En el marco de este Foro, los días 22 y 23 se llevará a cabo la Feria del Escritor Boliviano en los Jardines del Centro. Allí más de medio centenar de autores bolivianos pondrán a disposición de los lectores sus libros, sus experiencias y su presencia.



Esta es una entrevista que el crítico Pedro Albornoz le hace a la escritora Giovanna Rivero, una de las invitadas a esta quinta versión del Foro.

– A primera vista, Tukzon se presenta como una colección de cuentos cortos pero la lectura del libro revela que es una novela; lo fragmentario es un técnica recurrente en tu obra (pienso en Las Camaleonas, pero también en cuentos, como Dueños de la Arena). Entonces: ¿Es esto una elección consciente?



– Sí y no. Con Tukzon me pasó que quería narrar los diversos tentáculos de un poder oscuro, pero sentía que si elegía un solo protagonista esa presencia iba a borrar con su especificidad los matices más sutiles del supremo poder. Entonces decidí plantearme el tema como una teleserie, por episodios. Es este concepto el de episodio el que me gusta mucho manejar, porque puedo jugar con tramas menores y construir una trama mayor con hilos casi invisibles.




– ¿Qué posibilidades estéticas y/o narrativas te ofrece, personalmente, este recurso?



– Muchas. La principal consiste en la participación del lector. Trabajando con episodios autónomos pero vinculados por un tema matriz el texto se abre a múltiples lecturas, y esto me entusiasma, me desafía. Además, como sucede con los popurrís musicales, también es posiblesamplear tonos, registros, intensidades y aspirar a la complejidad que tiene la vida misma.




– Varias/os críticas/os entienden Tukzon como una obra de Ciencia Ficción. Personalmente, ¿la concibes así o es que la Ciencia Ficción es una metáfora estructural que apuntala la novela?



Estoy más de acuerdo con lo segundo. Más que Ciencia Ficción a rajatablas, lo que hay es un aura de ciencia ficción, una evocación, un maquillaje. Esta yuxtaposición estética es otro aspecto que me gusta mucho y la Ciencia Ficción permite ese lado lúdico, te da total libertad para crear una sociedad alternativa, distópica.




– ¿Qué opinas acerca de la Muerte del Autor que propone Barthes?



– Fue un punto de inflexión necesario para romper la manera exegética que se tenía de leer, como si el único poseedor de una verdad única fuese el autor-persona. Pero en definitiva prefiero los ajustes que a esa teoría propuso Foucault, que sitúa al autor en la frontera del texto, que habla del autor-función o autor-sujeto, una referencia importante tanto para la crítica como para el lector común a la hora de aproximarse a una obra como un proyecto longitudinal estético e ideológico. Lo que pasa es que el mercado nos confundió al marketear nombres, rostros, edades de autores como aspectos fundamentales de la publicación. Pero la publicación no es la escritura, y Foucault habla de un autor que está presente en el texto, que se diluye en el proceso de la escritura, pero que no ha muerto. Además, aun si escribiera un cuento usando nombres propios, mi nombre propio dentro del texto, no estoy ahí como persona, sino como signo, un signo que adquiere un X valor porque esquizofrécnicamente me refiere afuera del texto, claro, y esa transformación es el juego de la autoría foucaltiana.




– ¿Recuerdas el orden en que escribiste los capítulos de Tukzon?



– Me encanta la pregunta, pero como dicen los oficiales de policía en las series gringas, tengo derecho a guardar silencio. Prefiero que el lector desenrede solito la madeja.




– ¿Con qué criterios se organizó la secuencia de los cuentos que componen Tukzon?



– En el texto que abre Tukzon, la narradora no se halla muy a gusto con que los críticos encuentren críticas, símbolos y metáforas en su obra que ella, como autora, no había pensado. ¿Cómo encaras tú cuando esto ocurre con lo que escribes? ¿Crees que la interpretación lectora debe limitarse a ciertas reglas? ¿Cuáles?



La narradora interna de Tukzon es una mujer que se sabe devota de la literatura menor, una especie de Stephen King a pequeña escala, y por eso reniega del discurso crítico que le atribuye alcances que ella no ambiciona. Al defender su membresía en el club de los escritores kitsch le advierte al lector que el resto es un relato de aventuras. Es un pacto tramposo que el lector puede aceptar o no, y descubrir una posterior transformación hacia, digamos, una novela noir. Ahora, en mi caso, como escritora, las críticas serias a mi obra han sido tan pocas que todas las agradezco, las considero necesarias, la retroalimentación responsable es siempre bienvenida.

– Describe a: Tu lector ideal.



– Un lector curioso, creativo, loco, algo hastiado del realismo puramente denotativo, algo barroco, bastante poeta y casi bipolar, alguien que oscile entre la ternura y la crueldad.

– Tu escritor ideal.



– Me identifico mucho con Virginia Woolf en sus manías, su sociopatía, su honestidad, su rigor. Ella con una maravillosa dosis supervisada de Prozac.



Me gusta la idea de un escritor o escritora bastante casero, que viaje solo lo necesario, el vértigo total no me llama, que tenga pocos pero buenos amigos, una pareja comprensiva, un perro grande, pocas deudas, muchos libros, buena música, unas cuantas recetas infalibles de cocina y que se organice para que el tiempo vital, no el marginal, sea el de la escritura. Un escritor ideal es alguien que escribe en serio y con amor a pesar de todo.




– Tu narración ideal.



– Los cuentos de mi abuela, que tenían efectos especiales: aullido del viento, chirriar de puertas, cabezas voladoras que cortaban el aire, y además el inolvidable sonido de su voz. La narración ideal es la que te absorbe, la que te roba del mundo inmediato, y yo comencé a saberlo con los cuentos de mi abuela.




– ¿Crees que la literatura es una venganza necesaria? Si es así, ¿Cuáles son las gratificaciones que ella conlleva?



– Una venganza del mundo, claro. La ficción es una traición a la realidad y su lógica ecuacional, y en ese sentido es una venganza porque las cosas, los objetos, la imagen de las personas no siempre facilitan ese sentido absoluto, esencial, esa inmanencia a la que el ser humano aspira. Poder crear lo que no existía es una venganza contra la debilidad humana que el cristianismo estableció como impronta. Crear. ¿No es acaso una gran venganza contra la muerte?




– ¿Alguna fuiste confrontada por una persona que sintió que escribiste acerca de ella? Si así fuera, ¿cómo manejaste esta situación?



– Sí. Respeté sus sentimientos porque si pudo reconocerse en el personaje quería decir que probablemente, consciente o no, yo había tomado signos cardinales de su personalidad o su vida, pero no su vida. Y le expliqué eso, que ciertas personas pueden inspirar y ya el proceso creativo se enfoca en determinados aspectos, pero que las personas reales son muchísimo más complejas que un personaje, y que por otra parte, los seres humanos somos tan parecidos que probablemente había alguien más con la misma queja, alguien que yo no conocía.En el papel todos somos mentira.


Fuente de la información : Periodicos Los Tiempos,Cochabamba
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