martes, marzo 08, 2011

“Academia Europa” o los errores distintos de Brayan Mamani (reseña del II Premio Nacional de Novela Juvenil)





Por Ricardo Bajo H.


“Academia Europa” es la ganadora del II Premio Nacional de Novela Juvenil convocado por Alfaguara-Bolivia. Está escrita por el paceño Brayan Mamani, de 24 años. En el mundo, la literatura juvenil ha experimentado en los últimos años un “boom” espectacular con fenómenos como la saga de Harry Potter, los vampiros de “Crepúsculo” de Meyer o “Las crónicas de Narnia”. Y ya parece que nos hemos olvidado de “El Mundo de Sofía”, de Jostein Gaarder.



En España, por ejemplo, se publican 9.000 títulos al año de literatura juvenil. E incluso autores consagrados se dedican a este “género” como Rosa Montero o Gustavo Martín Garzo. En Bolivia, la literatura infantil goza de buena salud con una docena de autores y autoras. Y la literatura juvenil contemporánea comienza a dar sus primeros pasos con el impulso de Alfaguara que intenta trasladar y “copiar” el auge citado con obras nacionales, escritores y temáticas bolivianas.



En todo este panorama, “Academia Europa” es un intento modesto. Por decirlo suavecito. Excesivamente lineal y con problemas de edición, la novela de Brayan Mamani crea un personaje llamado Tony, un chico de 15 años, casi 16 años, que siente miedo, que no termina nunca nada, que se aburre de estar aburrido y que desea fervientemente viajar. Ahí están en estado puro los ingredientes de las novelas juveniles: personajes creados para que el público lector (ese que va desde los doce a los 17 años) se pueda sentir identificado. A Tony no le gusta su verdadero nombre (Marcelo Antonio), comienza a sentir mariposas en el estómago cuando conoce a una chica (obviamente a través del chat), ve serias gringas en la televisión y gusta de bandas rockeras como Slipknot y Red Hot Chili Peppers. Su padre vive en Estados Unidos y asiste a un colegio (Academia Europa) de enseñanza inglesa. ¿Razón suficiente para obsesionarse con Manchester?



La primera parte de “Academia Europa” se presta la fórmula adolescente del diario (otro guiño generacional) para luego tomar el atajo narrativo de un ejercicio escolar e introducir así un elemento de suspenso a través de la figura del portero del colegio, Michael-Raymundo. Precisamente a través de este personaje se cumple a raja tabla con otra característica de la novela juvenil: su carácter didáctico y de formación del hábito lector. Tony es introducido al mundo de los clásicos de la literatura (incluso Michael-Raymundo recomienda entre una lista de infaltables de la literatura universal “La toma del manuscrito” de Sebastián Antezana, premio nacional de novela hace algunos años) y el círculo de reglas del género se cierra.



Todo demasiado previsible, simple, sin chispa, sin imán. ¿Tiene que ser así la literatura juvenil? ¿O se menosprecia el intelecto e interés de los adolescentes a veces con estrategias marketineras ajenas al mundo de los changos y changas? ¿Es suficiente colocar en el tapete vidas escolares, rivalidades futboleras, primeros amores, dudas, soledades, familias ignoradas y sueños de aventuras por el mundo para tener una buena novela juvenil? No, definitivamente no. “Academia Europa” y su desparpajo a la hora de usar el lenguaje (con los ya inevitables chats, citas al Facebook y bajadas de videos en You Tube) cumple con todos los requisitos pero se queda en el camino de las buenas intenciones.



En enero pasado, el escritor español Antonio Muñoz Molina escribía un artículo que se llamaba “20 años, 20 lecciones”. La decimonovena decía: “He aprendido que nada más terminado un libro ya empieza a convertirse en un remordimiento que unas veces se cura con el tiempo y otras no, y para el que solo existe el antídoto de empezar otro libro en el que será posible no cometer los mismos errores: si hay suerte, se cometerán errores distintos”. La literatura juvenil boliviana camina así hacia errores distintos. Y Brayan Mamani, también.
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