‘Tocnolencias’, el gobierno del lenguaje de Jaime Saenz
El último libro inédito de Jaime Saenz es una de las joyas de la FIL. 26 prosas ‘torrenciales’ integran la obra editada por Plural. Este es el texto que García Pabón, doctor en Literatura y catedrático de la Universidad de Oregon, leyó en la presentación
Por Leonardo García Pabón - Literato
El lector que se aproxime a Saenz notará inmediatamente dos aspectos formales de Tocnolencias: el extraño título del libro y la ausencia de puntuación en todo el texto. Quisiera comenzar con unos breves apuntes a estos dos aspectos de Tocnolencias.
Tocnolencias es una palabra inventada por Jaime Saenz. La usa dos veces en el libro, insuficientes recurrencias para derivar del contexto el sentido de esta palabra. Tocnolencias podría sugerir palabras como dolencia, noche, inclemencia, etc. Pero, en realidad, el lector tendrá que proveer significados a esta palabra. No es la primera vez que el escritor paceño inventa palabras, la que me viene a la memoria es Puraduralubia, de uno de sus libros de poemas.
El segundo rasgo mencionado, la ausencia de signos de puntuación, parecería indicar una escritura con afán experimental, similar a las de la vanguardia literaria de comienzos de siglo, o al del llamado Boom de la literatura latinoamericana de los años 60 y 70. Nada más alejado del pensamiento poético de Saenz. Quién insistiera en que hay un afán experimentador, vanguardista, de escritura automática en la obra de Saenz en general o en este libro en particular estaría cometiendo un craso error de desconocimiento de la obra de Saenz y del pensamiento poético que la sustenta.
Saenz fue siempre muy crítico de toda experimentación, de cualquier tipo de jugueteo, o de un mero virtuosismo formal en literatura. Cabe recordar que alguna vez dijo que no leería a Vargas Llosa o García Marquez “ni a bala”. Éste su rechazo a la experimentación formal se origina en una poética que se rige por un concepto esencial a Saenz: el gobierno.
Gobernar el lenguaje así como el viaje por la vida fue un principio esencial en su trabajo y su vida. Por eso, una imagen privilegiada por Saenz fue Colón, porque el capitán de un barco es el que gobierna la travesía por mares, tormentas, y desconocidas latitudes. Esto es también lo que hace un poeta, un escritor, en su travesía por el lenguaje: gobernar el viaje. Para el escritor, el lenguaje se tiene que gobernar y no dejarlo al vaivén de las olas de la experimentación.
Ahora bien, la pregunta sigue en pie: ¿por qué no usar signos de puntuación? La respuesta, en mi opinión, tiene que ver con el objetivo de crear una narración que se sustente en el puro ritmo del lenguaje saenziano. Es muy interesante comprobar que, a pesar de no haber ni puntos ni comas, los relatos de Tocnolencias se dejan leer con gran fluidez y más aún si se los lee en voz alta.
Con la publicación de Tocnolencias, se tiene toda la obra de Saenz publicada, con las excepciones de algunos textos sueltos, algunas cartas, unas pocas entrevistas y otros textos menores. Ahora tenemos, en esencia, la obra completa de Saenz; una obra que nos entrega una de las búsquedas trascendentales en y por el lenguaje más extraordinarias de estas latitudes.
Por eso es significativo que el texto que cierra Tocnolencias esté dedicado a Bruckner. Como el músico austriaco, Saenz creó y gobernó una obra llena de júbilo. El costo no fue poco, de hecho le costó la salud, la familia, y varias amistades, y le trajo soledad y amargura, aunque siempre protegido por la tía, con el fantasma del alcohol a su lado, en una lucha permanente que no podía ganar.
Hay mucho de Jaime Saenz en la imagen de Bruckner en Tocnolencias, que es la del artista que buscando hacer la obra de arte, y siendo un profundo creyente en Dios, debe recurrir a Lucifer. Así el artista se encuentra condenado por su asociación con lo demoníaco sin dejar de saber y sentir que ha traicionado lo divino. El costo del arte es el alma del artista. Y nada menos que por crear esa obra donde se revele el sentido de la vida y la muerte.
Para Saenz, como para Bruckner, según lo escribe el mismo poeta paceño, “la obra era para él una cosa que no termina nunca por lo mismo que la vida y la muerte eran una obra y por idéntica razón el contenido de ella sólo podría buscarse en la obra misma ya que este contenido no consistía sino en el hacer la obra” (132).
Aquí está. Con Tocnolencias, se completa la obra de Jaime Saenz, es decir, su vida y su muerte que se transmutaron en estos textos que nos dicen algo que es “una cosa que no termina nunca”.
El libro que esperó tres décadas
Poeta y narrador, Jaime Saenz (1921-1986) nació, vivió y murió en La Paz. Considerado renovador de la literatura nacional, publicó: El escalpelo (1955), Aniversario de una visión (1960), Visitante profundo (1964), Muerte por el tacto (1967), Recorrer esta distancia (1973), Bruckner. Las tinieblas (1978), Imágenes paceñas (1979), Al pasar un cometa (1982), La noche (1984), Los cuartos (1985), La piedra imán (1989); las novelas Felipe Delgado (1989) y Los papeles de Narciso Lima Achá (1991), La noche (1984), Los cuartos (1985), entre otros libros.
Tocnolencias fue concluido a fines de 1979, está compuesto de 26 textos en prosa que “comparten un registro común, casi una obstrucción generadora: cierta inclinación a explorar las posibilidades de una escritura torrencial hecha de pedazos de lengua recibida (dichos, expresiones del castellano paceño, fórmulas retóricas) que se organizan en fragmentos desprovistos de puntuación”, explicó Mauricio Souza.