sábado, mayo 17, 2008

Entre ch’ojchos, los cuentos de Adolfo Cárdenas







Por:Aldo Medinaceli


Hace un tiempo, instado por Daniel Medinaceli (D.M.) y a nombre del Grupo Literario Esperanza de la ciudad de Potosí, nos reunimos junto a Adolfo Cárdenas (A.C.) en torno a unos libros, algunos cuentos en la memoria y otras papelerías. También asistió Daniel Peñaranda (D.P.), asiduo de los textos y espacios de Cárdenas; y los cuatro sostuvimos una extensa conversación libre y fragmentaria. Luego de un rato, y pese a que las baterías estaban descargadas, encendimos la grabadora... así se guardaron estas impresiones del autor de Periférica Boulevard.

— (D.M.) ¿Puedes hablarnos, de manera sucinta, de las obras que has publicado?

— (A.C.) En términos de fechas, mi primera publicación data de -probablemente 1982, cuando gano un premio de publicación en Argentina para un libro que se llamaba Alaxpacha, un libro de cuentos sobre mitos andinos básicamente. Luego, después de unos cinco años, recién es que pienso en la publicación en Bolivia. Fundí Alaxpacha con otro grupo de cuentos urbano marginales, y salió a la luz el primer libro que vendría a ser Fastos Marginales.

Luego, en un proyecto que teníamos en la carrera de Artes de la Universidad publiqué un segundo libro de cuentos: Ch’ojcho con audio de rock pesado, una edición mínima, hecha en serigrafía, (además que ese era parte del experimento: libros impresos en serigrafía). Esas han sido las dos primeras publicaciones, después de mucho tiempo, he publicado El octavo sello (1997) con una editorial llamada Punto Cero, que tenía un proyecto interesante para escritores. Y eso sería todo, hasta la publicación que hacemos, junto a la Universidad, de la novela Periférica Blvd para terminar con Doce monedas para el

barquero.

— (D.P.) Un cuento de “Fastos Marginales”: “Hoy fricasé hoy”, trata una historia, hasta cierta parte, verídica. ¿Qué te llamó la atención de ella para que la reescribieras en el cuento?

— (A.C.) Una amiga mía estuvo un tiempo en la cárcel de mujeres por motivos estrictamente políticos. En una charla me contó que la cocinera del panóptico estaba detenida por hacer justo lo que se maneja en el cuento, es decir: agarró al marido, lo hizo pedazos, lo cocinó y lo sirvió. Por lo demás, una anécdota bastante difundida, no solamente en nuestro medio, en todos los medios... Al mismo tiempo, creo que todos llevamos un antropófago potencial metido ahí, en algún recodo de nuestro “primitivismo”. Pero el relato ha sido desarrollado a partir de la anécdota que me habían contado.

— (D.M.) ¿Qué opinas acerca del movimiento último de la literatura en Bolivia, por ejemplo acerca de Edmundo Paz Soldán y el llamado post-boom de la narrativa?

— (A.C.) La verdad es que no he leído lo suficiente, digamos, a Paz Soldán como para tener un criterio formado. Sin embargo, las intenciones del grupo McOndo no me parecían del todo interesantes, porque estaban agarrando formas narrativas que no correspondían a nuestro medio al deshacerse totalmente del barroco, que para mí es una tradición que hemos sabido hacerla nuestra, que está bien fundida con nosotros y que siempre la he tomado como una de las formas estéticas alternativas, que tendría que establecerse ya en América Latina, y en particular en Bolivia. No hay que olvidarse que el barroco americano o barroco mestizo tiene su origen en el Potosí de 1600, entonces creo que esa tradición tiene que ser conservada.

— (Aldo Medinaceli A.M.) Adolfo Cárdenas dirige un taller de escritura creativa en la Carrera de Literatura de la ciudad de La Paz, ¿cómo ha sido esa experiencia?

— (A.C.) El taller debe tener unos 11 años de antigüedad. Al inicio de cada gestión yo intento comunicarles a los estudiantes mis opciones estéticas. Como saben, yo apuesto definitivamente por el barroco, y en ese sentido, creo que hay un leve direccionismo estético, ¿no es cierto? Pero, por lo demás, intento que los talleres sean lo suficientemente libres, como para que cada tallerista tenga la capacidad de comunicar sus intereses tanto estéticos, formales, estructurales e ideológicos. Lo bueno de los talleres es que de alguna forma siempre están presentes en concursos -sobre todo de cuento, nacionales, y lo interesante es que siempre están figurando, cuando no como premios, sí como finalistas. En ese sentido, yo creo que el trabajo que está desarrollando el curso es bastante positivo.

— (D.P.) En “Doce monedas para el barquero”, en el relato “Hard Video”, se trata un tema fuerte ¿cómo te surgió esa idea?

(A.C.) En algún momento me contaron en qué consistía un Hard Video: con el crimen real de por medio, ¿no es cierto? Y fui manejando la idea a partir de la experiencia de un amigo que conocía una mujer que bailaba en un club nocturno, y que de pronto un día dice: “Acá no va a pasar nada excepto que yo me siga bajando los calzones”, así que voy a buscar mejores horizontes donde me puedan ofrecer la opción de hacer películas porno. Entonces, ya redondeada la anécdota, no puedo decir mucho sobre la personalidad de este personaje, es decir, es un poco sobre la ambición de todo ser humano...

— (D.M.) ¿Cómo tomas la acción de la escritura en cuanto al humor y la distancia entre el texto y el autor?

— (A.C.) Sacarse una serie de presiones que algunos de los escritores llaman “fantasmas” creo que te da una opción óptica un poquito más relajada, es decir, ya imponiéndose, no tanto la literatura como urgencia, sino en el marco del arte. Eso es lo que he pretendido en Doce monedas para el barquero, es decir, una habilidad narrativa, quien sabe con el tiempo más depurada.

— (D.P.) Se ha hablado bastante de tu escritura como exclusiva de la ciudad de La Paz, pero existen cuentos sobre todo en “El octavo sello”, donde mencionas, por ejemplo a Las Vegas, y ya hay un desplazamiento de espacio, ¿qué consideraciones tienes sobre esto?

— (A.C.) Yo creo que hay cierta “intención política”, digamos, en los cuentos que están localizados fuera del territorio; es un poco la manifestación en contra del prejuicio que nos tienen a nosotros los bolivianos, no solamente en el área Occidental, sino también en el área suboccidental, vale decir, que países del tercer mundo, pero con mayor desarrollo relativo, tienen un tremendo prejuicio contra Bolivia. Una de estas últimas manifestaciones la vi cuando un poeta chileno (dicho sea de paso: colaborador de la dictadura pinochetista), hizo unas declaraciones muy pretenciosas de lo que él consideraba era la poesía boliviana, entonces estos manifiestos, de alguna manera, vendrían a ser una especie de confesiones de recelo político.
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