lunes, diciembre 13, 2010

La narracion imposible : Sobre "El lugar del cuerpo"




Por Pablo Lavayén *

Un no sé qué, una desolación sin forma, una tristeza indeterminada, son algunas expresiones para intentar describir esa primera sensación inefable que queda al finalizar la lectura de El lugar del cuerpo. Tal vez haya que preguntarse: ¿A qué se debe esa inefabilidad? ¿Hay algo detrás de ella? Entonces, es preciso comenzar por el principio y afinar las preguntas (que son siempre obscenas, Zizek dix it): ¿Cuál es el lugar del cuerpo en esta obra? Una respuesta posible es que ese lugar que Hasbún describe es el lugar de una imposibilidad o, mejor dicho, el lugar de la imposibilidad. Por lo tanto, se trata de transformar una experiencia en narración: la experiencia de la imposibilidad.



La historia gira alrededor de Elena, personaje central de la novela, quien llega a ser una escritora consumada. Según ella, lo que sucede a nuestro alrededor... es como si fuera falso, un simulacro. Esto nos remite a lo que Cortázar llama el sentimiento de no estar del todo, que es constitutivo de todo escritor (al menos eso se sospecha) y representa el inminente advenimiento del prefijo meta a toda experiencia de vida. La etapa previa es –siguiendo con Cortázar– la ingenuidad realista. Sin embargo, este sentimiento de extrañamiento jamás es estacionario. Nadie podría sostener semejante tensión sin deshacerse en un ataque de nervios, tal cual le sucede a Elena.



A esto, se añade otra tensión, generada por el asedio de un espectro, en este caso, la nostalgia. El asedio del espectro plantea siempre una tensión paradójica, pues lo único que se puede hacer ante él es conjurarlo, por lo tanto, el rechazo y la atracción se condensan en un solo gesto. En este sentido, si aceptamos que la escritura es, sobre todo, gesto –es decir: un hacer–, podríamos suponer que la vocación literaria de Elena es el hacer que adopta ante esta espantosa aparición. Durante toda su carrera literaria pretende rechazar a su fantasma, que evoca las relaciones incestuosas con su hermano Pablo. Así, no resulta gratuito que la novela empiece precisamente mencionando este asunto, y finalice con el encuentro postrero de Elena con Pablo, ya siendo ambos adultos. En un principio, ella pretende evadir el asedio de este recuerdo, pero cae en cuenta de que no se puede matar a los muertos ni dejar que ellos entierren a sus propios muertos. No obstante, Elena sigue evitando, hasta el final de su vida, escribir sobre este tema.



Según Derrida, el lugar de encuentro de los espectros por excelencia es siempre el cuerpo. Al respecto, citemos la siguiente reflexión de Elena (ya anciana): El sexo, después de la muerte, es lo más importante. Entonces –siguiendo con la metáfora del espectro–, se puede suponer que para ella el sexo es el único espacio en el que aún puede dialogar con sus fantasmas, con sus propias ficciones. ¿Hay que considerarla como una pobre soñadora que no puede sostener su realidad y utiliza a la escritura como un medio de fuga?



Vargas Llosa dijo alguna vez que la ficción es el arte de mentir. Pero Zizek propone una nueva lectura: el procedimiento de la ficción no es la mentira, sino que miente que miente. Es decir, el momento en que se toma plenamente en serio a la ficción, ella dejaría de funcionar, el lector dejaría de leer, el escritor dejaría de escribir... ¿Qué tiene que ver esto con Elena? Pues todo, considerando que para ella lo que sucede a nuestro alrededor... es como si fuera falso y entonces tiene que haber algo verdadero, y he ahí la fuente de su angustia, de su insatisfacción. Elena construye una obra ficcional para cubrir esa verdad que, si pudiese verla de frente, le causaría un espanto hiperbólico. Sin embargo, detrás de esa ficción no hay nada, sólo un vacío, lo real inefable.



La distancia que traza entre ella y su vocación literaria no es más que un falso simulacro.



Finalmente, podríamos quedarnos con dos gestos constitutivos: la escritura y el sexo. El anterior párrafo ha dejado en claro cuán constitutiva es la escritura para Elena: a la vez que la daña, le otorga un sentido de vida. Lo mismo sucede con el sexo. Si evita mencionar las relaciones incestuosas en el grueso de su obra, es porque esta paradoja funciona, sobre todo, en sus relaciones sexuales, lo cual es evidente en el siguiente fragmento de su diario: Cumpleaños de Pablo. Me emborracho y culeo en su nombre pero no lo llamo. Otra vez la imposibilidad: aquello que nos destruye, a la vez, nos constituye.



El desplazamiento de ese nudo hacia a su escritura ocurre en la vejez, puesto que en esta etapa, el sexo ha perdido toda consistencia para ella. En última instancia, no importa demasiado si en verdad tuvo relaciones incestuosas con su hermano o sólo fue producto de su imaginación. Este suceso, que abre y cierra la novela, es necesariamente el motor de toda la narración, y sin la imposibilidad que plantea, jamás Elena podría haber escrito una línea; es más, jamás se podría haber escrito a Elena.



* El autor es poeta y escritor paceño.





HASBÚN ENTRE LOS 30 MEJORES DE GRANTA




En octubre pasado, el cochabambino Rodrigo Hasbún fue seleccionado por Granta entre los mejores narradores jóvenes en español.




Es la primera vez que Granta propone una reunión de los mejores narradores jóvenes procedentes de una lengua distinta a la inglesa. La primera, ya célebre y que recogió a novelistas británicos, se publicó hace casi veinticinco años. A ésa le siguieron dos dedicadas a estadounidenses y dos más de nuevo a británicos.




Entre los escritores seleccionados hay varios conocidos y reconocidos, y otros que lo son menos. Sólo unos cuantos han sido traducidos al inglés. Al igual que en la más reciente dedicada a los estadounidenses, se vedó la participación a los mayores de treinta y cinco años, es decir, todos nacieron a partir de enero de 1975 y han publicado al menos una obra.




El conjunto de jóvenes narradores propuesto desde Granta busca refrendar un pacto de reconocimiento previo, de señas de identidad, que en diez años podrán corroborar la vigencia de este arsenal de referencias consensuadas.




Rodrigo Hasbún (1981) publicó el libro de cuentos Cinco y la novela El lugar del cuerpo. Le concedieron el Premio Unión Latina a la Novísima Narrativa Breve Hispanoamericana y fue parte de Bogotá39 así como del número monográfco que Zoetrope: All-Story dedicó a la narrativa latinoamericana emergente. Su obra ha sido incluida en diversas antologías y dos de sus textos fueron llevados al cine, con guiones co-escritos por él. Vive en Ithaca, Nueva York, y hace meses fantasea con volver a tener una guitarra eléctrica. El 2011 publicará en Duomo ediciones Los días más felices, su segundo libro de cuentos. «El lugar de las pérdidas» es un relato inédito.
Fuente: Duomo Ediciones
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