sábado, noviembre 20, 2010

“Patasca y cerveza helada: un homenaje a Jorge Suárez”


“Patasca y cerveza helada: un homenaje a Jorge Suárez” (editorial Gente Común) no es un libro, son dos. En el primero, diez escritores recuerdan al maestro, al escritor, al periodista, al personaje: Jorge Suárez (1931-1998) para especialmente rescatar su obra (donde destaca “El otro gallo” y “Sonata aymara”) y su legado –la formación de literatos.

En el segundo, los mismos regalan un cuento, salido en su mayoría de los dos talleres que Suárez impartió en Santa Cruz (1984 y 1985) y Sucre (1996). El libro (como muchos otros) nació alrededor de una mesa repleta de chelas y vasos de whisky con hielo, en abril de este año en Sucre, como bien cuenta uno de los dos capos de la editorial Gente Común, Ariel Mustafá. En esa mesa de boliche en el centro de Sucre también estaban Gabo Chávez, Oscar Díaz Arnau y Miguel Angel Gálvez, tres de los asistentes a los talleres de Jorge Suárez. “¿Y si recopilamos los cuentos que salieron de las enseñanzas de don Jorge y de paso le rendimos tributo?”. Dicho y hecho.

La parte que más me gusta del libro es ésa donde los diez escritores hablan del poeta y del maestro paceño del cuento y el periodismo. Unos recuerdan sus viajes (desde La Paz a Santa Cruz, de Santiago a Lima, de Moscú a Buenos Aires), otros añoran las noches de bohemia y charla con whisky o culipi (“maestro de la charla”, dice don Germán Araúz). Suárez, asistente personal de Juan José Torres durante su exilio argentino, era un periodista salido del ala izquierdosa del MNR, provocador irreverente, hombre difícil, de amores y odios profundos (así lo retrata Gabo Chávez Casazola). “Hombre brusco y maquiavélico, a primera vista”, añade Gabriel. “Se exaltaba con la misma pasión por un buen final de cuento que por los dilemas y miserias de nuestro regreso a la democracia”, rememora Mauricio Souza que asistió a los talleres cruceños junto a su tío, el cuentista Germán Araúz. “Era partidario de que las redacciones estuviesen habitadas por escritores y creía que la función del escritor es salvar a los muertos”, cuenta Oscar Díaz Arnau del viejo Suárez.

Todos valoran las enseñanzas del maestro, su cuidado, respeto y amor por la palabra, su culto estético por el lenguaje.
“Con el periodismo soy parte de una realidad cotidiana que me impide desplomarme en el tremendo vacío del silencio”, cita Milován España. “Sabía escuchar, animar, estimular, me dio su mano firme, transmitiéndome seguridad, asegurándomo que lo que yo escribía tenía algún valor. Y le creí”, relata Oscar Barbery.

Don Germán, al rato de celebrar la inclusión de “El otro gallo” como una de las quince novelas fundacionales de la literatura boliviana (y dentro de las 10 publicables que nunca se publicaron), reivindica otra obra, “La realidad y los símbolos” (editada por el Gobierno Municipal de Santa Cruz) donde se narra las aventuras de un periodista en la capital cruceña durante el golpe de estado de Luis García Meza en julio de 1980, “es una de las buenas novelas bolivianas que requieren ser rescatadas”.

De la “segunda” parte del libro, los relatos de los homenajeadores al maestro Suárez me quedo con dos: “El archivero” de Oscar Díaz y “La muñequera” de Miguel Angel Gálvez. El primer cuento nos sumerge en la vida de hastío de un funcionario del Archivo Nacional de Sucre. Con toques de Kafka, Díaz Arnau consigue transmitirnos esa extraña nostalgia del aburrimiento y ese valiente y revolucionario hecho simple de faltarse un día al trabajo cotidiano de decenas de años. En el segundo, nos encontramos con una pequeña joya de Gálvez, ese joven escritor sucrense que hace nueve años ya sorprendió al pequeño mundo de las letras bolivianas ganando el premio nacional primera novela de la editorial Nuevo Milenio de Marcelo Paz Soldán con aquella muy buena novela “La caja mecánica” (ex aquo con Wilmer Urrelo y su “Mundo Negro”). Gálvez -que actualmente trabaja en otra novela desde hace ya demasiados años- nos trae acá un relato sobre el submundo de los mendigos en la capital de Bolivia.

“Patasca y cerveza helada: un homenaje a Jorge Suárez” es simplemente un tributo humilde y sincero a una figura clave en la literatura boliviana. Y solo por eso merece la pena. Para acordarnos siempre que vemos a la orilla del camino un tajibo, cuajado de flor, alumbrando la selva, que don Jorge nos trasladó a la tierra de las palabras, al cielo del lenguaje.Y que, para más inri, enseñó o tratar de enseñar esa magia a los demás, a esos otros que rodeaban su charla.

Fuente de la información : (Ricardo Bajo H. (columna Bajo Bandera, suplemento La Esquina, periódico Cambio, domingo 21-11-10)
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