lunes, junio 23, 2008

Matías, el apóstol suplente







Los cinco sentidos: La expresión de la teología de la liberación en Matías, el apóstol suplente


por Jane Okpala (5/2004)



Introducción

Matías, el apóstol suplente oscila entre el diario oral del apóstol Matías y el diario escrito del guerrillero Inti Peredo. La historia de los dos desarrolla en una manera paralela, tocando temas comunes (e.g., lo que significa la libertad, el rol de la violencia para alcanzar sus metas*) y dirigiéndose a preocupaciones compartidas (e.g., el haber abandonado a su familia, el rol del azar en llegar a su posición, el sentir haber fracasado en su encargo). A lo largo de la novela, las dos historias van entremezclándose cada vez más hasta que, al fin, se funden para formar una sola voz enloquecida y desesperada.

La unión entre estos dos personajes crece a partir de una cuestión fundamental: la suplencia. Matías ha reemplazado al discípulo traidor Judas; Peredo asume el puesto dejado vacío por la muerte del revolucionario Che Guevara. El hecho de que han suplido a otras personas hace que sientan un tipo de complejo de inferioridad. Para compensar este sentimiento, los dos se dedican aún más fuertemente a la liberación de los oprimidos de su sociedad.

Luchando por este fin, Matías y Peredo enfrentan muchas consideraciones que tienen que ver con el pensamiento de la liberación. La expresión de éstas se puede analizar dentro del marco de los cinco sentidos del cuerpo humano. Se posibilita porque la novela comunica las historias, no sólo con palabras, sino también mediante referencias sensoriales. Usando estas referencias—a la vista, al oído, al olfato, al gusto, y al tacto—es posible señalar y profundizar varios temas del pensamiento de la liberación.

La vista

Quizás el sentido más importante—por lo menos desde el pensamiento teológico de la liberación—es la vista. La teología se basa en el mantener fe en algo que no se puede ver. Matías, como apóstol, tiene su fe como preocupación primaria. Al principio de la novela, cree fuertemente en su vocación, aún antes de convertirse en apóstol suplente. Cuando gana este puesto por un solo lanzamiento del dado, Matías no lo atribuye al simple azar sino a la voluntad del “Maestro”: “Hoy, no puedo decir que lo he visto colocando mi dado de triunfo, mostrador de la fulgurante pared designadora de victoria, pero sí puedo afirmar que he sentido Su presencia diciendo el motivo del acto convocado” (de la Vega 38).

Sin embargo, lo que dice inmediatamente después muestra unas semillas de la duda: “Me queda la esperanza de que en lo sucesivo se me presentará en forma más categórica, para ratificar mi nombramiento de suplente del número XII [...]” (38). Se ve aquí que, aunque tiene fe en el Maestro, Matías todavía necesita una muestra más visible—específicamente, el poder de hacer milagros—para asegurarse a sí mismo que haya sido escogido a propósito. Además, espera que, con esta habilidad, los otros apóstoles lleguen a aceptarlo y que sus feligreses tengan fe, tanto en él como en Cristo. Cuando, a pesar de sus esfuerzos, no recibe este don, su fe disminuye. Empieza a cuestionarse como apóstol y desesperarse: “De nuevo te imploro, Maestro: Haz el milagro de que yo pueda hacer milagros, que haga espectáculo, que es lo que más les gusta [a los apóstoles y a la gente]...” (100). Matías nunca llega a hacer milagros, y por eso siente como un fracaso. No se da cuenta de que sus obras en la comunidad (véase las secciones sobre el gusto y el tacto) han tenido un impacto muy profundo. Más importante, se ha olvidado de que la fe verdadera no necesita probarse ante nadie—ni ante Matías, ni ante los otros apóstoles, ni ante los feligreses. La fe religiosa es algo que, por definición, debe existir sin pruebas.

El vínculo entre la vista y la fe también se puede ver en la situación de Peredo. Al principio, saca fotos propias de su alrededor. Además, permita que unos reporteros los acompañen a él y a los otros rebeldes para sacar fotos y publicar sus actividades con el fin de que la gente común sintiera la fuerza de la lucha. Después de un rato, al darse cuenta del peligro que los rebeldes corren con difundir estas fotos, Peredo decide prohibir que se sacaran las fotos: “La fotografía es un frenazo al tiempo, una pausa que impone la historia, un hito que dejamos como referencia en el camino, pero hoy quisiera no haber plantado tal señal” (83). Luego, se arrepienta de esta decisión porque la gente ya no siente ningún lazo con los rebeldes: El espectáculo es lo que más les gusta. Por eso debimos de haber seguido con las fotos. Ah, si pudiera arreglar mi Kodak [...]. Cuánto conmoverían cuatro barbudos desarrapados, deshechos, huyendo de la joda y jurando volver a joderse si el caso lo requiere. Pero antes salir de aquí, apretar el paso. ¡Qué fondo pictórico para una bella foto en cuatro columnas en todos los diarios! (100-101)

Como en el discurso de Matías justo anterior, se menciona la idea del espectáculo, pero a diferencia del caso de Matías, para Peredo, ver es creer. O sea, para que la gente común tenga fe en los rebeldes, se necesita alguna prueba para saber que la lucha todavía está viva. En este caso, la fe ciega de la religión no basta—hay que ver las acciones.

El oído

El oído es el sentido que más se menciona a lo largo de la novela. Esto no es de sorprenderse porque, más que nada, Matías y Peredo quieren que se oigan. Matías mantiene su diario en forma oral, no sólo porque no sabe escribir sino porque también quiere que “estos ecos fueran realmente profundos y prolongados, para que futuras generaciones puedan escuchar en sus tiempos y en sus horas lo que digo ahora, y que sea por los siglos de los siglos” (11). La meta de Matías se cumple con Peredo: muchos siglos más tarde, Peredo oye los ecos, tanto como para incluir, sin querer, las palabras de Matías en su diario escrito.

Aún en el diario de Peredo, aunque sea escrito, hay muchísimas referencias a sonidos: las transmisiones radiales, el sonido de las armas, y la música. Se trata de la música, específicamente, en manera variada—en forma concreta y abstracta—, algo que se puede ver entre todas las entradas y aún dentro de una sola entrada:
Después de tres meses [el disco] estaba intacto [...] ¡qué bien sonaba una melodía anodina en un claro de la selva! Calma y paisaje, suavidad de una música sin calidad. [...] Los otros discos eran ya ondulantes redondeces que me hacían pensar que el sol había hecho en los discos operación pareja al modelar los cuerpos de las mujeres de por acá. (60)

Sin embargo, lo que más preocupa a Peredo es el sonido del mensaje de la liberación, y quiere que todos lo oigan, cueste lo que cueste: He ahí la única consigna: hablar, hablar, en las calles, en las esquinas de la plaza, en el avión, en el tren, aunque el auditorio sea muy pequeño. Pero no hablar de fútbol sino de la política que es lo que más nos interesa. Porque concierne al hombre para conocer el estado actual de sus derechos y obligaciones, para el escogimiento de su doctrina, para su modo justo y honorable de vida. Haced hagan catequesis en todo instante y reforzad refuercen con un resonante tat tat tat cuando no se os den se les den los medios para poder haceros escuchar por los oídos sordos. (24)

Hay que hablar hasta que todos escuchen, y no le importa a Peredo usar la violencia* para lograrlo.

El tema de oír y, más importante, escuchar es imprescindible al pensamiento de la liberación. Sin que esto ocurra, no puede haber ninguna toma de conciencia, ningún reconocimiento de que el estatus quo no se debe aceptar sin cuestionar. Por otro lado, al tomar conciencia de su situación, los oprimidos y los opresores ya pueden actuar para cambiar lo injusto en la sociedad. Matías y Peredo no se consideran exitosos porque, desde su perspectiva, no han podido llevar a cabo esta toma de conciencia de parte de la gente a quienes están tratando de liberar.

El olfato

Comparado con los otros sentidos, el olfato es el que tiene el rol menos destacado en el libro. Sin embargo, donde se menciona el olfato, un tema muy importante sale a la luz—la pobreza: Así nos será más fácil [para Matías y los otros apóstoles... c]rear, en el que nunca consigue un empleo, una conciencia de que no importa haber pasado la vida hambreando en las afueras de las ciudades [...] o haber conocido los más apetitosos manjares sólo por la vista y el olfato y no por el gusto, si se aprende a que es preferible la sobra despreciada por el último perro a perder la dignidad de ser pobre. (81)

Los pobres, quien forman parte de la población oprimida, necesitan tomar conciencia de “la verdad de que la miseria moral y material no puede ser eterna” (81). (Véase la sección sobre el oído para más sobre la toma de conciencia.) Para hacerlo, necesitan que alguien les ayude. Esto es el trabajo del apóstol y el guerrillero, aunque los dos parezcan muy distintos. Para ayudar a los pobres, tanto el apóstol como el guerrillero tienen que asegurar que no se pierda “la dignidad de ser pobre.” Mejor dicho, hay que investirles de poder y de orgullo. Una manera de hacer esto es compartir la pobreza con los pobres. Matías y Peredo lo han hecho—se han desprendido de todo, aún su familia, para dedicarse a su lucha para la libertad de los pobres. En el caso de Matías, los otros discípulos sienten que la pobreza material no sea necesaria para predicar la palabra de Cristo; de hecho, piensan que pueda dañar su credibilidad ante la gente. Debido a esto, la determinación de Matías de dedicarse a la pobreza sirve para alejarle aún más de ellos: “Matías sigue un humilde camino cuando ya todos sus compañeros están llenos del orgullo del Espíritu” (94).

Peredo tiene una perspectiva un poco distinta de la de Matías (presentada arriba). Según él, “No puede haber dignidad en ser pobre cuando hay ricos. Lo digno es dejar de ser pobre para no ser rico. Más que dejar de ser pobre uno, hacer que dejen de ser pobres las mayorías” (81). Dentro de este marco, Matías y Peredo han cumplido con el primer deber: han dejado de ser pobre para no ser rico. No obstante, todavía les hace falta sacar a los pobres de su pobreza—otra razón para que se sientan que han fracasado en su vocación.

El gusto

Las referencias al gusto en la novela también tienen un enlace con la pobreza. Según la teología de la liberación, no es justo culparles sus pecados a los pobres si han pecado por culpa de su miseria. Para cuidar el estado religioso de la gente, primero hay que cuidar el estado material. Matías se da cuenta de esto, y antes de predicarles, les da de comer a los pobres. Esto, entre muchas otras cosas, les repugna a los otros apóstoles, y ellos se quejan de Matías en una carta a Pedro: “Antes que nada, ánsares para los pobres, dice: ¡les da cada banquete los domingos! Barriga llena y corazón contento abren el entendimiento, agrega, y, a manera de postre, les hace engullir discursos con frases adobadas que nadie, ni él mismo, entiende” (103). Los otros apóstoles no comprenden que no se puede alimentar al espíritu sin que el cuerpo sea alimentado.

Esta lucha entre lo físico y lo espiritual es algo que experimentan diariamente Matías y Peredo. Hay muchísimas referencias a la comida y la bebida. En el diario de Matías, hay varias imágenes que refieren al pan y al vino que representan el cuerpo de Cristo. En el diario de Peredo; habla mucho del sufrir del hambre y de la sed. Los dos mencionan el hambre y el sed que tienen en su alma para lograr sus metas.

El tacto

A través del uso del tacto, muchas temas del pensamiento de la liberación surgen. Primero, hay el tema de la fe. (Para leer más de la fe, véase la sección sobre la vista.) Parte del discurso de Matías trata de la duda de Tomás ante la aparición de del Cristo después de su muerto. Tomás explica su reacción diciendo: “Si no toco y meto los dedos no creo... Yo soy un hombre de mano: ¡toco luego existo!” (51). Matías no acepta las razones de Tomás. Como respuesta, dice que “quisiera hacerle una pregunta a este Tomás: los mancos, ¿pueden creer?” (52). Para Matías, “La Fe, más que creer, es querer creer (27). Otra vez, una prueba—táctil y de otro tipo—no se necesita para la fe verdadera.

El tacto también evoca la idea de inclusión. Aunque Cristo predicaba una religión que incluyera a todos, los apóstoles se sienten privilegiados y por eso tratan de excluir a las personas que no sean “dignas” de Cristo. Actúan como barrera entre Cristo y la gente, tanto como para que Matías pregunte, “Si la fraternidad del Maestro alcanzaba para muchos, para millones de seres que lo tocaran, ¿por qué únicamente los Doce querían tocarlo?” (22). En su ministerio, Matías trabaja para incluir a todos, para el disgusto de los otros apóstoles:
[Matías está] perdonando a diestra y siniestra, expresando amor a quienes nos han vendido al imperialismo, pactando con los fariseos, dando la mano a las meretrices (lo peor: nada más que la mano), dejando expedito el ingreso a nuestro partido cristiano a los que hasta ayer fueron gentiles sin ninguna gentileza, adoradores de bestias, colaboracionistas, culpables de nuestro atraso [...]. (102-103) (el énfasis es mío)

Claramente, los apóstoles quieren que el cristianismo se mantenga como una organización exclusiva. No obstante, Matías no acepta quedarse indiferente. Realmente toca a la gente, pero los apóstoles sólo pueden ver lo negativo en las acciones de Matías. Se quejan de que Matías “prosigue besando a los leprosos para darnos ejemplos (ya no tan plásticos) de humildad y solidaridad, buscando la imitación de Cristo” (107). En vez de alabarle por extenderse a las personas más marginales de la sociedad, los apóstoles le culpan a Matías por exponerles a posible contaminación. No se dan cuenta de que el uso del tacto es una manera de dar esperanza a la gente.

Conclusión

El pensamiento de la liberación es evidente en los diarios de Matías y Peredo a lo largo de Matías, el apóstol suplente. Una manera de analizarlo es referirse a las imágenes sensoriales y los temas que evocan. Con la vista, se puede profundizar el tema de la fe. Con el oído, se puede tocar la idea de la toma de conciencia. La imagen que tiene que ver con el olfato sugiere los problemas de la pobreza. El gusto hace referencia al vínculo entre el bienestar físico y el bienestar espiritual. Finalmente, el tacto tiene que ver con la fe, la inclusión, y la lucha contra la indiferencia. Por profundizar estos temas, el lector puede llegar a una comprensión más plena del pensamiento de la liberación.

*Entre las obras que tocan el tema del pensamiento de la liberación, hay mucho debate sobre el rol de la violencia en realizar cambios sociales. Aquí se puede leer un artículo que, aunque habla de Los condenados de la tierra por Frantz Fanon en términos generales, también incluye una presentación del razonamiento de Fanon en abogar por el uso de la violencia.



Obra citada

De la Vega, Julio. Matías el apóstol suplente. La Paz: Santillana, S.A., 1998.
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