Juan de Recacoechea 'Tuve que disfrazarme para ir a los bares de mala muerte'
El escritor del libro en el que se basa la película American Visa confiesa algunos de los secretos de su obra Sus lentes se ajustan a la punta de la nariz como un zapato y viste una larga gabardina, la típica de las novelas negras, su género de preferencia. Tiene el gesto gris y descreído de los funcionarios, pelambrera blanca y una manera desganada de fumar. Es Juan Recacoechea, el espigado autor del libro American Visa, en el que se ha inspirado la película dirigida por Juan Carlos Valdivia, que ha triunfado en las salas de cine del país. Hoy, en una entrevista exclusiva concedida a la revista, el autor desgrana varios secretos de su obra, una historia que se ambienta en algunos de los pasajes y rincones más sórdidos de La Paz y donde cobran vida personajes y situaciones tan reales como la vida misma. ¿Cómo se definiría Juan Recacoechea? ¿Cuál es su historia de vida? Nací en La Paz, estudié aquí hasta tercero de secundaria y luego fui un tiempo a España, donde estuve interno en un colegio de curas por poco más de un año. De ahí me fui a Lima y más tarde a Francia, donde estudié periodismo. Siete años después, obtuve una beca de literatura para luego trabajar en Holanda, Dinamarca y Suecia, donde escribí artículos como free lance. También he vivido en Londres y Nueva York, pero trabajando en oficios ajenos al periodismo. Y, finalmente, retorné para Bolivia. ¿En qué año fue su vuelta a casa? Regresé cerca de los años 70 y fui uno de los que fundó la Televisión Boliviana. Fui el segundo empleado, cuando todavía no se habían conformado ni estudios. Fui de los primeros realizadores de televisión. Ahora viene la pregunta obligada: ¿Qué le inspiró American Visa? Bueno, fue una experiencia personal. Un día fui al consulado de Estados Unidos para pedir la visa y, mientras estaba esperando, conocí a un profesor orureño que estaba sumamente nervioso, se le veía temblando y no podía ni moverse. Yo tenía un número antes que él, me entrevisté y me dijeron que volviese en unos días. Al salir me despedí, le deseé buena suerte y no lo volví a ver más. Así nació la idea de escribir una novela. Y, bueno, a Blanca la conocí en los cabarets. Es una chica beniana que me contó una historia trágica. Venía de un pueblito pequeño y tenía que trabajar en cierto tipo de bares para hacer un poco de dinero. Pensé que podía ser un personaje muy interesante. Pero cuando verdaderamente se armó todo fue cuando visité un hotelucho en el barrio de Rosario, donde vivía un amigo mío, Antonio Alborta, que estaba enfermo. Al entrar, vi allí a Blanca. También había otros personajes peculiares, como un vendedor de quesos y vinos y bailarinas... y entonces fue que se me ocurrió todo. Con su novela ganó el premio Guttentag. ¿Fue eso una buena ayuda? Me dieron unos tres mil dólares y tuvo una excelente acogida, con esperanzadoras críticas. Se habló mucho de mi obra en los periódicos. ¿Y cómo fue luego el proceso para llevar su libro finalmente al cine? Todo empezó hace unos diez años. Yo tengo un sobrino de nombre Enrique Prudencio que conocía a un jovencísimo Juan Carlos Valdivia. Él leyó mi novela y estaba entusiasmado, pero le pareció dificultoso llevarla a la pantalla grande. Más tarde, en una de sus visitas a La Paz, le llevé por el barrio de Rosario, una de las locaciones por las que caminan mis personajes en la obra. Visitamos, además, el cabaret donde trabajaba Blanca y la conoció. Sin embargo, hasta que se pudo hacer realidad el proyecto tuvieron que pasar varios años. ¿Y qué es actualmente de Blanca? Me parece que decidió emigrar y está ahora en los Estados Unidos. ¿No es una paradoja, si se tiene en cuenta el argumento de su obra? Claro, en vez de irse a Riberalta para salir de la prostitución, como soñaba, parece que obtuvo una visa y se marchó. En cuanto al orureño, no lo vi ya más, salvo en mi imaginación. ¿Se acuerda de alguna anécdota que ocurriera durante el proceso de creación de su famoso libro? Un día me encontré con Blanca y me contó que en el cabaret donde trabajaba hubo una balacera. Por poco le matan. Después, para introducirme en los bares de mala muerte en los que se ambienta mi novela tenía que disfrazarme, ponerme ropa vieja. Pero me quedaba poco tiempo, pues para beber lo que en esos lugares se toma hay que tener una garganta realmente de acero. ¿La película le parece una adaptación bien conseguida de la novela? Me gusta. Es una buena película, dinámica, audaz y romántica. Hace soñar al público. Además, se respeta el tema central de la novela, que es la búsqueda de la visa. Con todo, hay algunos aspectos que diferencian la película de la novela. Por ejemplo, en mi obra Mario (el profesor orureño) se enamora de Isabel (la chica de la zona Sur) y no de Blanca (la prostituta). Por otro lado, en mi libro Mario se intenta suicidar. Para ello decide tomar un tipo de medicamento que le deja aturdido. Finalmente, le llevan a una clínica de El Alto donde le hacen un lavado de estómago y le salvan, y Blanca le convence para irse al paraíso, al Beni. ¿Habrá una reedición de su obra? Sí, ya está lista, y estamos hablando de la cuarta edición del libro, que contiene algunas fotografías de la película de Juan Carlos Valdivia. ¿Hasta el momento, cuántos ejemplares calcula que se han vendido? No lo sé, pero debe ser una de la novelas más vendidas de Bolivia. Ahora, además, parece que hay algo más de interés por la película de Valdivia. Incluso, se lee en los colegios. ¿Está escribiendo algo ahora? No, porque no tengo tiempo y, francamente, tampoco tengo muchas ganas de hacerlo. Pero si lograse un trabajo estable, porque no soy jubilado aún, puede que me animara. He creado un detective boliviano, típicamente paceño, de apellido Gorriti, sobre el que me gustaría trabajar con más calma. Por otro lado, sin tener en cuenta American Visa, ¿qué nos puede contar sobre aquellos libros que usted escribió anteriormente? Uno de ellos, Altiplano Express, fue finalista en el Premio Nacional de Novela, y se publicó en Santillana. Es una novela policiaca que transcurre en el antiguo tren La Paz-Arica. También escribí París no era una fiesta, que trata sobre mis experiencias cuando trabajaba en un hotel en París. Por otro lado, lancé una novela con tinte erótico que se publicó en Plural y que también tiene sus lectores. Entre todos los géneros, ¿por qué prefiere usted la novela negra? Porque he leído mucho en mi vida y me parece que la novela negra representa una forma muy moderna de narrar las cosas. Le deja a uno libre y, al mismo tiempo que se escribe la novela, uno puede realizar una bonita crítica de la sociedad. ¿Cree que la ciudad de La Paz es un auténtico hervidero de historias? Yo pienso que sí, pero el problema es que en Bolivia todo es política. Y ésta domina la vida desde el amanecer hasta que uno se acuesta. ¿Tiene alguna manía al escribir? A veces fumo, pero no soy, por ejemplo, de los que escriben sólo a la mañana o únicamente a la tarde. Así, American Visa la trabajé por la mañana y por la tarde. Por otro lado, todas las novelas las terminé gracias a una máquina de escribir eléctrica. Ahora, como los tiempos han cambiado, he hecho un guión con la ayuda de una computadora. Pero es lo de menos, porque la computadora no le aporta al relato. Simplifica algunas cosas, pero nada más. Además, no soy muy ducho en computación. Usted, que es un buen narrador de historias, ¿ha vivido alguna aventura de novela en carne propia? Bueno, como he vivido en tantos países de Europa, y antes caminaba por todo lado, he tenido muchas aventuras. Cuando estaba en París y contaba con 20 años, por ejemplo, sostuve una relación muy fuerte con una muchacha francesa. Para ella escribí mi primer libro, que tuvo como título Fin de Semana. ¿Y después de esa experiencia? Me casé y no tuve más aventuras... (sonríe mientras apaga un cigarro). La confesión Blanca (la chica que inspiró uno de los personajes) creo que se fue a Estados Unidos El perfil Juan Recacoechea nació en la ciudad de La Paz en 1935. Estudió en Bolivia, España y Perú. A fines de los años cincuenta se asentó en París, donde vivió durante bastantes años. Luego, fijó su residencia en Copenhague y Amsterdam. Periodista por más de tres décadas, free lance durante bastante tiempo, a su retorno a Bolivia fundó Canal 7 Televisión Boliviana. Tiene publicadas varias novelas, entre las que destacan Fin de Semana (1974), La Mala Sombra (1980), Toda una Noche la Sangre (1992) y American Visa (Premio Erick Guttentag 1994). Por otro lado, su novela Altiplano Express, editada por Santillana, fue finalista del Premio Nacional de Novela en 1999 y tuvo muy buenas críticas. También ha publicado una obra de teatro: Chicani (1995). Actualmente, cuando se acaba de reeditar American Visa, el autor no se encuentra escribiendo ningún libro, pero tiene la idea de trabajar en algún guión de televisión o cine. Por el momento, sin embargo, las obligaciones laborales no se lo permiten.
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