jueves, abril 05, 2012
Por Sebastián Antezana - La Prensa - 18/03/2012
El ganador del Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal” 2008 presenta su primera novela con la editorial El Cuervo.
“¿Acaso hay colegio en el mundo que no sea un experimento artificial de socialización? ¿Una herramienta para perpetuar la clase social? ¿Un laboratorio humano con altas paredes y con un alto índice de fracaso?”. Click, la primera novela de Christian Vera, Premio Nacional de Poesía “Yolanda Bedregal” 2008 con Ciudad Trilce, es, como puede verse, una ficción situada en un colegio de una población que puede o no ser La Paz. La nueva propuesta de la editorial El Cuervo cuenta la historia de un profesor de literatura que pasa los días entre las paredes de esta institución, hasta que algo que hacía tiempo latía dentro suyo decide concretarse. Para saber algo más de la historia, Fondo Negro se entrevistó con Vera.
—Descríbenos brevemente cuál es el argumento de Click.
—Un día, que no es cualquier día, el personaje (un profe), ingresa a su trabajo (un colegio). A su paso va surgiendo una serie de múltiples historias que giran alrededor de esa inmensa caja de narraciones que es un colegio. Y en ese repaso narrativo, la novela propone cuestionamientos, historias, imágenes, acciones, contradicciones y personajes que habitan en una institución escolar.
—Frente a ese colegio, en muchos sentidos, monstruoso, y una vida poco esperanzadora e uniformizadora, las únicas válvulas de escape en la novela son el consumo de drogas (ansiolíticos, antidepresivos, pastillas motivadoras de inteligencia) o una vocación por la destrucción. ¿Por qué construir un escenario así?
—Me sedujo la idea de construir la trama alrededor de un colegio muy antiguo, con aires victorianos. Y que antes este espacio, la infraestructura, haya cobijado a un hotel, a un manicomio o a una cárcel. En cualquier ciudad, cuando uno entra a los colegios que ya cumplieron o cumplirán cien años o más, ese ambiente, esa atmósfera, está cargada de ficción. Esa sensación me sirvió para imaginarme este escenario colegial. Y me pareció ideal insertar a ese ambiente a un profesor neurótico, que no es cualquier profesor, sino más bien se trata de un intelectual muy vanidoso, pero que está prisionero en ese submundo fantasmal donde es imposible alimentar la vanidad.
—En algún momento, la novela afirma que “un colegio es una inmensa acumulación de historias tétricas”. Desde una perspectiva foucauldiana, un colegio como el de la novela (que antes fue un manicomio y cárcel) puede ser, además, esa institución en la que se generan e imparten discursos oficiales y extraoficiales de forma organizada. Sin embargo, el caos y cierta abulia generalizada parecen en la novela permearlo todo. ¿Qué se erige tras estas tensiones?
—Los colegios y escuelas, en general, tienen una fuerte herencia eclesiástica, también tienen que ver con instituciones como los manicomios y las cárceles. Todo esto, como dices, remite a filósofos franceses como Foucault y Deleuze. Hay una unión interesante entre el monasterio y la escuela, y eso es algo evidente en la novela. Es por esa herencia eclesiástica que el espacio educativo se construye a partir de su cerrazón y separación tajante con el espacio mundano. Por otra parte, otro mito instituido por la escuela es el del profesor como ejemplo de conducta. Además de portar las tecnologías específicas para la enseñanza, el docente debe ser ejemplo —físico, biológico, moral, social, epistémico, etcétera— de conducta a seguir por sus alumnos. Se puso un peso muy importante en el accionar de los profes, por lo que el maestro debía ser un modelo aun fuera de la escuela, perdiendo así su vida privada. Y eso en esta novela también se cuestiona o, mejor, se juega con esos elementos.
—Hablas en Click bastante acerca de zombies. ¿Los colegios son máquinas de hacer zombies? ¿La literatura y la farmacéutica (muy presente en la novela en forma de consumo de drogas) pueden ser escapes de ello o, acaso, su exacerbación?
—Creo que no sólo los colegios son máquinas de configuración de zombies… Hay muchos mecanismos productores de zombies, como la televisión, los discursos políticos, los sesgos ideológicos, la hipermodernidad, la tensión de vivir en ciudades poco habitables, como La Paz, Buenos Aires, entre otras… Hay muchas máquinas configuradoras de zombies y, claro, los colegios son espacios interesantes para su adoctrinamiento, siempre en sentido metafórico. Es ahí donde el personaje de la novela (el profe) es un individuo que quiere ayudar a su modo a potenciar las capacidades cognitivas de los estudiantes por caminos más modernos, químicos.
—El profesor de literatura es un tipo anodino, solitario, tristón, impotente ante la mayoría de las cosas. Se me figura como una especie de Bartlebly, por esa especie de destino fatal que lo une al colegio, como al personaje de Melville lo une a una oficina. Desde su pequeñez, desde su relativo anonimato y su negativa a la trascendencia, este personaje puede funcionar como crítica a esos grandes proyectos —políticos, económicos, literarios— característicos del siglo pasado y cada vez más venidos a menos. ¿Cómo ves la cosa?
—Intento jugar con ciertos estereotipos de lo que se podría catalogar como un estudiante de humanidades, un estudiante de literatura, por ejemplo, que emprende una carrera académica, pero que termina encerrado en un colegio y transformado en profe. Es también como una caricatura, como una ridiculización de la vanidad intelectual, literaria, que gira alrededor de este personaje. No creo que vaya tanto por una cuestión de “impotencia”, o de hacer una “apología” de la tristeza o la frustración. Es, creo, un intento por hacer un recorrido en la vida de un actual profesor de literatura… Tal como lo hizo Carlos Medinaceli en su epistolario Atrevámonos a ser bolivianos, en el que se plantea su grave conflicto con el alcohol, con la enseñanza, con el lenguaje, con su errancia, con esa crisis que les viene a los escritores por el no reconocimiento, la falta de dinero, los dilemas ideológicos, las crisis estéticas y creativas, las contradicciones tanto en las ideas como en los hechos. Todo eso está en el epistolario de Medinaceli y, salvando las enormes distancias, en registro de homenaje, también en Click.
21 Click, primera novela del autor de Ciudad Trilce, se presentará el miércoles 21 en la Cinemateca.
“Me sedujo la idea de construir una trama alrededor de un colegio muy antiguo, con aires victorianos. Y que antes este espacio, la infraestructura, haya cobijado a un hotel, a un manicomio o a una cárcel. En cualquier ciudad, cuando uno entra a los colegios que ya cumplieron o cumplirán cien años o más, ese ambiente, esa atmósfera, está cargada de ficción...”
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