viernes, octubre 08, 2010

CARLOS CARDANI PARRA ESCRIBE SOBRE LIBRO DE IRIS TICONA VACA


Entrar al manicomio o al goce por medio de la crueldad
Sobre "Manicom(n)io fractal colección post morten" de Iris Ticona Vaca


PUBLICADO POR CARLOS CARDANI PARRA EN 9/16/2010

Editorial Género Aburrido, La Paz, Bolivia. Julio de 2010

El celador del manicomio se pasea de la misma forma que el crítico de arte viendo una galería de cuadros. Así, cada celda contiene un caso, que a sus vez es único, un sufrimiento personal e intransferible enclaustrado a un cuerpo. De esta forma ese dolor es el color y el trazo plasmado en la tela, hacen distinta una obra de otra.
Así puede que el lector vaya paseándose por las hojas del libro “Manicom(n)io fractal colección postmorten” de Iris Ticona Vaca (1986), y vea que cada texto es un cuerpo malformado, o de pésima suerte en vida como para terminar en esta insana morgue. Hermafroditas, fetos en formol, niños de muerte trágica, tratados con el mismo amor con el que se escribe una ficha médica, un certificado de defunción, escrito por algún funcionario acostumbrado a trabajar con la muerte y el dolor ajeno.
Entonces el lenguaje de médico forense, el de anatomía humana se pasea con bisturí por cada uno de los cuerpos sin temor a la autopsia, dando un ambiente de olor a hospital, a fluidos en las primeras horas o días de descomposición. Nadie puede quedar indiferente a esto, salvo los que tengan alma de funerario. Así uno puede sentir asco, miedo, incomodidad, perturbación, echarse atrás con la mano en la boca alegando inmoralidad, pero por sobre todo uno siente morbo. El gusto por lo horrible. El obtener goce por medio de la crueldad. Quizá esa sea la gracia de este libro, de no solo ser la descripción de esos cuerpos en sus mutilaciones o malformaciones, o narrarles una parte lamentable de sus vidas. El ejercicio va en encontrar cierta belleza en el morbo, un placer por el saber o el contar sobre alguien que sufre desde nuestra cómoda condición de “sanos”. Un cuerpo agredido en su formación, masacrado en su gesta dentro del útero, la mente que sufre y se trastorna por la materia y miembros con los que le toca vivir y moverse.
El cuerpo en su inherente condición al sufrimiento, de vivir en la certeza de que padecerá dolor es la regla con la que todos nacemos, y vivimos con eso hasta el día en que llegue el daño que nos dará muerte. Lo distinto en estos cuerpos, es que el dolor es permanente, una agonía cotidiana, y ese padecimiento pasa a ser la columna vertebral de toda la vida, desde que la madre ve al feto mal forme saliendo de sí, hasta el día en que se escriba la sentencia y síntesis de lo que se fue en el epitafio.
Pero este lenguaje médico o el de la anatomía humana con el que se trabaja, en su tecnicismo hace aparecer a la ciencia, y ella como tal, es difícil de entender para quien no trabaja con ella. No es comprensible para todos. He ahí el riesgo de decir “Anaeróbicos” o “Androfía”. Pero a eso a Ticona no es algo que parece importarle mucho. Así las cosas, y siendo lamentablemente franco, tampoco la poesía es comprensible por todos. Pero eso a todos los que escribimos tampoco nos importa mucho. La diferencia es que la ciencia de por sí busca la verdad, y con ello lograr progresos, una evolución constante. Mientras que la poesía no evoluciona, sino que simplemente busca cambios, maneras distintas de tocar la belleza al costo que sea, teniendo como base la mentira, el uso de la mitomamanía o el imaginario, si le quiere llamar.
Así, este manicomio de Sebastián Melmoth y su galería de aberraciones no es más mentira que el propio Melmoth dentro del imaginario y la creación de Iris Ticona. Melmoth, otra víctima, otro cuerpo parte de la galería y culpable de toda ella, creado para que la niña juegue sin tener culpa, sin ensuciarse las manos.
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