Dentro de la clasificación general de los instrumentos musicales, el charango se encuentra entre los cordófonos, es decir, los instrumentos de cuerda que pueden tocarse con los dedos, con un plectro o con un arco. La familia de los cordófonos se puede agrupar, en primera instancia, en cuatro tipos fundamentales: laúdes, liras, arpas y cítaras. Estas últimas son las precursoras de todos los instrumentos de cuerda con teclado –como clavicordios, espinetas y pianos–, mientras los laúdes se consideran los antepasados de la mayor parte de los instrumentos de cuerda modernos –guitarras y la familia de violas y violines.
Los orígenes del charango se remontan a la colonización española de América. En este periodo muchos instrumentos musicales europeos llegaron a tierras americanas y, entre ellos, la vihuela de mano, una especie de guitarra con cinco cuerdas que se elaboraba en tres tamaños: pequeño, mediano y grande. El desembarco de la vihuela en diferentes lugares de América propició la creación de nuevos instrumentos inspirados en ella. En México apareció la jaranita, la jarana, el mosquito, la huapanguera, la guitarra jaroncha y otros; en Puerto Rico surgió el cuatro puertorriqueño; en Colombia, el tiple colombiano; en Panamá, el socavón; en Ecuador, el bandolín; en Chile, el guitarrón, y en Bolivia y Perú se creó el charango.
Existen múltiples documentos acerca de la penetración y uso de la vihuela en América. En diferentes lugares de Bolivia y Perú, entre 1547 y 1757, aparecen de forma reiterada vihuelas esculpidas en portales de iglesias donde son tocadas por sirenas. En la ciudad de Potosí, Bolivia, centro económico de la vida colonial americana, los cronistas de época cuentan que también llegaban músicos de Europa, entre ellos vihuelistas, que deleitaban al pueblo tocando en celebraciones en las que se cantaba y bailaba.
El hombre andino creó un instrumento parecido a la vihuela e impregnó en él los sentimientos y características de su cultura. El charango es un instrumento mestizo que siente y se expresa en lengua nativa.
Los vínculos existentes entre Bolivia y Perú en la época colonial, el comercio y la movilidad de gente que este hecho provocó fue determinando el área de origen del charango. Algunos investigadores consideran a la ciudad Villa Imperial de Potosí la cuna de este instrumento. Su inmensa riqueza, proveniente de su ‘Cerro Rico’, que se crearon muchas leyendas. Se decía que la plata abundaba a tal extremo, que con ella se podría construir un puente desde la ciudad hasta España. Esa fama se extendió por todo el mundo y Potosí se convirtió en un centro cosmopolita de mucha importancia en América, formando una ciudad enorme, de aproximadamente 160000 habitantes hacia 1610.
La frenética actividad comercial y social conformaron una compulsiva mezcla de la cultura europea con la nativa, que dio lugar al nacimiento del charango.
En la actualidad, el charango es un instrumento de uso popular en Bolivia, Perú, norte de Argentina, Chile y Ecuador.
Construcción y variedad
Desde sus orígenes, la materia prima con que se elabora el charango han sido diversos tipos de maderas y caparazones de armadillos. También conocido como quirquincho, mulita o tatú, el armadillo es un mamífero cuyo cuerpo se recubre de una estructura rígida en forma de armadura. Este caparazón articulado protege al animal, y cuando es atacado se enrolla sobre sí mismo, tal como lo hacen los erizos. En diferentes lugares, los caparazones de armadillos, así como las conchas de tortugas, se han utilizado para armar guitarras, mandolinas y bandurrias, razón por la cual en ocasiones se les ha confundido con charangos.
En Bolivia y Perú existe una gran variedad de charangos que se distinguen por su tamaño, cantidad de cuerdas, afinaciones y materiales con los que se construyen, y cada una de estas características obedece a costumbres y tradiciones de las diferentes regiones. Antiguamente se les ponía cuerdas de tripa y posteriormente metálicas o de nailon.
En Bolivia, el maestro Ernesto Cavour ha hecho una catalogación básica de la familia de charangos, atendiendo a seis tamaños diferentes: pequeño, agudo, tipo, mediano, bajo ligero y bajo. Si se consideran la longitud de las cuerdas al aire (entre el puente y la cejuela), las medidas van de los 17 cm en el caso del pequeño, a más de 65 cm en el caso del bajo. A esta catalogación hay que sumar todas las variantes existentes en la cantidad de cuerdas (entre 6 y 10 cuerdas con diferentes combinaciones), las distintas afinaciones y los materiales con que se construyen.
Los estudios sobre los instrumentos musicales de uso popular en Perú determinaron una variedad de 11 tipos de charangos que son utilizados actualmente en diferentes zonas del país.
La construcción de los charangos se hace de acuerdo a viejas costumbres y tradiciones. Para su elaboración se utiliza, principalmente, la caparazón de quirquincho. Algunas veces están decorados artesanalmente, laqueados y con bellas filigramas talladas en diferentes partes del instrumento.
En cuanto al origen de la palabra ‘charango’ aun no hay certeza. Posiblemente deriva de dos voces americanas: charanga, palabra muy utilizada durante la colonia, que significa ‘música de instrumentos metalicos’ y de charanguero, que quiere decir ‘tosco, grosero, chapucero, chambón, embustero, imperfecto’, por ser un instrumento rústico, que era usado por los campesinos y que fue despreciado por los ‘blancos’ durante mucho tiempo.
Patrimonio nacional
El charango tiene una vida muy ajetreada: forma parte de la tradición musical del altiplano sudamericano y se usa habitualmente en las fiestas populares; está presente entre los grupos folclóricos, y destacados solistas hacen exhibición del grado de virtuosismo y técnica que se han alcanzado en este instrumento.
La Sociedad Boliviana del Charango realiza una labor de estudio, difusión e información para los músicos que incluyen este instrumento en su repertorio, y para aquellos que sencillamente se interesan en él.
En Bolivia el charango es considerado patrimonio nacional, y se le ha dedicado una plaza que lleva su nombre, con un monumento en forma de charango de dos metros de altura. No es de extrañar que en Bolivia estén los mejores constructores de charangos