domingo, octubre 11, 2015

Diego Ayo y su paso a la novela

Diego Ayo junto a Alejandra Ramírez, la noche de este jueves pasado en el auditorio de Los Tiempos, durante la presentación de la novela “En la cumbre”.  - Hernán Andia Los Tiempos



Por Claudia Gonzales Yaksic


Hace tres días el politólogo Diego Ayo Saucedo presentó en Cochabamba su primera novela “En la cumbre”, un thriller político mezclado con una historia de amor que ha generado mucha polémica porque —según explica su autor— “digo lo que mucha gente no quiere oír, porque hago uso de mi libertad de expresión constitucionalmente regulada y digo lo que debo decir, pero sobre todo porque no puedo ni quiero tomarme en serio a gente que una vez en la plaza Murillo ha decidido de modo vehemente no tomarnos en serio. Es eso”.

Al ser básicamente autor de artículos de análisis y de ensayos políticos, esta novela ha sido para Ayo una experiencia nueva.

“Bueno, la verdad que por mi profesión, soy politólogo, metí un montón de párrafos con datos y menciones a fechas y a políticos. Inmediatamente recibí no la sugerencia sino la orden de Marcel Ramírez, editor y director de la Editorial 3600, de sacar ‘cosas que no tienen nada que ver con el género novela’. Acabé recortando un buen 30 por ciento, no sin sufrir cierto dolor. Quienes escribimos y solemos tener, a veces, una alta estima de nosotros mismos, nos enamoramos de nuestras propias frases y sacarlas es como mutilarte un órgano. Pues me mutilé varios y aunque me dolió, hoy me doy cuenta lo mucho que aprendí”, cuenta.

Escribiendo “En la cumbre”, Diego aprendió la “primera regla en la escritura: no sobrevalorar lo escrito. Ésa es una regla de oro. Fue pues una escuela intensiva la labor desarrollada por la editorial. No puedo más que agradecer a Marcel y a Luis Carlos Sanabria que me ayudaron en esta faena durante casi un año. Y claro, la diferencia es notable. Aquel era un esbozo de novela, ésta es, con todas sus precariedades y novatadas, una novela. Me siento, por eso, muy conforme y, sobre todo, agradecido”.

Pero una vez que terminó de escribir esta su ópera prima, a Diego Ayo le vino cierta emoción desbordante y se puso a escribir compulsivamente. “Llegué a la página 50 de la segunda novela marítima, pero me vino algo de dudas”, explica y cuenta que entonces decidió parar y comenzar a leer novelas de otros autores para ver “sus estilos y sus contenidos, para inspirarme, para copiar sanamente”.

“Debe ser política la novela a leerse, no de amor solamente o de detectives”, revela. En ese afán leyó obras de Orwell, Solzhenitsyn o Vargas Llosa; también leyó “Grandes miradas de Alonso Cueto”, una novela sobre “Vladimiro Montesinos, muy ágil, me gustó. Luego ‘La conjura contra América’ de Philip Roth. Me encantó, versa sobre algo que no sucedió pero que hace pensar: Roosevelt no es reelegido en 1941 y en vez de él sube a la presidencia Lindbergh, quien promete no involucrarse en la Segunda Guerra Mundial para evitar muertes de conciudadanos. Lo logra pero a costa de aliarse con Hitler. De lujo”.

También en su lista figuran “Asco” del salvadoreño Horacio Castellanos y actualmente está con dos: “Que comience la fiesta” de Niccola Ammaniti, una sátira de Berlusconi; y “En tiempo de luz menguante”, de Eugen Ruge, un relato sobre tres generaciones alemanas postguerra afincadas en la Alemania Oriental.



¿Cuándo comenzó a escribir esta su primera novela y cuánto tiempo tardó?

Comencé en 2012, inspirado en una novela con trasfondo político de Amalia Decker (“Yo, la reina de sus sueños”) que me gustó mucho y que comentamos con un novelero por excelencia: mi amigo Guido Riveros (ya fallecido). Acabé un borrador en tres meses y la dejé porque me faltaba el final. La retomé el 2014, casi dos años después y en otros tres meses volví a concluirla. La entregué a Marcel y de ahí en adelante tomó casi un año corregirla.



¿Cómo fue la experiencia de escribir una novela considerando que usted es politólogo?

La razón hay que buscarla en una frase que se me coló por muchos años, proferida por mi propia madre, la doctora Gladys de Ayo: “Me he encontrado con una amiga y dice que cómo estudia tu hijo ciencias políticas, si esa carrera es un saludo a la bandera”. Vaya amiga, vaya capacidad de alentar a mi casi desfalleciente progenitora, quien llegó a casa molida psicológicamente.

Su hijo mayor, el Álvaro, estudiaba literatura, su otro hijo, Rodrigo, el del medio, teología-psicología y el menor, yo, ciencias políticas. Ergo: ¿De qué vivirían? Pues mi objetivo de vida desde aquel instante fue mostrarle a esta señora mía que mi carrera era fantástica. Y que se podía hacer todo con ella, desde libros relativamente aburridos, hasta novelas, pasando por documentales, programas de televisión y/o películas.



¿De qué personajes de “En la cumbre” se quedó prendado?

Esa pregunta es complicada. Es como preguntar a cuál hijo quiero más. Pues no lo sé, pero si me exiges un personaje final, es sin dudas Lucía. Representa el coraje, la convicción y la ética pero también el radicalismo, el error y finalmente, el arrepentimiento. Rasgos muy humanos.



Al parecer le gustó quedando la aventura de la narrativa, ya que comenta que está escribiendo una segunda novela ¿cuál es la trama si se puede saber?

Me fascinó. Produce cierta adicción esto de escribir novelas. Y sí se puede saber. Es sobre el mar, está ambientada en un futuro posible, y en él podemos ver que Bolivia ha recuperado el mar. ¿Qué sucede después de haberlo recuperado? Ésa es la trama, imaginar el día después: ¿estaremos mejor? Tengo una hipótesis y la narro en este alucinante formato: la novela. Ya lo verás. En todo caso, ya tengo hasta nombre “Memorias del mar”. Pero la haré con calma…



Usted está trabajando en una película, de la cual es guionista y director. ¿Puede hablarnos de eso? ¿Ya está filmando?

Pues sí, escribí un guión con el título de “Así nomás somos”. Lo hice revisar con algunos expertos y lo fui puliendo. Le tengo mucha fe. Trata sobre la vida de Daniel, un aimara que fue adoptado por una familia criolla que lo crió “occidentalmente”. La trama versa sobre el empeño de Daniel en encontrar a sus padres que lo dejaron y aunque él está seguro que son pobres y por eso lo abandonaron, se da cuenta, al hallarlos, luego de algunas peripecias, que no sólo no son pobres sino que han logrado enriquecerse. Viven en un mal llamado cholet y son ciudadanos de lo que se ha bautizado como “burguesías cholas”.

Ésa es la idea y a partir de ella recorremos las zonas comerciales más prósperas del país, desde Villazón hasta la Zona Franca de Cobija pasando por la Uyustus. Lo demás me lo guardo, hasta que podamos verla. Aún me falta, como es usual, algún financiamiento, así que aprovecho para convocar a algún interesado en lanzar esta iniciativa en sociedad. Ya verán que es divertida. Es, igualmente, una sátira política
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