Amalia Decker : "En Teoponte encontraron la muerte,pero no la patria"
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¿Cómo decidió revisitar Teoponte?Es la historia del pasado reciente que tal vez la gente no conoce. Si le preguntas a un chico de 18 o 20 años por Teoponte, no te va a saber responder. Escribo esta novela por una obra de Gustavo Rodríguez Ostria, Teoponte. Es un gran trabajo de investigación en el que logró contactar a las familias de muchos o varios de los guerrilleros que murieron en Teoponte –entraron 70 y salieron ocho-.
Fui parte de la guerrilla en aquellos tiempos. Cuando leí la obra de Gustavo, sentí que me perseguían los fantasmas del pasado.
Fui parte de esa guerrilla y me pasaban una sucesión de imágenes difusas, por el tiempo que ha transcurrido, pero sentí que era una historia desconocida por la sociedad y por los que lideran un proceso de cambio, que deberían saber lo que hicieron estos jóvenes. Buscaban una sociedad más justa, quizá ilusamente pensaron que era posible una sociedad de iguales.
¿Por qué cree que la olvidaron?
Podría suponer que la gente que lidera un cambio puede recordar a esa gente, pero no es así. Lo único que ha quedado en pie de esa época es el ícono comercial del Che. Tú lo ves al Che por todos lados, en tazas, en sudaderas, en todo lo que pueda soportar su imagen.
Cuando me empezaron a perseguir los recuerdos que estaban archivados en mi memoria, pero no olvidados, comencé a darle vueltas y demoré mucho en tomar la decisión de escribir.
No es fácil desgarrarte el alma para recordar episodios que no fueron épicos.
Aunque cuando uno recuerda y dice guerrilla piensa en una épica. Ojo: es novela, no tiene rigor histórico, para nada. Hay ficción donde entra el amor, los sueños... La narradora es una muchachita de estos tiempos democráticos que se pregunta qué hizo su mamá en el pasado y le llama la atención que no le quiera contar. Permanentemente le dice: “Ma, cuéntame cómo es que te hiciste guerrillera”.
¿Cree que su novela tiene más valor al haber sido protagonista de Teoponte?Sí, pero no soy protagonista de la novela. Está protagonizada por mujeres, desde la narradora que es una muchacha joven. Quizá el instinto de género me vence a la hora de escribir.
¿Qué le ha permitido descubrir esta novela?Personalmente, desde hace mucho tiempo, desde que descubrí qué era pretender hacer una guerra sin haber vivido, descubrí que era pacifista. Entré a la guerrilla con 14 años.
A esa edad no sabía ni limpiarme la nariz. Lo que nos movía era la presencia del Che en Bolivia, que se convirtió en un ícono y dividió a la juventud en dos bandos. A mí me tocó estar del lado de los que hicieron la revolución bajo el lema de patria o muerte, estuve del lado de los que encontraron la muerte, pero no la patria. Después de un primer exilio empecé a conflictuarme con el método, con la guerra. En esencia, era una mujer de paz.
Luego del primer retorno, llego y me enfrento que es posible convivir en democracia. Fui candidata a diputada por una agrupación que decide decirle adiós a las armas, con el Movimiento Popular de Liberación Nacional. Salí diputada y mi llegada al parlamento termina por convertir a la guerrillera en una demócrata.
Cuesta ver a una chiquilla de 14 como guerrillera.
Sí. El nombre inicial de la novela era En la piel de mi madre y es un intento de poder entender a través de una muchacha de 24 años.
La protagonista cree que muchas de las cosas que va descubriendo rayaban en la locura, eran demenciales. Su madre le dice: “Es casi imposible que una muchacha como tú pueda entender por qué la gente se enrolaba en una guerrilla con el 90% de posibilidad de perecer en el camino”. Por una cuestión comercial cambié el nombre de mi novela.
Creía que la palabra piel, más allá de ser muy linda, está desgastada. Dormí, me levanté, me puse a hacer un queque, encendí el Spotify y sonó la canción Papá, cuéntame otra vez de ese guerrillero loco que murió en Bolivia. Y me presté el nombre
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