“El médico y el aventurero”, nueva novela de Raúl Rivero
Por Carlos Arce Moreno - Los Tiempos
Después de cuatro obras publicadas y una por presentarse —“El médico y el aventurero” —, ciertamente podemos considerar a Raúl Rivero Adriázola, en estos siete años de producción literaria, como un escritor prolífico. La obra mencionada será presentada este jueves 22 del presente, a las 19:30, en el auditorio Demetrio Canelas del edificio Los Tiempos. En “El médico y el aventurero”, tal como expresa el autor, “hay mucha carne puesta”. Y es que luego de transportarnos en sus anteriores obras a Judea, Asiria y Egipto, allá por el siglo VII a.C.; a Constantinopla y la Italia de la segunda mitad del siglo XV, y de recorrer 1.750 años de historia europea; de haber dado vida, entre otros, a personajes como el mercader Abibaal y el comerciante Doménico Colombo; y recrear a Cristóbal Colón, Leonardo da Vinci, Miguel Ángel, Julio César y Luis XIV, Rivero Adriázola se asienta en la Europa de la post primera guerra mundial —una época de “mucha efervescencia”— y en la Bolivia de la segunda década del siglo XX. Se trata de una crónica novelada, en la que se entrelazan la ficción y la realidad, que tiene, entre otros, como protagonistas a Edgar Sanders —un biolorruso que viene por estas latitudes en pos de un tesoro escondido por los jesuitas, dos siglos antes, en la escarpada zona del río Sacambaya, en el límite entre las provincias Inquisivi de La Paz y Ayopaya de Cochabamba— y a su abuelo, el doctor César Adriázola, primer psiquiatra en Bolivia y discípulo de Carl Jung.
Coméntenos ¿cómo nace su novela?
Siempre, desde chico, me intrigó la vida de mi abuelo, el hecho de que haya sido el primer psiquiatra en Bolivia, que haya estudiado con Carl Jung, que Jung incluso se acuerde de él años después; que haya sido una vida difícil para él, tanto en lo económico como en lo político, porque él siempre fue recto en su actuar, y en los políticos eso es muy difícil, por no decir casi imposible. Siempre lo admiré por eso, entonces, cuando surgió esta oportunidad, de que Sanders haya estado en los lugares donde estuvo mi abuelo, supe que era el momento de plasmar eso en el papel, y se presta la trama, porque creo que mi abuelo no está demás en esta historia, no sobra… No ocurre como otros que te ponen a veces a un personaje en una novela y el lector dice, “éste ni con calzador entra en el tema”.
La novela tiene varias anécdotas interesantes.
Le da sal a la historia. Lo que he querido es justamente eso, que hayan personajes como Borges, Saavedra, Salamanca, Melgarejo, el potosino Daniel Campos, todos ellos que pasan por la novela en momentos que yo considero que son importantes y que le dan un sabor a la historia, de que el lector diga a éste yo lo conozco, de éste he oído hablar, que no sean solamente Sanders o Hillgarth o Prodgers, sino personajes que han sonado o en el texto de historia del colegio o en algún acontecimiento que uno ha tenido la oportunidad de escuchar.
Hay un pasaje en su novela donde César Adriázola y Daniel Salamanca se encuentran y se puede ver la figura humana del expresidente boliviano.
Donde lo desnudo a Salamanca. Yo siempre lo he admirado; pero él era humano, como todos, con sus prejuicios, sus problemas, con momentos duros para él, la enfermedad recurrente, al fallecimiento de su esposa; un personaje al que no lo entendían mucho, porque los otros políticos, extravertidos y sinuosos, tenían otra forma de hacer política.
Él se consideraba, según lo describe en la novela, como un hombre más ético que político.
A veces parecen antípodas, lamentablemente, y todo esto lo lleva, justamente, a que no sea un buen político, a pesar de la imagen que se tenía de él, el hombre símbolo, el que salvará a la patria, pero lamentablemente falla, justamente por eso
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