El sueño escrito de Mauricio Rodríguez
La Razón / Erick Ortega - periodista
00:00 / 04 de agosto de 2013
A simple vista, Mauricio Rodríguez parece un estudiante de secundaria sin mochila ni uniforme. Es delgado, moreno, de rostro alargado y usa lentes que le dan un aire de intelectual. Con su cuento Jilaña fue seleccionado, entre más de 2.000 participantes, por el concurso “Se busca talento” convocado por el periódico El País de Madrid. La historia que cuenta en Jilaña (madurar, en aymara) es la de un viaje por el altiplano de un joven que busca u olvida el amor, mientras llegan ecos de la convulsión social en La Paz. El certamen de El País busca saber cómo los artistas seleccionados “desarrollan sus proyectos, su técnica, qué les inspira, cuáles son sus inquietudes y sueños y cómo ven el panorama actual en la disciplina a la que se dedican'”. El reconocimiento ya le abrió puertas a Mauricio Rodríguez —autor del libro de cuentos Días de otoño (2010)—. Por ejemplo, le escribieron de Alemania para conocer su obra y ofrecerle los servicios de un agente literario que se dedique a promocionarlo. —
¿Qué significa para ti ser reconocido por el periódico El País de Madrid como un nuevo talento literario? —
Sentí una satisfacción grande porque tenía fe a ese cuento que antes salió ganador en un concurso de la Organización de las Naciones Unidas y tuve que reducirlo a su mínima expresión para enviarlo al concurso. Lo que me sorprendió es que me seleccionaron sólo con un cuento porque otros artistas enviaron un stand o un poemario o un libro y yo sólo envié un texto. Creo que es un aliciente el hecho de ser reconocido fuera del país aunque no era mi idea para este año. Durante este año pensé trabajar y leer bastante, mi trabajo es leer más y escribir menos porque cuando escribes necesitas muchas lecturas. Dos días después del premio, desde Alemania me enviaron un email con una oferta para representarme. En Bolivia no hay agentes literarios y pensar en eso es difícil porque acá uno, con sus medios, debe desenvolverse solo. Uno debe vivir teniendo un trabajo secundario.
— Entonces, ¿qué harás? —
Los alemanes que me hablaron eran representantes de José Saramago y sólo por el cuento me dicen que uno de ellos quiere ser agente mío. Me piden que envíe algunos textos y si es posible con el tiempo quieren una novela. Estoy recopilando textos más maduros para enviarlos porque lo que sucede es que tengo etapas de mi vida. Al principio, mis escritos eran una parodia porque eran textos poco elaborados. Cuanto más lees más te das cuenta de ello. Jilaña es el punto clave de ruptura del Mauricio que experimentaba y que buscaba una voz. Ahora ya sé tejer, porque el texto es un tejido.
— Hace un tiempo hablabas de errores en los escritores bolivianos. ¿A qué te referías con aquello? —
Ellos no leen, no practican como dice Wilmer Urrelo. Tienen poca musculatura que mostrar y eso se nota en sus descripciones y narraciones, se hacen llamar los posmodernos. Tengo muchos amigos en la carrera de Literatura que escriben y dicen algo así como “mi vida es muy triste”. Son textos “emos” que no tienen sentido y sólo quieren mostrar un momento de su vida. Ése es el gran problema.
— ¿Agarrarte con escritores no es desdeñar otro trabajo?
— Ellos tienen su campo y no puedo desdeñar lo que hace la mayoría de los escritores. Pero no hay la gran novela en Bolivia. Adolfo Cárdenas con Periférica Boulevard hace un intento, pero es modernista y eso se debió hacer años antes. Se dio la obra recién en los años 90, estamos atrasados. Jaime Saenz es gran poeta paceño y boliviano, pero como prosista no es bueno, con él se llega hasta el tercer capítulo y la prosa va menguando.
— ¿Y Paz Soldán que escribe desde Estados Unidos?
— Es un escritor con textos donde hay elementos que se ciernen completamente, no están totalmente maduros. Por ejemplo en su novela Norte trata la vida en la frontera y sus personajes no cuajan. Su anterior novela, aquella que habla de asesinatos, es de tinte bolañesco, pero los personajes no cuajan, no ha tejido bien. Mario Vargas Llosa dice que en la novela se debe ser verosímil o hacer lo que hace Gabriel García Márquez, que lo inverosímil lo hace verosímil. En algunas de las novelas de Edmundo Paz Soldán los personajes no son de carne y hueso, son personajes de papel. Para mí, Claudio Ferrufino es un gran escritor que no vive en La Paz, la mayoría de su trabajo lo ha escrito en Estados Unidos. Su libro El exilio voluntario es una gran novela.
— Hasta ahora únicamente has escrito cuentos...
— El problema de los textos largos es que requieren de una mayor cantidad de trabajo. Para hacer un cuento necesitas diez horas de trabajo diario, pero para la novela se necesitan veinte horas. A Wilmer Urrelo le sacaron el apéndice luego de terminar su novela sobre la Guerra del Chaco (Hablar con los perros). El problema es que un escritor tiene que ganarse la vida y al mismo tiempo escribir. Me quedaría con Wilmer Urrelo como el gran escritor en la actualidad.
— Hace unos días hablaste de la ausencia de una gran novela boliviana
— La gran Novela de Bolivia, así con mayúscula, es complicada. No sé si la pueda hacer porque hasta ahora únicamente hice cuentos de corto aliento. Para un cuento yo trabajo unos seis meses. Hace diez años trabajo en una novela, pero aun así conseguir la voz cuesta muchísimo. Ahora estoy tras una novela para niños. Lo ideal es escribir todo el tiempo, pero cuando tienes todas las comodidades no escribes bien y esto se ve en las grandes biografías de los escritores. El mismo Kafka trabajaba todo el tiempo y no publicaba sus libros, sus amigos lo hacían por él.
— ¿Estudiaste la carrera de Comunicación Social para tener un oficio rentable y la de Literatura para ser escritor?
— Estudié Comunicación Social porque me faltaba conocer la realidad y estaba casi en una burbuja. Leía y resolvía ejercicios de matemáticas, pero nada más. Nosotros, los periodistas, sabemos lo que es la realidad del país, las marchas, los bloqueos, el Evo Morales, sabemos de historias de la calle como la de la casera que tiene cáncer y que no puede salir a vender. El gran problema de los escritores es que viven encerrados en una burbuja. Lo que me tocó vivir en la carrera de Literatura es parte de esa burbuja. La única realidad son fiestas, libros, rock, intertextualidad y nada más; en cambio, cuando sabes de periodismo conoces la realidad. Me he dedicado al periodismo cultural pero también hago periodismo social. Mis reportajes son de un aspecto social, escribo historias periféricas, de pueblos olvidados de Bolivia.
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