martes, octubre 11, 2011

¿COLONIZADORES O INDIGENISTAS?



Tras la brutal arremetida de la policía –por orden del Poder Ejecutivo– en contra de los derechos de cientos de indígenas –lo mismo que los colonizadores españoles del siglo XVIII asentados en Santa Cruz, que cazaban a los guaraníes como si fueran ratas para luego reducirlos a la servidumbre de hacienda– es necesario hacer un repaso de todas las estructuras del país: burguesía, clase política, obreros, estudiantes, movimientos sociales, indígenas, colonizadores (cocaleros y quienes hoy se denominan interculturales), maestros, ancianos, etc. Y es que de entrada tenemos una burguesía (tanto de derecha como izquierda) inoperante y acomodaticia, una izquierda subversiva que no termina de organizarse y sólo pasa por oportunista, unos movimientos sociales péndulo, que se mueven según intereses coyunturales, algunos opositores absurdos, y, en general, un pueblo que empieza a ganar madurez y criticidad, frente a una clase política que necesariamente debe ser desasnada.

Muchos políticos del actual sistema (Fidel Surco, Saúl Ávalos, Eugenio Rojas, David Sánchez –uno de los más desubicados–, Marianela Paco, Rebeca Delgado, César Navarro, Roger Pinto, Tomás Monasterios, Wilmer Cardozo y muchos otros) han hecho de la política nacional una cloaca; nuestra política nacional ha alcanzado niveles grotescos y es que sencillamente, los políticos se pasan la vida mareando a las masas, nada más “hablando de política” pero sin “hacer política”. Sobre todo, en un momento en que los bolivianos necesitamos saber la verdad de muchos hechos; aunque lo más urgente es conocer los entretelones de esa masacre salvaje, cobarde y cruel sobre la humanidad de los indígenas del TIPNIS. Contrariamente, el gobierno no hace sino salir con intervenciones demagógicas, mentiras efectistas, que sin duda ya no tienen la habilidad de hace un par de años atrás. Esta manera de manejar la política no estaría mal en cualquier político joven, pero, es imperdonable en quienes hacen alarde de este oficio. Un señor Vice –que viene de las fauces del terrorismo y un marxismo mal digerido– y un Presi –producto del sindicalismo, discípulo de Filemón Escobar, pateado, golpeado por la DEA por defender su cato de coca– llevar la política al rango de circo y la banalización, no; lo cierto es que el cuadro político nacional está cuando menos un asco, un excremento que no sirve para abonar la política del país.

Por lo visto hasta ahora, en materia revolucionaria, los revolucionarios –aunque me gusta más llamar la revolución blanca (cocaína) –de izquierdas (antiimperialistas, anticolonialistas, anticapitalistas y antiindigenistas) están condenados al fracaso, al punto que no quedarán ni para la estatua, porque al final, el señor Presidente y su revolución blanca terminará en su monó–culo y una corona de hojas de coca. Y por su lado el señor Vicepresidente, descubrirá muy pronto que el marxismo, el leninismo o el estatismo y el desarrollismo no son inmortales y mucho menos algún socialismo avanzado. Porque a estas alturas de la historia, nuestro demacrado Vice, no es más que un doncel de izquierdas, que duda entre las armas y las canas de su clase pequeño–burguesa, pues, definitivamente, por mucha letra que tenga no se ganará nunca al mundo indígena. Al lado de Morales no pasará de ser un colonizador más.

Ahora que el gobierno ha echado por tierra el discurso indigenista, violando los derechos humanos de los indígenas, el proceso de cambio desde la óptica del MAS, es intelectualmente indefendible. A pesar de que muchos políticos masistas se esfuerzan por intelectualizar los problemas del país. Una verdadera política participativa e incluyente, intercultural y plurinacional, debe ser corroborada por hechos pragmáticos, realísimos y legitimada por las evidencias. Todas las sociedades cuentan con situaciones democráticas límites, como la libertad de expresión, libertad de circulación, derecho a la exigencia de sus derechos, al voto y, sobre todo, a la vida. Y al parecer, los rasguños producidos a la ñusta menor del gobierno, el canciller Choquehuanca, con las endebles flechitas de los tipnianos –armas de guerra para el nefasto Llorenti– desencadenó la furia del gobierno contra los indígenas. Los masistas blancoides, cholos, mestizos, y/o rasgos indígenas o lo que fueren, no han dejado de ser colonizadores y mercantilistas.



Iván Castro Aruzamen

Teólogo y filósofo
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