Jaime Saenz y las Flaviadas
Jaime Saenz falleció el 16 de agosto de 1986. Tres días después, el 19, murió Flavio Machicado Viscarra. El destino los hizo partir prácticamente juntos, hace ya 25 años. Ambos nacieron en La Paz; el poeta, el 8 de octubre de 1921 y el divulgador de la música clásica, el 3 de noviembre de 1898.
Dos habitantes de la urbe paceña encontraron una pasión común: la música. Flavio Machicado Viscarra decía: “Soy loco por la música —por la música buena– y aquí he venido a reconocer su importancia y los encantos que encierra; desgraciadamente mis pasos, durante la infancia y pubertad, siguieron otros caminos y así dejé de aprender aquello que hoy admiro con tanto frenesí. La música tiene para mí los encantos más sublimes, capaces de hacerme olvidar todas las pequeñeces de este pobre y miserable mundo”.
Flavio Machicado Viscarra fue el creador de las Flaviadas, audiciones de música clásica. La primera de estas sesiones musicales, la realizó de manera accidental o espontánea en 1916 cuando era estudiante de Finanzas en Boston, Estados Unidos, época en la que compró su primer tocadiscos.
“Entonces los escuchaba (los discos) en mi cuarto. Una noche muy calurosa, al terminar el disco y las obras, escuché un aplauso cerrado: eran mis vecinos del patio donde vivía, quienes sacaron su silla y escucharon en silencio. Podría decirse que fue mi primera Flaviada… En Boston hice mi primera colección de discos…”.
Retornó a Bolivia en 1922 y en 1938, pasada la Guerra del Chaco, estableció las Flaviadas en su domicilio de la avenida Ecuador, en el barrio de Sopocachi de La Paz.
En 1938, Jaime Saenz estaba en Alemania junto a una delegación de jóvenes bolivianos. Allí el futuro poeta cultivó sus primeras pasiones musicales: “Era sábado, 15 de octubre de 1938 —recuerda Saenz—. Exactamente a las nueve y media de la noche, se descorrieron las cortinas de la Sala de Conciertos de Königsberg, y en este momento, el Grupo de Cámara de la Orquestas Filarmónica de Berlín comenzó a tocar el Concierto Brandemburgués Nr. 5 de Juan Sebastián Bach”. Así reza un fragmento del capítulo sexto de La piedra imán, narración que Saenz escribió en 1980 y que se público en 1989, tres años después de la muerte del poeta.
La afición musical de Saenz lo llevaría a descubrir la música de Josep Antón Bruckner (1824-1896), a quien dedicó un poemario titulado precisamente Bruckner (1978). Allí escribe por ejemplo: “En el estruendo aniquilador que precede y que sucede a la aniquilación, / en que fluye la música con despiadado amor por el mundo, / en que la música del músico se encuentra. / En la abrupta pendiente en que la pendiente se hunde”.
Jaime Saenz y Flavio Machicado Viscarra, ambos apasionados por la música, coincidieron reiteradas veces en las Flaviadas.
“Jaime llegó acá a poco de la apertura de las Flaviadas en 1938, Jaime entonces tendría unos 18 años de edad, era el más joven de todos”, recuerda Eduardo Machicado Saravia, hijo del Flavio Machicado Viscarra, quien a la fecha continúa organizando las sesiones musicales creadas por su padre todos los sábados, intentando mantener el mismo espíritu. “Cuando Jaime Saenz venía, él era muy respetuoso con mi padre. Entraba, escuchaba y volvía a salir. Era un bohemio. Mi padre le tenía mucho cariño y mucho respeto”, dice.
Uno de esos encuentros, precisamente, es recordado por Saenz en La Piedra Imán:
“Don Flavio Machicado, hombre temeroso de Dios y noble como ninguno, con cierto aire áspero y sarcástico no desprovisto de ingenuidad y candor, con cuello almidonado y un tanto destartalado, y con la cabeza redonda y rapada y ojos brillantes y enigmáticos que suelen mirar con acrimonia, y por lo tanto con un desconcertante parecido a Bruckner, que por los demás él no admite sino a muchos ruegos, me recibió una noche en su casa, y con proverbial amabilidad, me dijo que estaba encantado de verme. Me ofreció un asiento y se acercó al tocadiscos para apagar el aparato, en momentos en que finalizaba ya la Suite No. 2, de Bach, y luego se sentó en el sofá”.
Producto de esas sesiones musicales, Jaime Saenz escribió una serie de textos que permanecen inéditos. En uno de ellos, titulado simplemente Apuntes, de algo más de cinco páginas tamaño carta, el poeta escribió: “Subir al cielo y ver el espacio que es ocupado por el circo. Cachucha verde, parece que ese cuerpo es una pierna con mirada en la galería, parece que esa pierna de que hablo es injerto de fagot con bajón para el loco inventar oculto en el tren una sinfonía. La ternura se ha ido. Qué lástima”.
Saenz también hizo dibujos con motivos musicales, como uno fechado el 2 de noviembre de 1942, que lleva al pie la siguiente inscripción: La cuarta sinfonía de Tchaikovsky. El dibujo, posiblemente, fue realizado después de escuchar esa obra musical. Hoy, estos materiales forman parte de los fondos documentales de la Fundación Flavio Machicado Viscarra, creada precisamente para preservar los documentos, la enorme y valiosa discoteca, la biblioteca y las colecciones de periódicos y revistas que reunió através de los años el creador de las Flaviadas.
Por lo demás, la obra poética de Saenz está llena de referencias a la música, como este fragmento:
A los músicos se les aparecen las imágenes amadas
cuando escuchas tú
–todo el tiempo, los músicos se alegran del silencio
cuando escuchas tú.
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