domingo, enero 23, 2011

El escritor cruceño Alejandro Suárez (Marat) ganó el primer lugar del Premio Nacional de Poesía 2010 Yolanda Bedregal




Por Marcelo Suárez R.

A través de 85 poemas en verso libre y con un estilo expresionista, el escritor cruceño Alejandro Suárez (Marat) describe las diversas expresiones de la realidad en un poemario fatalista titulado La muerte teme a los aplausos, el cual le ha hecho vencedor del Premio Nacional de Poesía 2010 Yolanda Bedregal.
El autor indicó que el poemario hace referencia a las sensaciones internas del ser humano hacia la realidad, en este caso las de la muerte y las de la vida. “Mientras haya aplausos, simbólicamente, mientras haya vida, la muerte no puede estar presente”, aseguró el flamante ganador.
Alejandro Marat tiene una amplia trayectoria en el mundo de la poesía en Santa Cruz. Su primer libro titula Espuma vertical (1992); a éste le siguieron Memorias del grial, Caballería del olvido, Ardiente ciudad ardiente y Tribulaciones selváticas. Fue ganador del Premio Municipal de Literatura 1996 y del segundo lugar del Premio Municipal de Literatura 2004 en la categoría cuento.
El jurado del premio literario, integrado por Georgette de Camacho, Jaime Martínez, Monserrat Fernández y Ariel Pérez, consideró que el trabajo de Marat contiene una voz poética original y logra un lenguaje constante y limpio.
A continuación, reproducimos algunos de los poemas incluidos en este trabajo con el que por primera vez un cruceño logra obtener el principal galardón de la poesía nacional.

Si la muerte no nos mata

Entonces ¿quién nos mata?
Los muertos en las huertas
comen manzanas yertas
Los vivos solo viven
momentos que reviven
Y el dolor no es de papel
sino piel sobre otra piel
El amor no es una lira:
es lágrima que se estira
La fama lanza a los poetas
a resistir en las grietas
Y la muerte tira sus dados
contra los seres extraviados
Mas todos por la verde senda
andamos vestidos de seda
y solo uno es el que queda
en el cementerio de piedra
Y la luz siempre es poca
cuando solo hay una boca
que sopla con hielo eterno
sobre los árboles enfermos
que buscan crecer en el cielo.

Si la muerte no nos mata
Entonces ¿Qué nos mata?
Lucha el músculo con eco
no ser un estéril hueco
Puñales mojan con redes
las entrañas de los seres
Y el mundo parece lavado
pero solo está enclavado
Cede el caracol sus sones
al pudor vil de los olores
Y la calma no llega nunca
al noble reino de la nuca (…)

PIEDRAS DE AMOR Y ODIO

Al respirar sentimos
la languidez de los huesos
Tal vez fuimos hechos
para la alegría
y no para los obligados funerales
Hechos un manojo humano
descalzos en el suelo
con un olor a huida ,
atraídos por la maravilla
o el espanto.
Quizás abrazando
un poder vandálico
o corriendo a la zaga
de una horda
de héroes espantadizos
y cobardes
¿Qué somos?
¿Qué buscamos?
Y es tan frágil y feroz
lo que hay
en el fondo de las vidas
sostenidas por unas manos
que aprietan amor
y otras que arrojan odio.
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Sombras humanas a contraluz
son llamados por la muerte
y solo los vivos luchan urgente
a ver quien se queda con la luz

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Y la muerte pasa
y corta corazones y bocas
El amor lucha por sobrevivir
Solo los muertos reclaman
la luz perdida
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Caemos y deliramos y así pretendemos perpetuarnos hasta que nuestra cabeza acaba despeinada sin un pelo que la sostenga y un pensamiento que la alumbre porque viajeros somos, más también ahogantes del último y derrocado viaje. Así como la oscuridad atrae a los difuntos y el suelo al lance, así huimos de una primavera heroica hacia otra primavera encajonada con los ojos más abiertos que un crápula y convertidos en polizontes confesos, estropeamos la belleza que nunca pudimos tocar.
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