domingo, septiembre 20, 2009

Un articulo de Iván Castro Aruzamen




DEMOCRACIA DE PALABRAS Y GESTOS

¿Por qué habla Evo Morales en (desde) el Palacio de gobierno? Porque es el Presidente de los bolivianos, me dirán, rápidamente, muchos. Yo quiero decir que ese no es su sitio. Cada estadista, cada orador, cada político, consta de él y su circunstancia, como diría cualquiera que haya leído a Ortega y Gasset. Yo creo que el presi no tiene una pizca de filosofía, ni una comprensión mínima (ya nadie la tiene, por otro lado) de la política, peor una ideología o una cosa. Lo que tiene es una masa de adeptos inconscientes, un rebaño, un montón. Y cuando sale por la tele es para atacar a alguien o alguna institución, de manera abrupta, buscando ganarse al país con clichés incendiarios. Donde tiene que hablar Morales es en una chichería o en alguna quinta, hasta en el Melgarejo, de la calle Ingavi, hace unos años, de cuando era dirigente lo vi comer patos al horno. Ahí sería el Presidente, más auténtico, más él y su circunstancia. Algunos personajes de Palacio de Gobierno, también, según su circunstancia, debieran de hablar donde les corresponde. Sacha Llorenti, donde hablaba bien era en la Asamblea Permanente de los derechos humanos. David Choquehuanca, en los solsticios y wilanchas. Walter San Miguel, era un orador de bufete, sobre todo para los negocios del banzerismo. Juan Ramón Quintana, en algún seminario o curso de la Escuela de las Américas en Panamá. García Linera, donde habla bien es (era) en la tevé y en el lago Titicaca, y que hasta los peces y sapos salen a escucharle con cara de académicos.

He venido observando a este presidente y sus cuarenta secuaces desde que asumió el poder hace tres años; a mí me parece que, empezando por Evo Morales, todos los personajes de esta “democracia de costumbres y gestos”, debieran estar donde mejor hablaban, en su barra de “table dance”, en el compadrerío de barrio, de los bares y cantinas, chicherías y quintas, en los comedores populares de la cancha o los boliches apestosos de la zona sur. Pero, al fin y al cabo, la misión histórica que tenía el Presidente, era persuadir a los ricos del oriente y del occidente, para que abandonaran su ya esclerótica visión de Estado y se encarrilaran en la construcción de un país para todos, nada; al contrario, ajenos a su circunstancia, Evo Morales y el masismo, van cayendo en la tentación –igual que muchos caudillos y dictadorcillos en la América Latina del siglo XX: Pinochet, Fidel Castro, Hugo Banzer Suárez, Somoza, Hugo Chávez…– de quedarse, de persistir, de durar; Evo Morales está cayendo en la orgía perpetua del poder, y encima para mal, sus huestes le sacralizan mediante el mito y el rito de las proclamas de plazueleta y las Cámaras del parlamento, como si los bolivianos quisiéramos tener presidente indígena (indi-gerible) para siempre.

Me parece, además, que este es “el Presidente de los gestos”. Estamos en eso desde hace tiempo. Nada más y nada menos que en el gesto. “Y que el gobierno se reduce al MAS y el MAS se reduce a Evo Morales y, Evo Morales se reduce a un repertorio de gestos”, muchos de ellos chistosos, contradictorios, incongruentes, como el índice levantado cuando habla del imperialismo del Norte, por medio de un neoimperialismo popular. Desde que Evo Morales llegó a Palacio Quemado, hemos vivido de sus gestos: esa manera de entonar el himno nacional con el puño izquierdo levantado y apretado, casi al estilo hitleriano; o la chompita a rayas de la gira por Europa, las chaquetas confeccionadas con lana de alpaca y decoraciones incaicas y, sobre todo, ese gesto constreñido por hablar un castellano forzado, insolentemente. Los gestos del Presidente, la democracia de los gestos, es sólo para decir al país que este proceso de cambio y la revolución para nada del MAS, va a funcionar queramos o no. Todo indica (la pobreza, los bonos, el clientelismo, el compadrerio, la corrupción) que no va a funcionar, pero, de momento, yo creo, que para su campaña electoral de diciembre de este año, debiera de preocuparse de buscar un gesto para 50 años, porque eso de la retórica “Evo cumple”, está desgasta y manida por el mismo accionar, mediocre del masismo en la conducción del Estado.

Cuentan una anécdota por ahí, de que un día en Madrid, en el café Gijón, Ortega y Gasset, le dijo a José Camilo Cela: “Joven, ¿no prefiere usted que le conozcan por su nombre a que le conozcan por la cara?” Evo Morales y su entorno se han esforzado porque se les conozca por el nombre y por la cara, más nada por las obras y la buena administración del Estado, o la creación de una verdadera política económica. Les sucederá lo mismo que a ese personaje de Sthendal, de “El rojo y el negro”, Julian Sorel, estando a dos pasos de la muerte, pensó: “no he dejado de ser un hipócrita”. A tres meses de las elecciones y la probabilidad, segura, de montar un fraude electoral, cibernético, monumental, o daría lo mismo a horas, del día que caigan del poder, los masistas de la democracia de palabras y gestos, no dejarán de ser eso: hipócritas.


Iván Castro Aruzamen
Teólogo y filósofo
Profesor de derechos humanos
h2 class="sidebar-title">Vínculos Creative Commons License
Detta verk är licensierat under en Creative Commons Erkännande 3.0 Unported Licens.