sábado, septiembre 19, 2009

El destino de los libros II

NADA QUE DECIR
claudio ferrufino-coqueugniot

El destino de los libros II
Me he deleitado con tu novela y hoy me emociona hasta las
lágrimas el artículo; es que los libros forman parte de
nuestras vidas; son insumos entrañables de vida,
entonces duele que uno se extravíe, que se haya quedado
olvidado o atrapado debajo de un estante, de un mueble o que
haya sido hurtado por un facineroso que dijo ser tu amigo y
se llevó una obra de tu biblioteca para luego regalarla o
venderla. Guardo en la memoria fotográfica los detalles de
las tapas de mis libros: color, ilustración, hasta el olor
porque cada libro tiene un olor especial, los que guardo de
mi abuelo conservan aún el olor de la bohemia que acompañaba
al viejo; no sé por qué pero los de Oscar Wilde se han
mantenido impecables reflejando ese aire de dandy que tenía
Wilde y los de Larra conservan el olor de cada uno de los
rincones que he recorrido en Cochabamba. Y así cada uno se
destaca porque fueron parte activa de tu ser... Puedo
prestar cualquier cosa a los amigos, a los parientes: joyas,
dinero, etc. menos mis libros y mi guitarra, eso nunca.
Lupe
Lupe es Guadalupe Amusquívar, a cargo de la biblioteca de la
Corte Suprema en Sucre. Vieja joven amiga -antigua pero
menor- me escribe estas líneas a raíz de un texto mío acerca
de la desaparición, hurto, de un libro amado, anotado, paso
entre la oscuridad y la luz, entre el tiempo y lo eterno.
Cada libro el gajo de un extenso tallo, a veces una
cicatriz, otras un retoño, partes de la historia personal
más íntima, aquella a donde los otros no llegan. Sus
páginas vetan a los extraños; no hay mujer u hombre (para
quien es mujer) cuya presencia tiña el momento en que la
lectura se transforma en unción.
Se puede relatar el argumento, ensayar análisis de
personajes y estructura, decir lo que se quiera, todo se
torna hasta superfluo cuando lo que existe entre libro y
lector abunda en posibilidades y sensaciones y... en
complicidad.
Me angurrio hoy con El País de la Canela -que valió a
William Ospina el Premio Rómulo Gallegos 2009-. Tantos son
los recovecos de la mente que toca esta admirable novela,
creada con la lujuria verbal y la poética de alguien similar
a Marcel Schwob, sólo que circunscrita al Ande y a los
extremos momentos de la conquista española y su sino
inmediato y trágico, que me parece haberla escrito en todas
las noches de mis cuarenta y nueve años. Me induce a la
niñez, a los sueños que leyendo a Ricardo Palma despertaban
en mí aquellos años sangrientos.
Cuando conocí Pocona, por ejemplo, me sedujo el maíz y me
subyugó la papa; sus vegas fueron majestad de silencio y
casi de olvido, diría. Pero en mi interior, en Pocona, lo
que perseguí fueron los espectros de Francisco de Carvajal,
el Demonio de los Andes, lugarteniente de Gonzalo Pizarro.
Sus huestes no sólo persiguieron a Lope de Mendoza, cuyo
nombre aún se cobija cerca de algún puente de la carretera
antigua a Santa Cruz; se incrustaron en los árboles, en las
piedras.
La obra de Ospina quedará sustraída a esos rincones de épica
que guarda cada hombre que no ha perdido lo niño. Su
destino, cuando el tiempo y los entuertos la hayan relegado
a alguna caja o anaquel extraño, estará indefectiblemente
ligado a la brutal proeza ibérica, a los rudos hombres que
apenas una década después de haber destruido un imperio
campeaban por la región como si hubiese sido de largo y
ancho y de siempre suya.
Cuando agarro Don Segundo Sombra encuentro a mi madre; a mi
padre en Martín Luis Guzmán. No podemos desligarnos...
12/11/09

2 Comments:

Blogger Pablo E. Osorio A. said...

Nos vemos en la feria loco!!! =D

8:05 p.m.  
Blogger Pablo E. Osorio A. said...

Digo en el Festival =P

8:05 p.m.  

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