martes, octubre 04, 2016
Luego del dramático episodio, que culminó con la captura y el martirio de Cuauhtémoc, el capitán general de la armada y Malintzin se paseaban por templos, plazas y calzadas, contemplando el nacimiento de una nueva urbe en medio de la desolación y la muerte. Sobre la ciudad destruida se edificaba otra ciudad distinta, sobre las ruinas de los antiguos templos se construían otros templos y sobre las antiguas creencias se imponía un nuevo proceso de evangelización para extirpar la idolatría.
Los amantes, que a lo largo de la conquista lucharon codo a codo, en las buenas y en las malas, bajo el sol y bajo la lluvia, se fundieron como el anverso y reverso de una misma moneda, dispuestos a iniciar el traumático mestizaje en las tierras de la Nueva España, que emergió del violento encuentro entre vencedores y vencidos.
La señora de la conquista, como toda novela histórica que ofrece emociones, personajes y conocimientos, se funde en un haz de composiciones narrativas, que confirman la destreza lingüística, el vigor estilístico y la capacidad creativa del autor, quien expone todo el fulgor de su talento en esta obra llena de pasiones, traiciones, matanzas y saqueos.
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