lunes, junio 08, 2015

Analisis literario sobre “El rincón de los olvidos” de César Verduguez


“El rincón de los olvidos” de César Verduguez -   Archivo Periodista Invitado


Óscar Muñoz (*)

En noviembre del 2009, César Verduguez publicó “El rincón de los olvidos”, novela cuya acción tiene lugar en un pueblo olvidado por el paso del tiempo. Es un pueblo remoto donde las tradiciones y las creencias ancestrales forman parte inherente del diario vivir de sus personajes. Sin embargo, el viento y el abandono parecen haber borrado las huellas de su existencia. Bien se puede considerar que dicho pueblo es el residuo escritural de lo que Jacinta, personaje de la novela “Los ingenuos” (2007), de Verónica Ormachea Gutiérrez, llama la Bolivia profunda, tema que la producción novelísticas boliviana de los últimos tiempos parece haber olvidado.

En su ensayo seminal, “La novela boliviana en el último cuarto de siglo” (1983), Luis H. Antezana concluye que después de la Revolución Nacional de 1952 se manifiestan algunas perspectivas nuevas en la novela boliviana, entre ellas, “una marcada inclinación a tener a la ciudad como escenario y, aun, como sujeto novelesco”. Esa modalidad discursiva sigue caracterizando a la novela boliviana contemporánea. En La Paz, ejemplos de esa tendencia son “American visa” (1994), de Juan de Recacoechea y “Periférica Blvd.” (2004), de Adolfo Cárdenas, cuya acción se desarrolla en espacios marginales, oscuros, paceños, poblados por personajes atiborrados por el vicio, la desilusión, sin visos de posible escape. Bien pueden considerarse a estos escritores como seguidores de Jaime Saenz, emuladores de su “Felipe Delgado”. En cambio, esa literatura lóbrega contrasta con la producción literaria de aquellos escritores cruceños que codifican novelas satíricas en torno a su ciudad, las que se caracterizan por un humor sutil, como en “Los aymaras están llegando” (2007), de Wolfango Montes y “Santo vituperio” (2014), de Homero Carvalho.

El hecho que estas novelas tengan lugar, exclusivamente, en la ciudad, da a entender que los escritores bolivianos parecen haberse olvidado del campo, como si éste ya no formara parte de la realidad boliviana. ¿Será que se han olvidado de lo que Silvia Rivera Cusicanqui llama “la memoria larga” boliviana, la realidad mítico-histórica pueblerina de nuestro pasado? Los escritores escriben de lo que conocen. ¿Ignoran, entonces, ese pasado étnico que es, al mismo tiempo, tan contemporáneo? ¿Qué pasó con el campo después de la Reforma Agraria que ya no es materia literaria? ¿Ya no hay Claudinas cuya energía impulsa, hoy en día, el continuo desarrollo del campo y que, perfectamente, podrían ser personajes de la novelística actual? ¿O es que solo la chola que emigró a la ciudad, adquiriendo una hibridez cultural, es personaje literario, como en las novelas de Gonzalo Lema en “Los días vacíos del Raspa Ríos” (2012) y “Siempre fuimos familia” (2014)?

Cuando camino por las calles de Cochabamba y veo sentadas en las veredas a ancianas campesinas indigentes pidiendo limosna, me pregunto: ¿qué relación tienen ellas con el campo que dejaron? ¿Qué historias llevan inscritas en su cuerpo? Esas ancianas, a nivel simbólico, me parece, no solo piden unas monedas para comprar su pan de cada día, sino que también piden ser incluidas como personajes trágicos en el imaginario de la novelística boliviana contemporánea. En este sentido, la novela de César Verduguez da principio a una modalidad temática olvidada por la narrativa boliviana, el del campo, donde todavía radica, creo, nuestra memoria larga, realidad que debería vincularse, discursivamente, con la presente condición del campo y sus personajes, tan necesitados de ser ficcionalizados.



(*) El autor es miembro del PEN filial Cochabamba.
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