domingo, mayo 10, 2015
“La novela trata sobre un profesor de lógica, que, para mayor redundancia, tiene mucha fe en las ciencias exactas. Que parece seguro de vivir en un Orden Perfecto en el que no hay detalle que no pueda ser explicado por disciplinas que se proponen medir y cuantificar todo. Sin embargo, en su alma existe una fisura: sueña con tigres. Pero, además, con una especia extraordinaria: tigres azules.
El caso es que cuando en una aldea ignota de la India descubre unas piedras azules que de forma portentosa e indefinida se convierten en muchas, en pocas y en una cada vez que abre y cierra su puño cree que va a enloquecer…
Al final resuelve deshacerse del fastidioso prodigio que desafía sus convicciones entregando el puñado de piedras - ¡¿Cuántas?! – a un mendigo que pasa por la calle. Las palabras del limosnero ciego resultan sobrecogedoras: “No sé aún cuál es tu limosna, pero la mía es espantosa. Te quedas con los días y las noches, con la cordura, con los hábitos, con el mundo.”
Lo que dice el pordiosero con desdén es lo que seguramente pensaron aquellos hombres singulares que recibieron en pago por su genio el destierro y la muerte, ¿no?
Un hombre singular saber que la Historia lo odia en forma irreconciliable y asesina.
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