“Los mellizos de Nápoles” : Nueva novela de Gabriela Ovando
Giancarla de Quiroga (*)
“Los mellizos de Nápoles” (La Paz, 2014, Plural Editores, 172 páginas), confirma la predilección de Gabriela Ovando por el género histórico, característico de su primera novela “Al rumor de las cigüeñas”, editado por Plural en 2003 y con una segunda edición en 2008.
El Atrio contextualiza la época del reinado de Carlos III, y once capítulos presentan a dos personajes que dieron origen a familias chuquisaqueñas y paceñas: Francisco de Paula Sanz –Frasquín para su hermana– y María Antonia Josefa Gianini de Casas Novas Lafita, Marie Jo, su melliza.
El relato muestra a Francisco desde la partida de su Nápoles natal, hasta su viaje hacia América del Sur en 1778, como director de la Renta del Tabaco y Naipes del Virreinato del Río de la Plata, después como Superintendente General de Buenos Aires y su Provincia, e Intendente Gobernador de Potosí.
La autora proporciona datos sobre la vida sentimental de Francisco y de Marie Jo, narradora inicial de los relatos que enlazan con el diario del hermano en una dualidad de voces, acierto que, según Teresa Dovalpage, contiene “mucho jugo narrativo” (Revista Suburbano, Miami, mayo de 2014).
El primer matrimonio de Frasquín con Marcela de Céspedes, de quien enviuda, y el segundo con Lily Ondarza, no merecen mayores comentarios. Aunque sí el romance con Cesca, linda napolitana, su atracción por Gianina y su trágica relación con María Sahuaraura, princesa incaica con quien engendró al poeta Juan Huallparrimachi.
El representante de la Corona, Francisco de Paula Sanz merece la simpatía de los lectores por su calidad humana. El relato de su ejecución muestra la cobardía e ingratitud de sus antiguos protegidos bonaerenses: Mariano Moreno y Juan José Castelli.
Aparentemente anacrónico, el Epílogo, de 2013, incluye a la misma autora que entre otras cosas, menciona a Marcela, y aunque no figure su apellido, rinde homenaje a quien fue directora del Archivo Nacional de Sucre.
La narración alterna la tercera persona con la primera, en el relato testimonial de Marie Jo y luego en el de su nieta, Camila de San Bruno Crespo Gianini, quien permite conocer a María Vicenta Quirós, hija de Huallparrimachi.
Algunas intromisiones revelan el sentido del humor de la autora, por ejemplo, cuando Marie Jo pide a su nieta que llame “al doctor Ramiro Prudencio”, prestigioso galeno contemporáneo. O al relatar una anécdota, –Cfr. Atisbos, Plural 1998, colección de crónicas presentada por Elena Poniatowska– protagonizada por su tatarabuelo Francisco d’Avis.
La historia se nutre de testimonios orales y escritos, de fragmentos de diarios personales que derivan en las conversaciones entre Marie Jo y su nieta Camila, así como de antiguos manuscritos salvados de la incineración en una fogata de la noche de San Juan, en una vieja finca cerca de Sucre en el invierno de 2009.
Sin embargo, la lectura de la novela no permite diferenciar la ficción de la transcripción, porque no proporciona referencias bibliográficas, las cuales, de estar presentes, en mi opinión, enriquecerían el texto porque invitarían al lector a leer las fuentes originales. Aunque en el capítulo IV figuran algunas páginas en cursiva, que transcribe Marie Jo del diario de su hermano: Viaje por el virreinato del Río de la Plata: el camino del tabaco, y en el capítulo X se encuentran referencias del texto Conjeturas de Pedro Nolasco Crespo.
En una conversación sostenida con la autora sobre este tema, ella defiende la autonomía de la novela, que no necesita del andamiaje de innumerables referencias para sostener el texto, y añade que si el lector actual desea confrontar su novela con la Historia con mayúscula, puede hacerlo, recurriendo “a ese Aleph que hoy tenemos al alcance: Internet”.
“Los mellizos de Nápoles” muestra un vasto conocimiento de los últimos días coloniales y los primeros de la República, descubriendo aspectos insospechados u olvidados de la atribulada historia de Bolivia.
(*) La autora es escritora.
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