Por Mario Araujo Subieta
Justifica mi presencia en esta sala un gentil pedido de la escritora Gaby Vallejo, para que tome parte en la presentación de su libro Amalia, desde el espejo del tiempo. Acepté honrado la solicitud, a condición de que me esforzaría por intervenir muy brevemente.
Empezaré recordando que el 15 de marzo de 1922, calzando botas y luciendo gruesas gafas y una bufanda arrollada al cuello, sobrevoló la ciudad de Lima, en un avión Curtis J.N. de 80 HP, una joven oriunda de la ciudad de Potosí, Amalia Villa de la Tapia, quien ofrecía su último examen de pilotaje en la Escuela Civil de Bella Vista de aquella ciudad, despertando la admiración de todos quienes la veían desde la tierra, pues aparecía súbitamente entre las nubes para luego descender a gran velocidad, de un modo temerario. Esta valiente dama del aire estaba expuesta a muchos riesgos porque, como ella misma relata, “las alas y tirantes de esos antiguos aeroplanos solían combarse y hasta se rompían; e incluso se estrellaban en los despegues y aterrizajes”.
Amalia contó que “la era de la aviación se había iniciado muy pocos años antes, en 1903, en Carolina del Norte (Estados Unidos), con unos vuelos cortos a una velocidad de 80 kilómetros por hora, llevados a cabo por los hermanos Wilbur y Orville Wright”. Recuérdese que, “tres años más tarde, el brasileño Alberto Santos Dumont realizó en Francia un histórico vuelo en un aparato de su invención”. Y si tenemos en cuenta que “Carlos Augusto Lindbergh se hizo famoso en 1927 por atravesar el Atlántico en un vuelo solitario”, y que “la señorita Amelia Earhart le emuló la hazaña un año más tarde, aunque murió poco tiempo después, víctima de un lamentable percance”, se puede deducir que nuestra valerosa compatriota, Amalia Villa de la Tapia, tiene el mérito de haber sido, junto a los pioneros recientemente nombrados, una de las mujeres precursoras de la aviación, no sólo en el Perú sino en la América del Sur, pues se dio el lujo de enfrentarse con el peligro del mismo modo que aquellos veteranos equilibristas del aire.
Pero no solamente su afición insólita de remontarse por los cielos la hace digna del mayor de los elogios, sino porque, a lo largo de su dilatada existencia, se consagró a otro tipo de actividades, de igual o mayor significación que el pilotaje. Así pues, incursionó en el campo de la apicultura, fundó y sostuvo por cuenta propia el Club de Aeromodelismo “Rafael Pabón”, se introdujo en la milicia y en las actividades docentes, y hasta en el campo de la investigación histórica, habiendo dejado libros sobre temas de su especialización. De ello se desprende que la muy atractiva vida de Amalia podría servir como argumento para la realización de una interesante película, o de una biografía novelada, como la que nos hace el favor de entregar hoy Gaby Vallejo Canedo en esta Feria Internacional del Libro.
Al leer el estudio biográfico que aparece hoy, el lector ha de percibir el gran cariño que la autora le puso al tema de la obra, quizá por haberse identificado con los ideales de su protagonista.
Es cierto que Gaby y Amalia no se parecen en lo que a personalidad y temperamento se refiere, pero tienen muchos rasgos en común en lo que toca a sus apetencias y tareas. Ambas pusieron su talento y su corazón al servicio de la tierra que les vio nacer, sin esperar ninguna recompensa, pensando que “la devoción a la patria es la primera de las virtudes”. Al estilo de la escritora nacional Adela Zamudio, salieron por los fueros del sexo femenino, recordando a los poderes del Estado los derechos que tienen las mujeres, enseñando a los hombres a honrarlas y a sus hijos a respetarlas. Están emparentadas, asimismo, por su dedicación a la docencia, porque gozaron con la lectura de los buenos libros, “los mejores alimentos del alma”, y las dos dejan a la posteridad obras literarias e históricas, de provecho para sus semejantes.Las empareja, por otra parte, su predilección por las faenas culturales.
En especial Gaby Vallejo, no sólo produce penetrantes reseñas bibliográficas y es una calificada autora de obras de ficción, sino que promueve y dirige, con el mayor de los entusiasmos, sociedades de poetas y escritores; estimula la lectura de los niños a través de bibliotecas infantiles; organiza coloquios y talleres literarios, y asiste periódicamente a eventos de carácter internacional, en calidad de embajadora de las letras de nuestro país.
Quienes seguimos el curso de la producción literaria de esta distinguida novelista, sabemos que es la primera vez que nos entrega un estudio de carácter biográfico y que se introduce, por lo tanto, en los terrenos de la historia, pues las biografías no son otra cosa que historias particulares. Pero en razón de que ella es sobre todo una experta narradora, ha escogido para su libro la forma novelada, aunque observando las normas establecidas en el método biográfico.
Gaby nos dice que la primera fase, de recopilación de los hechos que atañen a la vida y época de su biografiada, se caracterizó por el desaliento, pero no tardó en recibir la ayuda de algunos de sus amigos en forma providencial e inopinada. Una vez que pudo superar aquella dificultad, se dio a la tarea de dibujar el esquema del libro, tomando nota de las cosas más importantes que le sucedieron a la señorita Amalia Villa de la Tapia; después las enlazó cronológicamente unas con otras, como si armase los arpegios para una partitura de piano. Mas como Gaby es una buena novelista, no sólo conduce a Amalia de la cuna a la tumba atisbando su educación, su vida pública y carrera profesional, sino que establece un conflicto y crea una tensión, favorecida por las cualidades humanas de la protagonista.
Difícil le hubiera resultado a Gaby conseguir dichos efectos si Amalia hubiese sido una ama de casa sedentaria, que goce del cariño de su familia, sin preocupaciones económicas ni aspiraciones elevadas; en este caso el interés de la narración sólo hubiera podido producirse a través del arte de contar y la habilidad de nuestra escritora. En cambio la agitada vida de Amalia, quien tiene una personalidad diametralmente opuesta a la de aquel tipo de mujer, se presta mejor para escribir una biografía interesante, porque se encara con la serie de problemas que le desafían a su paso y origina conflictos. Sin embargo, no es la recreación de esos lances apurados, exteriores, el mayor mérito de la biografía de Gaby, ni la feliz combinación de la personalidad de la protagonista y los acontecimientos históricos de su época; ni el haber enfocado sus instantes de mayor grandeza, los avatares de su fortuna y su caída inevitable en la etapa de la caducidad, sino el interés que pone por captar sus problemas interiores y atisbar el alma de su biografiada en los más íntimos recovecos; por interiorizarse de la vida secreta y la mudanza de sus incontrolables emociones. Por supuesto que en el terreno de lo espiritual han debido quedar espacios vacíos; pero si Gaby no llegó a descubrir por completo la misteriosa intimidad de Amalia, es porque sólo la conoció a través del lente con que otras personas la miraron; y éstas la vieron con la careta que ella se puso para actuar en el escenario de la vida, del mismo modo con que actuamos todos al encontrarnos delante de la indiscreta mirada de nuestros semejantes.
A pesar de ello, Gaby ha captado con gran aproximación la compleja personalidad de Amalia, no sólo por medio de los ojos de otra gente, sino a través de la retina de ella misma, porque las inquietudes de su protagonista son también sus propias inquietudes. Tanto llega a consubstanciarse con la naturaleza de la audaz Amalia, que así como Gustave Flaubert dijo una vez “Madame Bovary soy yo”, Gaby Vallejo podría parafrasear al célebre novelista francés y decir que Amalia Villa de la Tapia es ella misma. Por eso en un coloquio imaginario que la autora pretende sostener con el espíritu de su personaje central, afirma: “Pondría las manos al fuego para demostrar que estás conmigo… Me tomaste de golpe, Amalia. Te posesionaste de mí”.
Gaby habla de Amalia sin rodeos, aunque de una manera comprensiva, y es muy prudente a la hora de escudriñar sus íntimos secretos.
Otro de sus aciertos es que ha evitado las amplias perspectivas históricas y se ha circunscrito a contar la vida de su protagonista desde el instante en que nació hasta la hora de su muerte, adosando breves historias paralelas en torno de Rafael Pabón, Bernardino Bilbao Rioja, René Barrientos Ortuño y el Che Guevara, pero siempre en función de su personaje central, como relatos de personajes secundarios, que se mantienen en segundo plano con respecto de Amalia.
Por: *Mario Araujo Subieta
Gaby ha escogido como vehículo de su relato el reportaje, consistente en diálogos y entrevistas acompañados de apreciaciones personales en torno de las personas con quienes ella dialoga o sobre el tema propuesto. Esta estructura periodística le confiere a la biografía un carácter novedoso, que me recuerda al libro de Isaac Tamayo Habla Melgarejo, en el cual el alma del célebre Tirano de Diciembre es convocada, a través de una sesión de espiritismo, para dar cuenta de su Gobierno y de su irregular comportamiento. En la original biografía de Gaby, resulta siendo el espíritu de Amalia quien busca a la autora del libro para dialogar acerca de los inquietantes hechos de su vida. Claro que entrevistar a las damas de ultratumba, ya separadas de la carne, tiene el inconveniente de que no se puede conocer los detalles físicos de importancia psicológica que las caracterizaba a su paso por la tierra, como el timbre de la voz, por ejemplo, pues dichos espíritus no se visten, ni se arreglan el cabello, ni se maquillan, ni arquean las cejas o caminan. Pero Gaby supera esa dificultad y termina por ofrecernos un retrato vivo de Amalia, diferente de las frías y eruditas semblanzas biográficas que nos presentan los historiadores.
Seguir comentando el libro de Gaby me llevaría demasiado lejos porque se presta para que se lo mire desde muchos puntos de vista; dejaré, pues, que sean los expertos analistas de las letras quienes se ocupen de la valoración del mismo.
En una nota marginal, Gaby Vallejo hace el favor de citarme entre las personas que le ayudaron en la tarea de recolección de datos para su libro; aprovecho la ocasión para dejar en claro que quien le proporcionó aquellos útiles materiales, consistentes en periódicos, revistas, folletos, papeles y cartas, no fui yo sino mi señor abuelo, Luis Subieta Sagárnaga, QDDG; si algún mérito se me puede adjudicar es sólo el de haber servido de intermediario.
Para finalizar, sólo me restaría añadir que Gaby Vallejo acaba de incrementar su acervo literario con una nueva obra narrativa vivaz, amena e instructiva, escrita con flexibilidad en el lenguaje, sencillez, claridad y armonía. La felicito de todo corazón y abrigo la esperanza de poder seguir leyendo en el futuro nuevas obras de ella, que se distingan, como siempre, por la lograda calidad de su estilo y la elevación, profundidad y buen gusto que la caracterizan. Muchas gracias.
*Texto leído por el autor en ocasión de la presentación de Amalia, desde el espejo del tiempo (Ed. Kipus), nuevo libro de la escritora cochabambina Gaby Vallejo Canedo, presentado en la VI Feria Internacional del Libro de Cochabamba realizada en octubre.