martes, febrero 14, 2017

La novela de Juana Azurduy

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Por Homero Carvalho Oliva


La fundación de Bolivia no estuvo acompañada de una literatura que cante sus glorias cívicas y honre a sus héroes, ni de los argumentos románticos que los escritores aportan a la definición de las naciones. Sabemos que todo país, para consolidarse como tal, necesita de poesías y novelas que sustenten su identidad nacional y mucha de la literatura republicana de nuestros países vecinos sirvió a tales propósitos.
En el nuestro apareció tardíamente Juan de la Rosa (1885), de Nataniel Aguirre. Podríamos decir que no hubo en Bolivia un culto al pasado, un culto que canonice a los héroes de la independencia, quizá porque nuestra clase intelectual no le dio importancia o porque creyó que con los libros y manuales de historia oficiales era suficiente para llenar ese vacío.
Sin embargo, desde hace una década existe en el país un afán por reescribir, revisar o simplemente escribir nuestra historia. Este afán se da como parte de un momento histórico, en el que Bolivia interpela su pasado. En esta tendencia se inscriben novelas como La saga del esclavo, de Adolfo Cáceres Romero, que busca desentrañar el dramático paso de los Ejércitos Auxiliares de la Argentina por las ciudades de Sucre y Potosí; también Manuela, mi amable loca, de Carlos Hugo Molina, que pretende ser una mirada generosa sobre la vida de Manuelita Sáenz y de Simón Bolívar. Qué solos se quedan los muertos, la biografía novelada de Antonio José de Sucre, escrita por Ramón Rocha Monroy. En esta línea enmarcamos la novela Juana Azurduy, la furia de la Pachamama, de Sisinia Anze Terán.
En esta novela, la autora abandona la comodidad de lo fantástico que ha venido trabajando con seis obras publicadas y lo hace con mucha solvencia. Juana Azurduy… está muy bien escrita y tiene varios aciertos: empezar con Juana anciana; interpolar la acción, los sueños y los delirios con Juana de Arco; jugar con el tiempo y el espacio; respetar los personajes, las fechas y los lugares históricos, abundantes por cierto.
Una novela histórica siempre será una novela, es decir, siempre será ficción, porque el autor inventa buena parte de los diálogos e imagina circunstancias; Sisinia lo sabe y por eso dosificó todos estos elementos para que la historia fluya ágil por los meandros de la guerra de la independencia. El lenguaje está muy bien cuidado, incluyendo la manera de hablar de la época e introduciendo palabras y términos quechuas cuando es necesario, sin abusar de ellos.
Una buena novela que espero tenga el éxito que se merece
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