“Génesis 4:12” : Primera novela de Adhemar Manjón
Llego a Centrósfera y el guardia de seguridad me informa que la banda Susana sigue con vida tocará en un momento. Susana sigue con vida, la banda de Cristian Cruz. Hace unos meses Cristian desapareció. Nadie sabía dónde se había ido. Hubo muchos rumores de los motivos por los que se esfumó de la ciudad: 1) Intento de suicidio por una mujer que lo abandonó, 2) una sobredosis que lo dejó en estado de coma en un viaje clandestino que hizo a Argentina, 3) un encierro debido a su agotamiento emocional por tanto trabajo, 4) se había convertido en un chamán que dirigía ceremonias de ayahuasca en Pando. Cristian Cruz como nuestro poeta-rockstar maldito. Cuando por fin apareció, rapado y con una barba frondosa, anunció que la banda no iba más y que su idea era dar un último concierto e irse a vivir a la China por un tiempo, conocer Nepal, el Tíbet, todos esos lugares “maravillosamente espirituales”. Quería viajar por el mundo. Esta noche, entonces, es el famoso último concierto. Ingreso al boliche, está repleto. Hay una banda que no conozco que toca para calentar el ambiente. Veo a Héctor y Negro y me escondo. Pienso porqué carajos entré a ver esta banda de mierda. Cuando estoy por salirme del boliche, distingo entre el humo y la gente que va y viene por los pasillos del lugar a Vera sentada sola en una mesa. Observo un rato más a la banda telonera, que después de cantar una canción informa que se llama Autogoles. Pienso si irme o pasar a saludar a la puta de Vera. Camino por el boliche. Finalmente, me dirijo hacia su mesa. La saludo. Me sonríe. Me pongo nervioso. No la veía desde aquella vez en Maaratulde.
—¿Viniste a ver a Susana? —me pregunta.
—No sabía que tocaba hoy.
Me invita a que me siente. Una amiga aparece y la saluda solamente a ella, conversan un rato, la amiga me mira, hecha el humo del cigarro por un lado de la boca y después se va. Estamos en silencio, la banda canta una canción sobre trabajar en oficinas, sobre la rutina de trabajar todos los días en un maldito cubículo. El coro es así: “Qué linda vista de la ciudad desde esta oficina / no te imaginás lo triste que estoy en esta oficina”. Vera me pregunta cómo he estado últimamente. La noto un poco perdida. Parece que ya tomó demasiado. Le cuento que sigo sin trabajo. Me dice que la disculpe, que va al baño. Me quedo solo. Vera. Todo lo que pasó. Todo lo que pasamos. Todo lo que me dijo. Todo lo que nos dijimos. Cuando todo terminó. Autogoles sigue tocando. Poca gente a su alrededor los escucha. Están esperando a Cristian y su banda. Vera. Vera regresa. Finalmente sus tíos arreglaron sus cosas y su prima tuvo que volver con ellos, justo cuando ambas se llevaban tan bien. Me pide que le invite un trago. Me dice que últimamente anda un poco melancólica. Con una especie de abulia, muy deprimida. Desearía irse de este país, pero no sabe por qué al final se desanima. Autogoles deja de tocar y un presentador sube al escenario y anuncia que en unos minutos Susana sigue con vida estará tocando. La gente grita, aplaude. Observo a Vera. Ella fuma y a propósito me echa el humo en la cara. Me sonríe. De un rato a otro escuchamos el rasgueo de una guitarra, el tamborileo de la batería. La voz de Cristian Cruz pide más volumen para su guitarra. Luego dice “buenas noches, nosotros somos Susana sigue con vida”, y empiezan a tocar. La gente baila a su alrededor, grita, ríe. Todo adornado por el humo y las luces de colores. Mucha juventud. El paraíso que uno poco a poco va perdiendo. Cristian canta una canción que inicia así: “Y a todo esto, ¿qué pasa en Taiwán? / Si mañana esto se acaba, ¿quiénes se quedarán?”.
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