miércoles, febrero 05, 2014

"El libro entre los árboles " : Poemario de Benjamín Chávez ganador del concurso de Poesía “Edmundo Camargo”



 
Prólogo de José Antonio Terán Cabero
De más de un centenar de obras presentadas al Concurso Municipal de Poesía “Edmundo Camargo” ha sobresalido la del escritor Benjamín Chávez que ahora se entrega al público como premio único del certamen. Entre paréntesis, por el número de poetas participantes y por la calidad de los libros sometidos a examen, ha sido un concurso auspicioso que prestigia a sus patrocinadores y revela la palpitante labor de los creadores literarios.
Benjamín Chávez se ha instalado, con todo merecimiento, en lo más destacable de la poesía que se escribe hoy no sólo en Bolivia. Junto a otros trabajos de investigación intelectual, ocho libros de poemas avalan su bien ganada reputación literaria que alterna, además, con una intensa actividad de relacionamiento cultural dentro y fuera del país.
Cada poema de este libro es un eslabón, una experiencia incandescente, de un periplo terrestre, pero también viaje interior y reflexivo, sumersión en el mundo que, a su vez, invade el cuerpo y la escritura. Y en ese desplazamiento de doble o triple curso la consagración de un instante que contiene los demás instantes, la fijeza –¿oximorónica?– de un tiempo y un espacio en circunstancias de su mayor fluencia, pero que ondula simultáneamente de la conciencia a la mano que escribe. Y además, el buceo, (no en este caso el “bal/buceo”) en las insólitas revelaciones del lenguaje y su escritura. Todo en un cofre de lirismo impecable, de un libro que se busca y se encuentra entre los árboles, con dominio de las visiones, de sus imágenes y de su expresión metafórica. Por último, con la deseable eufonía, la modulación fónica de los versos o la cadencia de las imágenes al interior del poema, condición sin la cual el poema no existe y es apenas ruido para los ojos, ripio para las inscripciones del gusto estético.
Estas líneas impresionistas no tienen pretensiones prologales y mucho menos aspiran a un juicio crítico ortodoxo. Hay quienes sostienen, cada vez con mayor predicamento, que los poemas dignos de tal nombre si bien inteligibles son en cambio inexplicables. Llevado al extremo este aserto tornaría superfluo cualquier comentario. Y sin embargo, es imposible prescindir del necesario diálogo de la obra con otras creaciones literarias y con otras lecturas. Por lo dicho, esa inminente interlocución no se dejará esperar en este caso y confirmará sin duda los merecimientos del libro premiado y de su autor.
Entretanto, este saludo, este brindis celebratorio de la publicación de un texto que nos consuela de las opacidades de un mundo convulso y desgarrado, porque lo transita y recrea con mirada serenamente nostálgica -se diría estoica- y le añade una experiencia verbal, lo nombra, lo viste y cubre con una poética excepcional. Una poética que el autor definió, para envidia de los apocalípticos, en este verso que cierra otro texto antológico: “El mundo es un sitio para amar”.
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