lunes, junio 10, 2013

"Recluso del pasado" : (Cuento Inedito)





Por Cesar Huayllas

Mario siempre fue considerado un galán entre las chicas: Cortés, caballero, romántico. Todas ellas lo acosaban de distintas maneras utilizando técnicas que recaían en lo obvio: ¿me enseñas matemáticas? (cuando él estaba aplazado 2 años seguidos en la materia), ¿me acompañas? estoy sola (pero si ella se salió de su casa para jugar a la chica grande), ¿te invito a mi fiesta? (cuando la fiesta en realidad era solo para dos).

Las preguntas deambulaban entre los chicos produciéndoles una extraordinaria sensación de celos e intriga: ¿Será jailoncito? ¿Será porque es un feto modelito? ¿La tendrá de oro?, esa era la rutina siempre.

Las pendejadas de Mario no se hicieron esperar, el siempre decía "que si ese huevito pide sal pues no hay que negarle" así que se lanzó al éxito: traqueteaba con Ana, se emborrachaba con Betty, tocaban historias con Carmen, relajeaba con Diana y la lista de "damitas" se prolongaba hasta abarcar con todas las letras del abecedario. A él siempre le gustó la diversidad.

El era un ser celestial, todas chupaban con gusto las migajas de tiempo que les dejaba. Hasta que una noche al volver de una de sus tantas citas furtivas. Un auto blanco lo embistió. De el salió un mastodonte por persona que lo agarró del piso cual muñeco de trapo y lo arrojó a la parte trasera de carro, donde este albañil lo desvistió exponiendo sus mas íntimos secretos a luz de la intemperie. Mario no tenia las fuerzas necesarias para oponer resistencia. Se sentía como una mujerzuela sin suerte.

"Ahora aprenderás a respetarme perra, porque nadie me deja" la voz del gorila le susurra al oído mientras un infiltrado se abría paso dentro su vientre. Aullaba de dolor. Entre toda esa orquesta de dolor, un momento de lucidez se apoderó de él, todo estaba claro ahora…ese imbécil que lo violaba era su ex novio Grover que por un sano despecho (según él) haría que Mario aprendiera una lección. Que con la sexualidad no se juega.

Mientras las intermitentes embestidas cesaban, Grover con los últimos esfuerzos de aliento repetía incansablemente "Eres mía Maria y de nadie más". Y Maria comprendió que desde ese día sería reclusa de su pasado ya que dentro de ella dentro de nueve meses se iba formando un carcelero hijo de puta que la aprisionaría para toda su vida.

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