miércoles, enero 24, 2018

El día de todos tus santos-Primera novela de Fabiola Morales Franco



Fabiola Morales Franco. El día de todos tus santos
Por: Claudia Michel
(Esta reseña salió originalmente en la edición de noviembre de 2017 de la revista 88 Grados)
Manuel está enfermo y pronto morirá. La novela de Fabiola Morales es un preludio a esa muerte, a la urgencia de hallar algo de sentido ante el total absurdo de que alguien joven y querido enferme y no pueda eludir su destino. Los personajes se enfrentan al vacío, por eso mismo saber qué tienen que decir es lo que motiva la lectura.
Cada personaje habla de otros cercanos y queridos, y a través de ellos también de sí mismo. La autora los hace hablar de una primera juventud, un tiempo de promesas que se constituye en el punto irradiador de la historia.
Mariela, Manuel, José y Roberto han compartido los años de la universidad, sueños de viajes que nunca hicieron, conversaciones en bares y libros. Representan el típico grupo de la clase media boliviana inyectado de promesas de progreso que se reventarán en el primer encontrón con la realidad. Manuel y Mariela son pareja en un viaje secreto a México; José pintó desde niño y su talento nunca tuvo cabida en Bolivia: “solo quiero salir de este país”, repite siempre. Roberto es el que se queda, el amigo referente que conecta a todos.
Mariela hace audiovisual y de un día a otro se va del país, cumple el sueño de joven acomodada que consigue una beca y prefiere no volver, la sigue José que irá y volverá del país muchas veces sin saber por qué y buscará cada vez destinos más lejanos.
Estos, entre otros, son personajes cuyos conflictos giran en torno a sus familias disfuncionales, sus sueños de artistas frustrados y la impotencia ante la muerte de un amigo, como evidencia irrefutable de que hay cosas que son iguales para todos.
La autora muestra, a través de sus personajes y sus vidas, la extranjería como un sueño ingenuo; y muestra una palpable verdad: que la mayoría de los que se van, regresan para intentar cobijarse en el hogar; luego de ser un “nadie” en tierras lejanas, la mayoría preferirá ostentar en casa las glorias del viaje emprendido, aunque toque mentir sobre ellas. Para Morales, otros, los menos, permanecerán lejos aun sabiendo que esa decisión los hará para siempre extranjeros en todos los lugares donde vayan, incluido -y sobre todo- el país de donde se dicen ser. Dice José: “vivía a miles de kilómetros y esa distancia no me servía para sentirme libre del lugar en el que había nacido…”.
Uno a uno los personajes se verán impotentes, solos y acorralados. La muerte no solo es la del amigo, es la de ellos cuando eran jóvenes. Se resisten a creerlo, pero todos a su modo están envejeciendo.
Morales parece una documentalista que entrevista por separado a cada personaje, y publica su trabajo sin que sus preguntas se escuchen; cortando con estudiada medida cada intervención. Desde su propia extranjería, como boliviana que vive en Barcelona, desde su papel de autora, aparece como una directora de orquesta que da la entrada a cada voz para que destaque en el momento preciso.
El día de todos tus santos exhala frustración y soledad. Es un libro cargado de tristeza por el pasado, por la imposibilidad de cambiarlo, sabiendo que su legado nos deja marcas que, a modo de lunares, se constituyen en las señas particulares que nos acompañarán donde vayamos, señas por las cuales podremos dar cuenta de quiénes somos.

miércoles, enero 17, 2018

Sombras de verano-Los cuentos de Guillermo Ruiz Plaza


Por: Alejandro Suárez


A modo de ofrenda, una gata le deja restos de ratones a una mujer que lucha por mantener a flote su vida y su familia; en plena canícula, una anciana logra ocupar con engaños el departamento del protagonista porque en el suyo hace un calor infernal; un hombre dice que ha visto al diablo y que es una niña de ojos azules hermosos. Los cuentos de Guillermo Ruiz Plaza se mueven en un territorio equidistante del realismo y lo fantástico, entre (cito sus palabras) “la claridad de lo cotidiano y lo oscuro o anormal”.

¿Qué autores merodeaban tu mesa de trabajo mientras escribías estos relatos?, pregunto a Guillermo. Menciona a Buzzati, Cortázar, Akutagawa y Carol Oates. “En general”, prosigue, “mis cuentos se inscriben en la línea hispanoamericana del relato fantástico, aunque últimamente (y creo que en este libro son mayoría) se trata de cuentos extraños. Para mí, es una forma más sutil y convincente de plantear los cuestionamientos y la ambigüedad de lo fantástico.”

Cuentos extraños: un anciano abandona el pueblo donde vive recluido para viajar a la ciudad y convencer a los burócratas de la Seguridad Social de que no ha muerto; en un aeropuerto, una mujer tiene que seguir a los agentes de Migración porque el detector de metales no deja de sonar y pareciera captar la culpa que carga consigo junto a su equipaje de mano. El autor construye sus historias con ingredientes muy propios (moscas, nocturnos de Chopin, cicatrices que un día aparecen sin más, una casa donde los objetos se pierden sin remedio), hermosos títulos (“Pasa en la niebla”, “Peor que la muerte”, “Todo lo que soy será tuyo”), personajes extraordinarios y bien construidos desde sus zonas imperfectas, un pulso preciso y en armonía con la atmósfera inquietante de sus relatos, finales ambiguos y algunos ciertamente memorables.

El libro mantiene un tono y una identidad tanto temática como formal; eso está fuera de toda duda y es uno de los aciertos de este volumen. Por supuesto, no se trata de una colección perfecta; hay algunos más logrados que otros, como en cualquier colección de relatos. Si tuviera que señalar algo, diría que al sostenerse sobre tramas tan singulares, algunos cuentos corren el riesgo de la previsibilidad y, por tanto, de que sus finales pierdan fuerza. Esto, por suerte, sucede poco y en la mayoría de los cuentos la prosa fluye y la tensión se sostiene muy bien.

Me parece que “Los regalos” (premio Adela Zamudio 2016) es uno de los relatos más logrados y debería formar parte de cualquier antología seria del nuevo cuento en Bolivia. También “Sombras de verano”, “Necesito que sigas leyendo” y “Raíces”. Sin embargo, si hoy tuviera que escoger un relato para llevarme a esa supuesta isla desierta (que debe estar superpoblada por todos aquellos obligados a escoger en contra de su voluntad), escogería “Inés”, magnífica historia sobre una cincuentona excéntrica y desenfadada, quien contra todo pronóstico anuncia un embarazo que nadie en la familia cree, al menos al principio… “Lo veo como un cuento sobre la fe”, comenta Guillermo, quien, a propósito, y casi como efecto colateral, posee una excelente mano para dibujar personajes femeninos.

En el panorama de las letras bolivianas, donde a veces se echa de menos voces que digan las cosas de otra manera, Guillermo Ruiz Plaza es uno de los escritores más originales y promisorios. Trabaja duro y silenciosamente configurando de a poco una obra con sustancia, una voz propia y honesta, ajena a toda influencia que no sea la que alimente su particular manera de ver el mundo y de plasmarlo en un papel. Los cuentos de Sombras de verano parecieran recordarnos que el ser humano nace, crece, se reproduce, envejece y muere, y todo sin dejar de ser esa máquina imperfecta que pronto se llena de fantasmas que hacen rechinar el mecanismo: instintos, nostalgias, soledad, culpa, miedo al fracaso, miedo en todas sus formas, y abismo.

Fuente: Ecdótica

martes, enero 09, 2018

“Temporarias y otros poemas” (2016), de Emma Villazón


Temporera delirante de la palabra: Temporarias de Emma Villazón

Comentario del libro "Temporarias y otros poemas" de la poeta boliviana Emma Villazón.


Emma Villazón, la poetisa e intelectual boliviana nacida en Santa Cruz, nos dejó en 15 meses atónitos  a quienes la conocimos en la andinidad sudamericana, el país invisible intercultural que valora la otredad sin fronteras. Emma viajó en agosto del 2015 a la Feria del Libro de La Paz y luego la invitan a re-volver letras a El Alto, muriendo de súbito a los 33 años, como un relámpago, como un aguacero insospechado de esos que citaba César Vallejos y gustaban a Emma en sus fuentes peruanas. Se fue y quedamos mudos, como sus padres abogados en Santa Cruz; Rubén que guarda las decenas de páginas inéditas con su letra pequeña en cuadernos de adolescente y estudiante estrella de leyes y filología; y Emma Raquel, salteña, que erigió un altar con sus fotos y premios que siguen llenando el estante por los homenajes póstumos.
A los pocos meses de la partida, editorial Das Capital publicó su libro de nombre original Temporeras, con el título Temporaria: un manifiesto “a las otras” que deambulan en el trabajo precario temporal ya sea en los campos o en las fábricas de conceptos, palabras…el neo taylorismo del trabajo intelectual parcial que no esclaviza en una línea de producción, pero lo hace en su ontología dominadora, en su inseguridad, agravada cuando se es extranjera avecindada. Así lo describe ella misma en el proyecto al Fondo del Libro que nunca fue y que ella anuncia como texto en el delirio y la denuncia, sin abandonar el humor y el eros: “Temporeras es una apuesta por escribir sobre la condición de los trabajadores que resisten la lógica de la fábrica moderna desde una perspectiva de género femenina, y a la vez por escribir la experiencia migrante”.
La conocimos como la compañera de Andrés Ajens, el periodista de la UC que se indolatinoamericanizó más allá del tuétano, aportó a reavivar las lenguas quechuas y aymaras en el ex Pedagógico, co-inspiró para la fraternidad sin miedo en la revista “Mar con Soroche”, y tertuliamos bajo árboles en un rincón campesino de Pirque asomándose hacia el sur.
En la tierra dura al fin del mundo realizó y aportó en el Magíster de Literatura Latinoamericana de la USACH con tesis sobre la vanguardia de  Hilda Mundy. En la partida cursaba el Doctorado en Estética en la U. de Chile, donde especulamos se topó con Luis Oyarzún, el filósofo que escribe sobre su texto Temporaria: Lo he leído con asombro constante…Gabriela Mistral llamó a la poesía materia alucinada. Materia: Palabras. Las de Emma son palabras alucinadas…en su vecindad y su roce y en su chispa se encandilan unas a otras, se llaman unas a otras, se despiden unas de otras, se reencuentran”.
El viudo amante y coeditor, Andrés Ajens aporta a un libro cuidado que cuestiona si debía estar o no en Temporeras/Temporaria el notable poema “Sonatina del otro costado” que le publicó el 2014 la Universidad de Texas-El Paso. Allí habla la temporalidad precaria: “De la mano del viento/ rodeada por luces y flores engreídas/
va con una sonatina boliviana/en la mitad de la costilla y en la otra/déjase nutrir por acribillados y aludes…
No hay retorno, Dios, ni costilla mágica:
érase una campesina maquillada
que se hizo astronauta al pasar la frontera.
Emma va y vuelve en sus tres países mentales; Bolivia, Santiago y Pirque que aparece en la cotidianeidad de la transplantada que dialoga con Queltehues y escucha el hablar de los temporeros(as) en la ruralidad al sur del Maipo.  Siempre está la “otra”:
Y destella el destierro que cruzamos, viajes al Gran Santiago para vender las pupilas, viajes de regreso con el hígado ardido (de postal de huecos).
Dice otra: quiero ese buitre de ahí,
Dice otra; quiero esa fiebre letal
Dice otra; quiero que llegue la cogida
de lo incontrolable y su despliegue
quiero que el viento me empuje y me bese
(de ventanas voces sueños).
Crepúsculo inabarcable se abraza bajo el agua; no hay tejido humano que no esté entre negocios, datos o números…y no escriba para el otro lado: me niego a ser vaca de empresa griega (de retrato de otra).
La temporera es citadina o del campo o de cualquier lugar, todas laceradas por el oprobio del deambular en el país de nuevos ricos que en su stress busca el “mal” desarrollo enfermo. Por momentos, la voz es una heroína contra la monotonía que busca aplastar:
Caras de anchoas zanahorias y zapallos
son los personajes trabajados por jornadas
nutridos por el zumo de vidrieras en fila;
entre ellos, una murmura inquieta sin nombre
aplastada: y bien, seré la cazadora de latidos,
una mosca que ronde por sudores como estrellas opacas
(de cuadrícula y estrellas)
Días en que se lleva el sol sobre la oreja
son sólo días en que se come cardos, bosta
diferentes a aquellos en que se hace la siega
(de retrato de días).
Como colofón a estos extractos interpeladores de Emma Villazón, retomó un verso que resuena:
Ella es más que el movimiento mecánico/aprende a cumplir la jornada/como sube enérgica las escaleras del metro (de retrato de otra).
Ella no se doblegó en Santiago de Chile; caminó enérgica a su modo e ironizó:
Ahora la sra.  X va montada en una máquina que la pervierte pero lo disfruta enormemente”
(de cuadrícula y estrellas).
Temporarias fue un poemario inconcluso, nos reiteran los editores, pero logró compartirnos la promesa que todo poema es, como lo dice con belleza Pablo Oyarzún: “Es el habla del secreto. Emma Villazón: deposito aquí mi asombro como ofrenda. No se va quien nunca se aleja”.
Con el tiempo, la lectura de Temporarias será un testimonio de la esquizofrenia del modelo y la agresividad cotidiana en el país duro al sur del mundo. Emma profetizó y clamó por reinventar el trabajo y buscar la emancipación en el siglo XXI.

Rancagua-Iquique-Santa Cruz de la Sierra. Dic. 2016.

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