Antón Conquista otro Lector: Evo
Arturo von Vacano
Antón despertó el 4 de noviembre pasado con el dolor de oídos que viene torturándolo desde 1984; una alergia galopante en los ojos rojos e irritados unida a una conjuntivitis recién estrenada contribuyeron a la agravada depresión que marca sus amaneceres después de 70 años de dura lucha contra la adversidad.
Tras dos tazas de café que acentuaron los amargores de su resentida traquea y un par de galletas que le supieron a aserrín, se sentó ante la computadora para leer la colección de mensajes enviados desde el Africa septentrional que le prometen fortunas de entre 15 y 120 millones de dólares cada mañana a cambio del número de su cuenta bancaria en la que disponía de la notable suma de US$12.33. Envidiaba la imaginación de esos estafadores insistentes y el modo de presentar sus personajes ficticios con gran entusiasmo y pésimo inglés.
Hizo clac y clic y leyó, sin poder creer en lo que veían sus lacrimosas pupilas en la pantalla:
“Estimado Señor Antón:
“Tengo a bien dirigirme a su persona a objeto de transmitirle mi interés especial en adquirir los dos tomos de su libro: Evo: Cien Facetas del Experimento Evo, en el número de XXX ejemplares de cada tomo.
“Al respecto, mencionarle que en Bolivia no he podido encontrar alguna librería que distribuya estas obras y debido a que necesito comprar varios ejemplares no creo poder adquirirlos por medio de las páginas de Internet.
“En este sentido, solicito por favor pueda comunicarme si existe la posibilidad de hacer una compra directa a su persona.
“Esperando su respuesta, me despido.
Atte.”
Una oleada de sangre caliente vigorizó su cansado corazón y su vista se agudizó hasta capturar al insecto que le picaba el revés de la mano izquierda de modo tal que pudo enviar al maldito bicho de vuelta al reino del Señor de las Moscas mediante un certero papirotazo. Con el pulso alterado, tecleó su respuesta a este mensaje cuya autenticidad es totalmente garantizada por el autor de esta nota, excepto la información estratégica que no puede hacerse pública por razones obvias. Pidió la dirección de la amable señorita que firmaba la misiva en cuestión.
-- ¡XXX libros! ¡Esta dama debe ser dueña de la librería más grande de España!, se dijo.
El incidente le recordó otro, sucedido 30 años antes, cuando el Presidente Víctor Paz Estenssoro preguntó a algunos familiares que visitaba en Washington: “¿Dicen que ese muchacho me mata en su libro?”. Ese libro de Antón es “Sombra de Exilio”, una novela sobre un magnicidio fracasado cometido por un escolar.
Ahora, y con el pulso alterado, Antón siguió mirando los mensajes del día. Encontró uno de su hermano Pedro que aclaraba el anterior. En 13 palabras, su hermano le informaba que el Ministerio de la Presidencia de Bolivia le había llamado para informarle sobre la admiración por la obra de Antón vigente en ese despacho y el interés personal del Presidente Evo Morales de proveer a su equipo de colaboradores de copias adicionales de “¡EVO! Cien facetas del Experimento Evo”, motivo que Pedro halló suficiente para proveer a la Autoridad del e-mail personal de Antón.
Incapaz de mantenerse tranquilo en su butaca de cuero portugués, Antón salió al patio a fumarse un cigarrillo de los que le tienen prohibidos y evaluar esta singular situación.
Recordó entonces la visita del Presidente Morales al Lincoln Memorial de Washington y el instante no privado de angustia en que nuestro autor gritara “¡Presidente!” antes de poner en manos del Mandatario un ejemplar de su obra en dos tomos “¡EVO! Cien facetas del Experimento Evo”, título que copio para facilitar las cosas a mi amable lector.
“Esto, ¿qué es?” alcanzó a preguntarse el Presidente mientras miraba ambos libros azules no sin sorprenderse. Nadie pudo contestar su pregunta porque tanto el líder como su séquito caminaban ya a paso de vencedores para huir de un clima de perros que amenazaba con helarles hasta las intenciones.
Solo y restregándose las manos para calentarlas, Antón vio al Presidente con sus libros en la mano, mirándolos aún sorprendido. Tras un parpadeo, el Presidente desapareció.
Ahora, unos días después, Antón dio fin a su pucho fumando como un fuelle mientras gozaba de la satisfacción de saber que Evo Morales se contaba entre sus lectores.
Se apresuró entonces a retornar a su PC y escribió el siguiente, auténtico mensaje, errores y todo:
“Acabo de neterarme de que trabaja usted con el gobierno de Bolivia, segun creo.
“Mi gran problema es hacer llegar a su despacho los ejemplares que me pide.
“No puedo publicar en Bolivia por falta de dinero y no puedo enviar ejemplares a Bolivia porque las aduanas están muy atrasadas.
“Pedí a la Fuerza Aérea de Bolivia que me ayudara pero me dijeron que sus aviones son muy chiquitos.
“Si se trata del Sr. Presidente, será un gran orgullo para mi el enviarle de algún modo los libros que me pide.
“Solo que no se como hacerlo.
“Saludos.”
Antón envió su mensaje y decidió que no perdería su tiempo en ducharse ese día. Dedicó las siguientes diez horas a investigar el modo, si se da alguno, de enviar desde Washington XXX copias de un libro a La Paz. Cuando concluía la tarde decidió por fin, cansado y sudoroso, que no existe ninguno.
Se tomó dos tazas de café y volvió a la computadora. Leyó:
“Sr. Antón,
“Me alegra mucho que me responda tan rápido, no se preocupe que tengo la solución, solamente necesito un número de teléfono de contacto suyo en Estados Unidos para que la Misión Diplomática lo llame y podamos tener los libros en Bolivia.
“Estaré atenta a su respuesta.”
Este es el momento en que ni yo mismo, que escribo mucho mejor que Antón, puedo pintar con tonos fieles a la realidad la alegría intensa que dominó el cansado corazón de nuestro hasta entonces atribulado autor.
Decidido a festejar el final feliz de este episodio, Antón salió al patio a beberse un par de whiskies de los que le tienen prohibido.
Decidió mirar una vez más sus mensajes del día antes de preparar las cajas en que haría su envío. Leyó:
“From: "Marcelo Bascopé"
To:
Subject: humilde usted?
Date: Thursday, December 04, 2008 5:03 PM
Humilde usted? Déjeme arrojar las más hediondas carcajadas al leer sus
palabras. Sí, me lo permito y, encima, me permito decírselo. La humildad se
la lleva en el pecho, dentro de la coraza indestructible de nuestros actos;
nada digno es, creo yo, andarse con fanfarronadas y mariconadas al
declararse uno asimismo una persona humilde. En fin, dicho lo que me
propuse, no quiero despedirme sin antes hacerle saber mi profundo deseo de
que usted conserve esa humildad hasta su muerte. Llévesela al otro mundo.
quizás allá, se acepten tamaños egocentrismos y basuras intelectualoides que
no hacen más que grangrenar el alma de quienes a usted lo leen.
Sinceramente,
Marcelo Bascopé.”
Con la boca abierta y los ojos como platos, trató de entender esta nueva misiva. No pudo entenderla. La leyó dos veces más y finalmente la contestó:
“¿Quién es usted? ¿De dónde sale?
“Por fin: ¿soy humilde, o no lo soy?
“Si sufre de carcajadas hediondas debe ser porque usted tiene cara de traste. La solución es el suicidio. Péguese un tiro esta noche y verá como aparece todo fresco mañana.
“Un cariñoso saludo.”
Antón consideró por largo rato los diversos impactos de su estilo singular, desde el interés del Presidente Evo hasta el odio histérico de este Bascopé caído de la nada al Internet, y se maravilló ante la potencia peligrosa de la palabra escrita. Agotado por las experiencias del día, que yo juro a mi estimado lector son reales y auténticas, relatadas en detalle, se fue a la cama decidido a leer “Los Hermanos Karamazov” hasta caer agotado.
Sus paquetes tuvieron que esperar algunas horas
0 Comments:
Publicar un comentario
<< Home