LOS DESTAMAYADOS
Reproducimos el prólogo, firmado por el consejo editorial de Yerba Mala Cartonera, del texto que recoge algunos de los cuentos enviados al Premio Nacional Franz Tamayo, recientemente declarado desierto.
La Editorial Yerba Mala Cartonera, sin limitarse a publicaciones que apuesten por la innovación literaria (estética o temática), y al apoyo (mutuo) de artistas con vasta trayectoria, hoy decide lanzar esta obra narrativa por diversos motivos.
Entre ellos y el principal: no descartamos que dentro de estos relatos se encuentren potenciales grandes creadores —el tiempo lo dirá—, así como osadas propuestas literarias. Nuestro lugar nos impide lanzar cualquier juicio de valor (aquello le ocupa a cada lector desprendido), aunque entre líneas cuestionemos directa y abiertamente el concurso literario del que se desprenden.
Por otra parte, no creemos que los concursos sean un parámetro válido para el aprecio del arte, aunque sí, —es deber admitirlo— son uno de los muchos mecanismos que instituciones, estados u otros órganos oficiales utilizan para el fomento del mismo.
El certamen literario Franz Tamayo (cuyo respetable recorrido no hace falta validar) ha cometido, creemos, el mal tino de perder uno de los fundamentos básicos en esta versión 2008: la falta de respeto, el “des echar” a los participantes quienes, desde el inicio al final, son quienes hacen posible tal.
Que nadie obliga a enviar un cuento a un concurso, cierto, que dentro de las bases cabe la posibilidad de que se desertifique, cierto; que los organizadores fallaron al lanzar calificativos innecesarios, más cierto aún.
La voz del jurado que, luego de haber declarado desierto el premio, califica a los cuentos como “bodrios” o “fáciles” no hace más que poner en claro la histérica y atomizada situación de la escena literaria en Bolivia, donde existe la confianza de hablar de un asunto (si no serio, por lo menos interesante) en un tono coloquial, tal como se hace en las calles y con las mismas jerarquías.
La importancia de este tipo de competencias (tal cual todo deporte) pasa por que el arbitraje seleccionado esté a la altura de las circunstancias y que, de no agradarle el juego, concluya la partida sin la penosa necesidad de caer en juicios de valor (siempre subjetivos) hacia el esfuerzo de los ocasionales deportistas.
No creemos que ganar o perder un certamen artístico (siempre con cierto elemento de azar) sea asunto de perder el sueño. Sí lo es caer en ofensas innecesarias que, tal vez, de no ser pronunciadas, ahorrarían hechos —casi obligados— de reclamo o disentimiento como pasó en esta ocasión. El deseo no es señalar sin causa ni razón al concurso, sino impulsar su crecimiento mediante el apunte de zonas mejorables.
Así hablando, esta iniciativa no nace por un interés figurativo ni mucho menos comercial; por el contrario, se efectúa como un acto de representación.
Durante estos pocos días, vía correo y de viva voz, la editorial ha recibido sugerencias (no siempre constructivas), críticas y apoyo de quienes han decidido no quedar en aquel lugar invisible de “ni ganadores ni perdedores”, y que, simplemente, no han sido tomados en cuenta, quedando en un sitio marginal (no encontramos otra palabra) y que han estado aún más lejos de los “menos malos”, a quienes se han dignado recomendar los calificadores, luego de “riguroso proceso de edición”. (Habrá que ver si los “menos malos” desean tal publicación o les provoca alegría siquiera.)
Así des marginamos estos trabajos, directo hacia el centro del asunto, para que sean leídos, destruidos o disfrutados por el público.
Para finalizar, lo que hoy hacemos mediante este libro es destripar el asunto para evidenciar de qué estamos hablando, mostrar el estado real de lo que se ha calificado y si en verdad ha merecido el trato recibido. No creemos que ningún trabajo lo merezca.
Por eso, no existe ningún proceso de edición, ni riguroso ni facilón (por otra parte, como editorial debemos dejar en claro que toda edición siempre es rigurosa). Y ponemos a su alcance los trabajos tal cual llegaron a los jurados y, si bien no conforman la totalidad de las más de cien obras des echadas, son una buena muestra (también azarosa) del cuerpo mayor al que hacemos referencia.
Son, en suma, des Tamayados (no por referencia al égloga paceño, que quizá a alguno le guste), sino porque han sido des alojados del concurso (ninguno forma parte de los finales-finalistas), además des calificados, porque ni siquiera han llegado al rango de calificables y, como no podría ser de otra manera, des pojados del trofeo monetario que, suponemos, es también otro motivo de la existencia de estos trabajos.
Les presentamos: no a los ganadores, tampoco a los perdedores, y si cayéramos en la terminología del jurado, literalmente serían los “más malos”.
Nada de eso, hoy ponemos ante su vista a quienes han confiado en nuestro trabajo de difusión, los menos: malos o no malos, a los desapegados, los desconfiados, los des tamayados.
Fuente :(Revista cultural FONDO NEGRO,Periodico La Prensa)