Esa aventura de abrir el cerco que deja afuera de la literatura a la mayoría de los bolivianos, “a la gente de a pie"
“Nos atrae la literatura que ve lo que pasa en la calle”
Por Silvina Friera
El grupo argentino Colectivo 7 presentará hoy el documental Yerba mala, sobre el emprendimiento cultural en la ciudad de El Alto.
Aunque es el mercado editorial más chico de América latina, Bolivia tiene su editorial cartonera y un grupo de argentinos, Colectivo 7, filmó un documental, Yerba mala, sobre esta experiencia, que se presenta hoy a las 20 en la Casa del Escritor (Lavalleja 924). Con un 12 por ciento de la población sometida al analfabetismo –1.200.000 personas no saben leer ni escribir y el 85 por ciento son mujeres– y con libros carísimos como si fueran objetos de lujo –100 bolivianos, cuando el sueldo básico es de 550–, tres escritores de la conflictiva ciudad El Alto, aquella urbe que hace pocos años declaró la guerra del gas y echó al ex presidente Gonzalo Sánchez de Lozada, empezaron a editar libros artesanales, de cartón, pintados a mano en las calles porque no hay un espacio físico para esa aventura de abrir el cerco que deja afuera de la literatura a la mayoría de los bolivianos, “a la gente de a pie”, como señalan en el documental los escritores Crispín Portugal, Roberto Cáceres y Darío Luna, los fundadores de Yerba Mala, emprendimiento cartonero que se suma a la Eloísa Cartonera fundada en 2003 en Buenos Aires por Washington Cucurto y Javier Barilaro, la Sarita Cartonera en Lima (Perú), Animita Cartonera en Santiago de Chile y Lupita Cartonera en la Ciudad de México.
Nicolás Recoaro, uno de los integrantes de Colectivo 7 junto con Leonardo Spinetti y Nancy Cejas, entre otros, cuenta a Página/12 que en Bolivia no se recicla el cartón, que no existe la figura del cartonero. “Cuando conocimos en enero de 2007 a Crispín Portugal, le propusimos hacer un documental sobre la editorial para mostrar cómo es ser escritor en Bolivia. La postal de Bolivia, sobre todo de El Alto, es la barricada, y al principio nosotros fuimos con esa intención en el primer viaje que hicimos en 2005, pero después vimos que estaban pasando otras cosas, que El Alto no es sólo la barricada”, advierte Recoaro. A partir de entrevistas a escritores, poetas, editores y personajes de la cultura de El Alto, Recoaro señala que surgió una pregunta: ¿tan importante es el libro en Bolivia? “Quizá para la cultura andina, el libro no sea importante. El poeta Humberto Quino dice que el aymara entiende la explotación, que no necesita un libro para darse cuenta de que son explotados.” La poeta y editora de Pirotecnia, Virginia Ayllón, explica que la cuestión del libro es “bien complicada” en Bolivia. “Estamos hablando de un país con una presencia étnica muy importante, con culturas ágrafas que guardan otras textualidades y que pelean por ser reivindicadas. La relación palabra y no palabra en este país es bastante conflictiva y sigue siendo colonizadora a pesar de todo.” Spinetti opina que el documental “también desacraliza al libro como objeto superpreciado de la cultura, como fuente iluminadora de razón y de liberación”.
Simpático y provocador, el poeta Humberto Quino plantea el lugar que ocupa ser escritor en el imaginario boliviano. “Cuando le dije a mi madre que iba a ser poeta, me dijo que estaba loco. Pero así soy, un bolita con muchas bolas.” La cámara se detiene sobre una de las pintadas que hay en la pared de la calle, donde están ubicadas las oficinas de la Cámara Boliviana del Libro: “No lea, baile”, o se sumerge en la surrealista Feria 16 de Julio, de la ciudad de El Alto (que como recuerda Ayllón era considerado el barrio más pobre de La Paz, “el más sucio”), entre aguayos, chicharrón de cerdo y ropa de segunda mano, y muestra cómo poco a poco la gente de a pie se acerca a los pequeños puestitos que ofrecen libros. “El ingreso a las elites literarias bolivianas se hace muy complicado para los jóvenes escritores, y mucho más viniendo de la ciudad de El Alto. El círculo literario boliviano se autoalimenta, funciona con el antiguo sistema de padrinazgo y casi no les ha prestado atención a los nuevos narradores”, explica Cáceres, escritor alteño fundador de Yerba Mala.
Ese mercado editorial tan pequeño, tan cerca geográficamente de la Argentina y a años luz en cuanto a su dimensión y difusión en los países latinoamericanos, no está exento de la cultura de la piratería. “Me han pirateado una vez y me sentí un escritor consumado –bromea Quino–. Yo estoy con esos cabrones, yo vivo de esto, y que ellos también vivan. El escritor que nunca ha sido pirateado se debe sentir frustrado, ¡ni siquiera lo quieren los piratas!” Recoaro afirma que no sólo se conoce poco de la literatura boliviana contemporánea. “Conocemos poco de Bolivia como país, aunque estemos al lado. La idea es que con este documental se despierte un interés por la literatura boliviana, por autores como Jesús Urzagasti, Víctor Hugo Viscarra, Oscar Cerruto, Marcelo Quiroga Santa Cruz, Humberto Quino, Edmundo Paz Soldán, Jaime Sáenz, Carlos Medinacel y Rodrigo Hasbún”, agrega Recoaro, que está preparando una antología de narrativa boliviana. “Es interesante ser escritor en Bolivia. El Alto es un lugar que da para escribir y mucho; a mí me atrae ese tipo de literatura que ve lo que está pasando en la calle.”
El documental muestra cómo el problema central en Bolivia es el acceso al libro. “Nosotros les planteábamos por qué no llevaban los libros a los bares donde van los turistas y en vez de venderlos a 5 bolivianos, que los vendieran a 15, pero los chicos de Yerba Mala no quieren ganar más plata vendiendo sus libros a los turistas o a la clase media paceña, ellos quieren que la gente de El Alto tenga acceso al libro, que ellos venden a 5 bolivianos, cuando una novela sale 100 o una edición pirata está en 15 o 20, depende el libro”, precisa Spinetti. Después de haber estado más de siete meses en El Alto, Colectivo 7 estuvo filmando y siguiendo la campaña del primer equipo indigenista de Latinoamérica, Pacha Kuti. “Están en la C y quieren ascender a Primera. Cuando llegó Evo al poder, se dijo que se dio el pacha kuti, que es una vuelta al origen. Es una experiencia parecida a Yerba Mala, pero en lo futbolístico”, compara Recoaro.
(Publicado originalmente en Página 12,un periodico argentino)
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