martes, noviembre 23, 2010

"Lo importante no es publicar sino escribir con seriedad y trabajo"



Mauricio Rodríguez Medrano es uno de los escritores más interesantes de la nueva savia literaria boliviana,es autor de la obra de teatro llamada "Las muertes de San Andrés" y del libro de cuentos llamado "Días de otoño",Mauricio sabe que el oficio literario es necesariamente un estilo de vida en el que lo importante no es publicar sino escribir trabajos literarios con seriedad y pasión y de eso y otras cosas nos habla en esta entrevista.

Por Miguel Lundin Peredo

1 ¿En qué momento de tu vida descubriste a la literatura como oficio existencial?
No sé si es un oficio existencial, más bien creo que escribir es despojarte de todo, es la labor menos existencial que puede existir. Pero si nos remitimos al existencialismo de Kierkegaard, escribir para mí es darle un sentido a esta vida o como diría Unamuno: “Escribo para no morir”. Esto lo descubrí cuando empecé a leer y luego a escribir.

2 ¿Qué piensas de la idea de prohibición de La niña de sus ojos, Raza de bronce y Pueblo enfermo en el sistema educativo nacional?
Mi pensamiento sobre esta prohibición no creo que tenga importancia. Pero para no escribir en esta respuesta: no sabe/no responde, te daré mi opinión: La idea de prohibir esta novelas se quedó en idea y no en acción (o en verbo como diría algún gramático). Las declaraciones del Viceministro de Descolonización abrieron este debate. El Ministro de Educación días después negó la prohibición. Y quedaron varias interrogantes: ¿Estas novelas (y un ensayo) poseen contenidos racistas? ¿El lector que lea estas novelas (y un ensayo) será racista? Lo que da más tristeza es que pocos comentaristas de prensa hayan leído estas obras y no puedan dar una opinión acerca de lo que ellas contienen. Muchos de ellos (haciendo excepciones) sólo se basan en las declaraciones del Viceministro de Descolonización (una fuente de segundo grado, según la teoría del periodismo). Creo que el problema de fondo no es considerar si estas novelas son racistas o no, más bien es necesario considerar si estas novelas las leería un adolescente o joven de colegio y universidad. De hecho, en el sistema educativo actual, estas obras fueron suprimidas por los profesores de literatura, no porque contengan ideas racistas, sino porque el lector (el estudiante) no las leería. En la mayoría de los colegios en vez de Raza de bronce ahora se lee Juventud en éxtasis, de Cuauhtemoc Sánchez. Creo que sería bueno preguntarnos: ¿Cómo fomentar la lectura?, antes de “¿lo que dijo el Viceministro de Descolonización está bien o mal?”.

3 ¿Podrías decir qué te inspiró para escribir Las muertes de San Andrés?
De algo estoy seguro: no me inspiraron las musas o algún dios andino para escribir esta obra. Creo que lo necesario para hacer literatura es el trabajo, desde la organización de ideas, confección de estructuras, división de escenas, creación de personajes. Todo ello es una labor intelectual, una transformación de la naturaleza. Tal vez, en este sentido, el trabajo que realicé para Las muertes de San Andrés fue primero pensar en realizar una obra con tres actos diferentes que sólo se unieran por algunos hechos comunes: un muerto, el sonido del disparo de una bala, el sonido de una máquina de escribir, la Universidad Mayor de San Andrés. Luego fue pensar en los tonos que cada acto tendría. Primer acto: comedia. Segundo acto: melodrama. Tercer acto: tragedia. Con los tonos ya definidos, pensé en las perspectivas y eso me obligó a crear personajes. Primer acto: perspectiva de los policías. Segundo acto: perspectiva de los egresados y estudiantes. Tercer acto: perspectiva de los catedráticos. Lo que vino después fue crear un ritmo de escritura, guiños a la literatura, a la vida, al mismo acto de escritura. Al final terminó todo con la construcción de un mundo, muy diferente a la realidad pero al mismo tiempo semejante.

4 ¿Te sientes cómodo con la novela o el teatro?
Me siento más cómodo leyendo que escribiendo. Y mucho más cómodo viviendo que leyendo. Creo que cuando eliges un género para escribir es porque necesitas esa estructura. Si mi obra de teatro hubiese sido pensada como novela, la hubiese tenido que escribir como novela. Tal vez hubiese sido una novela pasable, pero como fue pensada como obra de teatro, pues el resultado fueron estos tres actos y estos personajes. Creo que la comodidad no existe en el escritor, más bien existe la angustia, el juego, la memoria y un espejo que refleja la frontera de la locura o tal vez el vacío.

5 ¿Qué te inspiró a escribir tu primer libro de cuentos?
Como dije antes: no me inspiró nada. Fue toda una elaboración mental. Elaboré los cuentos en base a estructuras firmes. E igual hubo un juego en el momento de la escritura, tal vez un poco menor al trabajo de la obra de teatro. En este libro hubo también una mayor angustia, pero sobre todo una experimentación para conocer mis límites, pasarlos y comprender esto que llaman literatura (o tal vez comprender menos).

6 ¿Qué piensas de la actual literatura boliviana?
Que aún no se desplegó como otras literaturas de otros países. Aún existe un provincialismo, existen círculos cerrados en los que su vocero dice que escribe muy bien (y lo publican porque es amigo de la editorial), aún así hay escritores que se dedican enteramente a escribir (que es lo más importante y lo único para el escritor, como diría Faulkner) y por eso realizan buenos escritos. Wilmer Urrelo, Sebastián Antezana son dos muy buenos escritores de mi generación que creen en la escritura como profesión y como trabajo y como labor. Pero todavía falta recorrer mucho más. Si nombras algún otro país, hay un escritor mayor. ¿Y en Bolivia? Están los que los académicos enarbolan, pero que no llegan a un rango de escritor mayor. Pregunta a cualquier ciudadano de a pie. No podrá responderte. Y eso no es por su falta de cultura, sino por la falta de escritores, en todo caso, la falta de literatura y la carencia absoluta de escritores mayores.

7 ¿Qué cuentos de Días de otoño recomiendas al lector?
No puedo recomendar alguno. El lector es quien decide si un texto le gusta o no, más allá de la publicidad. Ellos son los que juzgan y por ellos perdura un libro o desaparece.

8 ¿Qué escritores bolivianos admiras?
Como escritores no los admiro, sino más bien admiro sus escritos (más que admiración es un respeto y un gusto, ese gusto por las buenas lecturas): Fantasmas Asesinos, de Wilmer Urrelo, algunos textos de Adolfo Cárdenas, el cuento Dochera, de Edmundo Paz Soldán, pocos cuentos de René Bascopé, casi nada de Gonzalo Lema y de Ramón Rocha Monroy.

9 ¿Cuáles son tus próximos proyectos?
Muchos y nada a la vez. Sólo cuenta lo que está escrito y lo que se termina y lo que el lector tendrá en sus manos. Lo demás sigue como pensamiento o idea o sueño.

10 ¿Crees en el derecho del escritor a ser un activista que lucha por la libertad de expresión?
Creo en el escritor como escritor. Y todo escritor que quiere ser activista de alguna ideología o política deja de ser escritor. Eso le sucedió a Steinbeck: cuando pasó a ser de izquierda sus novelas decayeron porque se volvieron panfletarias. Lo mismo le sucedió a Vargas Llosa: quiso ser presidente, se pasó a la derecha, ¿y sus novelas? Pues prefiero al primer Vargas Llosa que tomaba con seriedad a la literatura.

11 ¿Qué piensas del premio Nobel que le han dado a Vargas Llosa?
Meritorio y necesario por las primeras novelas que escribió y que cambió el panorama de la literatura en Latinoamérica. Son novelas de un escritor mayor. Luego de La guerra del fin del mundo, su escritura decayó. Pero por sus primeras novelas merece el premio Nobel.

12 ¿Cuál fue tu primer texto literario, el primer trabajo literario que escribiste en tu vida?
Con seguridad fueron cuentos, siempre preferí la prosa al verso, pero desde ese día ya pasaron 24 años y seguro fue un texto muy malo que se perdió junto a algunas hojas de ejercicios de matemáticas o de pintura con los dedos.

13 ¿Consideras que debería llamarse al fallecido escritor escandinavo Stieg Larsson “Bolaño sueco”?
Sí, para ver que cara pondría Stieg Larsson con ese apodo lumpen, pero como ya está muerto no tiene importancia. Hablando (escribiendo) con algún dejo de seriedad, creo que estos dos escritores son muy diferentes. Bolaño se ramifica más en sus escritos y es humorista por excelencia. Larsson es más de suspenso y de construcción de personajes inolvidables. Sus escritos no tienen comparación más allá de que exhiban muertes.

14 ¿Qué consejos les das a los escritores que todavía no se deciden a publicar sus obras literarias?
Que lo importante no es publicar sino escribir con seriedad y trabajo. Si el escrito se sustenta solo, en algún momento alguna editorial querrá publicarla (poco probable en Bolivia). La decisión está en ser escritor de verdad o sólo una máscara. Las máscaras publican a montón. Lo escritores publican y lo que publican quedará en la memoria de los lectores.

sábado, noviembre 20, 2010

“Patasca y cerveza helada: un homenaje a Jorge Suárez”


“Patasca y cerveza helada: un homenaje a Jorge Suárez” (editorial Gente Común) no es un libro, son dos. En el primero, diez escritores recuerdan al maestro, al escritor, al periodista, al personaje: Jorge Suárez (1931-1998) para especialmente rescatar su obra (donde destaca “El otro gallo” y “Sonata aymara”) y su legado –la formación de literatos.

En el segundo, los mismos regalan un cuento, salido en su mayoría de los dos talleres que Suárez impartió en Santa Cruz (1984 y 1985) y Sucre (1996). El libro (como muchos otros) nació alrededor de una mesa repleta de chelas y vasos de whisky con hielo, en abril de este año en Sucre, como bien cuenta uno de los dos capos de la editorial Gente Común, Ariel Mustafá. En esa mesa de boliche en el centro de Sucre también estaban Gabo Chávez, Oscar Díaz Arnau y Miguel Angel Gálvez, tres de los asistentes a los talleres de Jorge Suárez. “¿Y si recopilamos los cuentos que salieron de las enseñanzas de don Jorge y de paso le rendimos tributo?”. Dicho y hecho.

La parte que más me gusta del libro es ésa donde los diez escritores hablan del poeta y del maestro paceño del cuento y el periodismo. Unos recuerdan sus viajes (desde La Paz a Santa Cruz, de Santiago a Lima, de Moscú a Buenos Aires), otros añoran las noches de bohemia y charla con whisky o culipi (“maestro de la charla”, dice don Germán Araúz). Suárez, asistente personal de Juan José Torres durante su exilio argentino, era un periodista salido del ala izquierdosa del MNR, provocador irreverente, hombre difícil, de amores y odios profundos (así lo retrata Gabo Chávez Casazola). “Hombre brusco y maquiavélico, a primera vista”, añade Gabriel. “Se exaltaba con la misma pasión por un buen final de cuento que por los dilemas y miserias de nuestro regreso a la democracia”, rememora Mauricio Souza que asistió a los talleres cruceños junto a su tío, el cuentista Germán Araúz. “Era partidario de que las redacciones estuviesen habitadas por escritores y creía que la función del escritor es salvar a los muertos”, cuenta Oscar Díaz Arnau del viejo Suárez.

Todos valoran las enseñanzas del maestro, su cuidado, respeto y amor por la palabra, su culto estético por el lenguaje.
“Con el periodismo soy parte de una realidad cotidiana que me impide desplomarme en el tremendo vacío del silencio”, cita Milován España. “Sabía escuchar, animar, estimular, me dio su mano firme, transmitiéndome seguridad, asegurándomo que lo que yo escribía tenía algún valor. Y le creí”, relata Oscar Barbery.

Don Germán, al rato de celebrar la inclusión de “El otro gallo” como una de las quince novelas fundacionales de la literatura boliviana (y dentro de las 10 publicables que nunca se publicaron), reivindica otra obra, “La realidad y los símbolos” (editada por el Gobierno Municipal de Santa Cruz) donde se narra las aventuras de un periodista en la capital cruceña durante el golpe de estado de Luis García Meza en julio de 1980, “es una de las buenas novelas bolivianas que requieren ser rescatadas”.

De la “segunda” parte del libro, los relatos de los homenajeadores al maestro Suárez me quedo con dos: “El archivero” de Oscar Díaz y “La muñequera” de Miguel Angel Gálvez. El primer cuento nos sumerge en la vida de hastío de un funcionario del Archivo Nacional de Sucre. Con toques de Kafka, Díaz Arnau consigue transmitirnos esa extraña nostalgia del aburrimiento y ese valiente y revolucionario hecho simple de faltarse un día al trabajo cotidiano de decenas de años. En el segundo, nos encontramos con una pequeña joya de Gálvez, ese joven escritor sucrense que hace nueve años ya sorprendió al pequeño mundo de las letras bolivianas ganando el premio nacional primera novela de la editorial Nuevo Milenio de Marcelo Paz Soldán con aquella muy buena novela “La caja mecánica” (ex aquo con Wilmer Urrelo y su “Mundo Negro”). Gálvez -que actualmente trabaja en otra novela desde hace ya demasiados años- nos trae acá un relato sobre el submundo de los mendigos en la capital de Bolivia.

“Patasca y cerveza helada: un homenaje a Jorge Suárez” es simplemente un tributo humilde y sincero a una figura clave en la literatura boliviana. Y solo por eso merece la pena. Para acordarnos siempre que vemos a la orilla del camino un tajibo, cuajado de flor, alumbrando la selva, que don Jorge nos trasladó a la tierra de las palabras, al cielo del lenguaje.Y que, para más inri, enseñó o tratar de enseñar esa magia a los demás, a esos otros que rodeaban su charla.

Fuente de la información : (Ricardo Bajo H. (columna Bajo Bandera, suplemento La Esquina, periódico Cambio, domingo 21-11-10)

viernes, noviembre 19, 2010

Publican la primera antología boliviana de cuentos de terror




Por Wara Vargas / Página Siete

Una inédita iniciativa es la de Gente Común, que editó Gritos demenciales.
La primera antología de cuentos bolivianos de terror Gritos demenciales, de editorial Gente Común, se presenta hoy, a partir de las 19:00, en la Cinemateca Boliviana de La Paz.

Se trata de la compilación que hicieron William Camacho y Daniel Averanga de 73 cuentos bolivianos de terror, pertenecientes a 23 escritores bolivianos.

“El género de terror en la literatura goza de la preferencia de muchos lectores, sin embargo, éste no forma parte de las tendencias narrativas bolivianas. Por eso, la presente antología es uno de los pocos esfuerzos destinados a colmar este vacío”, explica Camacho, en la contratapa del libro.

La obra reúne a varios escritores consagrados, como Manuel Vargas, Wilme Urrelo, Edmundo Paz Soldán, Jaime Nisttahuz, Homero Carvalho, Adolfo Cárdenas y también por jóvenes promesas, como Alexis Argüello, Edwin Álvarez, Fabricio Callapa y Daniel Averanga.

Para todo gusto“La literatura de terror no es un género muy conocido o preferido por escritores en nuestro país. Y reunir cuentos de esta índole para una antología resulta complicado. El proyecto nació de conversaciones con amigos y escritores sobre ciertas cuestiones acerca del género”, explica Averanga en la introducción al texto.

“Relatos de distintas extensiones y con distintas perspectivas sobre el terror hacen de Gritos demenciales una compilación que puede satisfacer variados gustos y percepciones de lo terrorífico. En ese sentido, no sólo hay cuentos de fantasmas o monstruos, sino una amplia gama de temas y tratamientos de lo que provoca el miedo, sin que necesariamente se recurra a elementos sobrenaturales o maléficos”, dice Camacho sobre el libro de 162 páginas. “Los cuentos de Gritos demenciales se encargan de ampliar el registro de lo que se ha entendido hasta ahora por literatura boliviana. Que la propuesta venga desde el género del horror demuestra una saludable osadía y es un notable ejemplo del momento de apertura formal y temática que parecer ser el signo de la nueva generación de escritores”, señala en el prólogo del libro dividido en tres partes la escritora Liliana Colanzi.

jueves, noviembre 18, 2010

El nuevo poemario de Homero Carvalho : "El cazador de sueños"


Cazadores de sueños y utopías: la amistad y el camino chamánico de las palabras

Por: Pablo Cingolani

Homero Carvalho fue el primer amigo que hallé en Bolivia, allá lejos, cuando empezamos a morar aquí con Carolina en 1987. El lugar donde nos conocimos no fue casual: una biblioteca. Las circunstancias tampoco: yo leía y leía libros sobre la Amazonia, especialmente sobre la historia de la trágica época del auge de la extracción del caucho. Homero era el director del santuario donde se conservaban los libros, era el director de la Biblioteca del Congreso, cuando estaba en el edificio histórico de la plaza Murillo, en La Paz. Yo mortificaba a las bibliotecarias, angustiado por ver tantos libros en los estantes que trepaban como hiedra por las paredes y estaban tan pocos archivados en los ficheros. Quería subir por las escaleras y ver por mí mismo, pero ellas no me dejaban, decían que estaba prohibido. Hasta que un día mientras yo andaba concentrado en la lectura, una mano se posó en mi hombro y una voz cálida me preguntó en qué podía ayudarme. Cuando giré, lo vi por primera vez: era “el Homero” y su ya mítico bigote. Era, como dije, el director en persona. Y era el tipo más amable del mundo: le expliqué mi afán, él me contó de su “amazonismo”, su “benianidad” y su movima estirpe, y no hubo otra para el destino: somos amigos hasta el día de hoy que me pide que escriba algo sobre este su nuevo libro que, ante todo, tiene un título tan bello y sugerente que ya lo dice todo: El cazador de sueños.

Será porque ambos somos, fuimos y seguiremos siendo cazadores de sueños que no puedo evitar seguir escribiendo sobre la amistad que cultivé con Homero. Recuerdo que tras los primeros cinco minutos de conocernos, me dijo: “Vamos, hermano, quiero que conozcas el despacho del Dr. Ledesma”. Como soy un curioso incurable, me dejé llevar. “El despacho del Dr. Ledesma” no era otro que un bar añejado por el tiempo y ajado por el humo del cigarro, las charlas a viva voz y las kilométricas partidas de cacho, que estaba (¿seguirá estando? En el sentido kuschiano, siempre estará) al lado del edificio de la Cancillería y que era frecuentado por los literatos que, desmintiendo a Platón, también trabajaban en los despachos de Estado, como Marcelo Ardúz Ruiz, que laboraba en Relaciones Exteriores y que fue el primero de sus amigos en presentarme. Porque esa fue su primera misión autoimpuesta del Homero: brindar su amistad a Carolina y a quien suscribe, para blindarnos contra “todos los males de este mundo” (Spinetta dixit) y seguir cimentando eso con más amigos, toda esa fauna que por esos días era la bohemia paceña donde poesía, política, revolución, anarquía, romance, exceso, alegría y tragedia se mezclaban igual que los dados. Fueron los días de vino y rosas cuando bajando y subiendo la ciudad del Illimani con Homero y el bigote del Homero conocí ―entre tantos otros y solo por nombrar a dos emblemáticos― al “Zeke” Rosso con El danzante y la muerte y al “Último bolchevique”, cuyo apodo ya lo dice todo (en realidad, ¡era el anteúltimo! Ya todos sabemos, tras su discurso en la re asunción del mando el 2010, ¡quién es verdaderamente el Último! ¡No pude evitarlo!).

Homero, en su tarea de blindaje afectivo, también nos presentó a su madre, que vivía en Villa San Antonio, y a cuya casa íbamos militantemente a comer (cuando comer era un actividad acuciante para nosotros porque carecíamos del metal que paga la comida) y donde nos presentó, ¡sorpresas!, a su cabeza. Como el arponero inmortal, otro cazador de sueños, el gran Queequeg de Moby Dick de Herman Melville, Homero tenía su cabeza reducida, él ya escribió sobre ello, así que no abundaré, salvo para decir que una cosa es tener un amigo, y otra cosa bien distinta, tener un amigo que atesoraba una cabeza de los jíbaros.

Un párrafo aparte merece el blindaje definitivo: cuando Homero me presentó a su padre, el también inmortal Antonio Carvalho Urey que andará por los reinos dorados donde solo los justos, en el borgiano entender, acceden. El “Toño” Carvalho, el papá del Homero, era una personalidad deslumbrante en todo el sentido de la palabra. Era, como dice su hijo, en este su nuevo libro (donde, desde ya, no podía estar ausente) “el Kawmol, que en lengua mowi: maj quiere decir ´el que lo sabe´”, y era “el paketpa, el contador de historias”. Y fue él quien terminó de amarrarme al alma la Amazonia que tanto amó, la Amazonia que tanto amamos, la Amazonia por la cual tanto sufrimos y tanto luchamos. Cuando lo asesinaron los madereros contra los cuales se enfrentó siempre para defender su Beni y en especial su provincia Yacuma y a sus pueblos indígenas del avance criminal de las motosierras, no lloré pero le prometí desde lo más adentro de mi ser, seguir su ejemplo, y Toño querido, aquí estamos, tú ya lo sabes, porque desde arriba todo se sabe.

Los dedos me tiemblan y acuden a mí los recuerdos como el agua en la cachuela, en tumulto, ¡tan feliz me hace escribir todo esto! Regreso a ese 18 de noviembre de 1987, al mítico Lido Grill, de la Pérez Velasco, donde hasta con un “programa de festejos” (que todavía conservo entre montañas de papeles) celebramos un nuevo aniversario de la fundación del departamento del Beni. Eran días de vértigo como ahora. Pero eran días más felices, porque aunque nos mataran o nos persiguieran, había siempre lugar para la esperanza, que la amistad raigal, fecunda, siempre abonaba. Allí estaban también Bolívar, Alan, los hermanos de Homero.

Recuerdo el plan de Toño para refugiarnos en Santa Ana del Yacuma cuando el MNR me perseguía por haber acudido a la primera conmemoración histórica del Día del Combatiente Heroico allá en la Santa Cruz profunda, en el villorrio de La Higuera, donde asesinaron al Che aquel fatídico 1967. Este quedó a cargo de otro personaje de antología llamado Tedy Farrachol que, con su revista Paitití, trajinaba los caminos de Beni y Pando para llevar a los pueblos un testimonio de su historia, de su quehacer, de su razón de ser. Esos días, hay que decirlo, en todo el ámbito amazónico, salvo La Palabra de Trinidad, no se editaba otra publicación y valga este texto para reafirmar la importancia de Paitití, donde Homero y yo, entre otros, colaborábamos. El Tedy no pudo cumplir su misión (contar los detalles es otro cuento) y debimos salir del país con Carolina, para evitar que me expulsaran por motivos políticos. Todo terminó un año después en el departamento que Homero tenía con Carmen Sandoval, su esposa de toda la vida, en el edificio Diana, en la avenida 6 de agosto. Todo terminó aluvionalmente cuando apareció en el piso el “Flaco” Gumucio, pero también esa es otra historia aunque ya siento cómo Homero se reirá cuando lea estas líneas y también regrese a esa noche, como todas aquellas noches, noches donde apenas se dormía porque había que vivir cada minuto de cada día y donde, como cita en su obra, parafraseando a Lezama Lima, “éramos milenarios”.

Ya no sé, esto huele a memorias, podría seguir escribiendo días, así que me atajo y solo diré que el primer texto que escribí sobre Homero se tituló, cómo no, “Un movima en Nueva York”, y trataba de las andanzas literarias de nuestro amigo en la Gran Manzana. Se publicó en Presencia, hace mil años, donde ―vale anotarlo― Homero me presentó a Julio de la Vega, otro consagrado de la literatura boliviana, que se convirtió para mí, en esos días de antaño, en una especie de entrañable padrino literario. Después, valga la reciprocidad y el reconocimiento de la amistad, Homero nos publicó, a Carolina y a mí, en uno de los cuentos que forman ese testimonio de fe en lo mismo que escribo y que, otro título brillante mediante, nuestro hermano bautizó como Seres de Palabras.

* * *

El libro que tienen en sus manos sigue una de las huellas que Homero viene labrando desde su primer libro. Pinta tu aldea y serás universal, dice el refrán y Homero, como el Gabo y su Macondo, ha hecho con tal vez una parte de lo más valioso de su obra exactamente lo mismo, dibujando su selva, su llanura, su Amazonia, su Santa Ana del Yacuma. Y sobre todo, a su gente.

Como a sus Reinos Dorados, a este libro hay que leerlo solo con el corazón y guardando el aliento hasta el final, para poder recibir de una sola vez toda su potencia expresiva, su carga emotiva y su apasionada belleza. Solo así la palabra logra todo su efecto evocador, balsámico y por eso mismo, curativo. En estos tiempos horribles, cuando esas selvas de las que habla mi amigo están siendo destruidas a diario, en estos tiempos donde parece que estuviéramos todos anestesiados, cojudamente anestesiados, al menos que la palabra sirva para curarnos el alma de tanto escarnio. Homero, como el chamán y su susurro mágico, consigue ese efecto con sus palabras. El cazador de sueños te cura, te cicatriza, te alegra, te magnetiza… ¿qué más se le puede pedir a la literatura?

Leyéndolo bien, se le puede pedir esto que ustedes podrán leer más adentro: “Yo nací en un pueblo con nombre de mujer santa y apellido de un dios de la llanura: Santa Ana del Yacuma, los jesuitas españoles evocaron a la santa y el pueblo movima bautizó al río. Palabras de lejos mezcladas con palabras de la tierra. Es cierto que no conocí a los seres de la selva porque me crié en las ciudades, pero es como si los hubiera conocido porque los llevo en la memoria y sus espíritus están conmigo; su recuerdo y su energía los guardó en mi corazón. El siglo se extinguió y yo sobreviví. El Dios, su Dios, nuestro Dios, quiso que yo me criara entre calles y avenidas para entender su mundo y contar del mío. Me sacaron de mi monte y de mi río, a cambio pude descubrir a los seres que habitan las metrópolis y que moran en parques, bibliotecas y museos, estos espíritus me ayudaron para que el fuego arrebatado a los dioses persista en mí”. Tal vez es el mejor contrapunto a lo que vine anotando. Homero, me emocionas, che, y estoy seguro de que a los lectores les pasará lo mismo.

Bueno, termino y digo que Conrad, el Joseph Conrad que con el movima tanto leímos y tanto amamos, decía en 1898 en la presentación de una de sus novelas, El Negro del Narcissus, que las palabras estaban gastadas porque habían sido vilipendiadas y mal usadas… “Ahora la escritura es nuestra voz”, afirma Homero en uno de sus sueños cazados, y habría que decir que sí pero solo cuando el que escribe es la voz del pueblo, la voz de su pueblo, la voz de todos, la voz que habla por todos. Como la tuya, querido hermano.

Fuente: Prólogo El Cazador de Sueños

miércoles, noviembre 17, 2010

Melitón y las criaturas de la noche




Editorial: Gente Común

Autor: Jorge Traverso

Páginas: 304

Año: 2010

En la obra, no desprovista de humor y suspenso, la ciudad de La Paz de los años 60 es vista por dentro y fuera por el protagonista, quien la padece y goza con plena conciencia de su historia y sin menoscabo de su enigmática mitología.
El lector encontrará la sustancia persuasiva de los sueños y la inasible amplitud de la realidad, con un argumento abierto a los avatares cotidianos y también propicio para palpar los flancos menos visibles de la existencia humana.

martes, noviembre 16, 2010

“Runas, simétricas y amorfas”de Andrés Paz Soldán




En la Sala de Lectura del Centro Pedagógico y Cultural Simón I. Patiño, se realizó la presentación del libro de poemas “Runas, simetrías y amorfas” de Andrés Paz Soldán, un joven talento cochabambino.
Según el autor, “su inspiración principal está en la realidad que él percibe” y plasma en sus poemas.
Al entregar su obra al público, el autor agradeció a su familia, de manera especial a su madre Patricia Somoza y a su abuela, por el apoyo incondicional; también a Los Amigos del Libro, que le dieron el sello y serán distribuidores de ésta y de sus próximas obras.
Durante la presentación, Paz Soldán destacó que, en muchos de sus poemas ha tratado de demostrar la plasticidad y belleza del lenguaje más que de trabajar en el contenido mismo:
“Nácar la flauta,
amor la pauta;
a la mujer cauta,
mi canción incauta”.
Sin embargo, en su obra no queda de lado la reflexión y el análisis:
“Un hombre que desea
se queda dormido
Un hombre que quiere
duerme contigo
Un hombre que ama
despierta a tu lado…
Un hombre que desea
piensa en ti
Un hombre que quiere
siente por ti
Un hombre que ama
actúa contigo”.

El autor

Andrés Paz Soldán tiene actualmente 26 años, es estudiante de octavo semestre de la carrera de Publicidad y Marketing en la Universidad Privada Franz Tamayo; trabaja en el área de marketing en Comteco y es profesor de inglés en el Instituto NLC.
Entre sus proyectos literarios está la publicación de la novela “Ley Marcial”, que espera publicar a mediados de 2011.


Fuente de información : (El periodico Opinióm de Cochabamba,marzo 2010)

lunes, noviembre 15, 2010

"El Tesoro del pirata es la historia que siempre quise escribir"



Erick Ortega es un joven narrador que gano el premio de cuento Franz Tamayo con el cuento titulado "El tesoro del pirata",en esta entrevista nos cuenta sobre su vida literaria,sus gustos y influencias y sus mundos intimos.

Por Miguel Lundin Peredo

1 Para los lectores que no están familiarizados con tu cuento podría resumir el argumento del cuento llamado El tesoro del pirata....
El Tesoro del pirata es la historia que siempre quise escribir. Trata sobre el amor incondicional (que palabra más fea) de un adolescente por una joven experta en el engaño.
En resumidas cuentas, él se ilusiona con ser un goleador en las lides del amor y estrenar las redes de la ninfa; mientras que ella ya tiene el arco más gastado que la valla boliviana en cualquier Copa América.
Existe otro personaje, el papá de la muchacha, que se encarga de ser el pirata más vil de la historia porque le puso candado a la libertad de la muchacha. Y, para colmo de males, el papá se las agarra con el joven casto y puro.

2 ¿Que piensas de la nueva generación de cuentistas que ha aparecido en Bolivia?
La verdad es que ahí donde llegó mi “generación” me quedé medio estancado. Wilmer Urrelo, Leonardo Bacarreza, Elvis Vargas… han sido unos grandes cuentistas, huy y no sé cómo me olvide de Giovana Rivero; es que cuando uno hace una lista siempre falta uno o sobra uno.
Y, obviamente ha estado siempre en la línea de guerra el Edmundo Paz Soldán.
En todo caso, lo repito arrepentido, leí poco de la nueva camada. Con todo, Mauricio Rodríguez es un buen representante de este bando.

3 ¿Tienes manuscritos inéditos?
Claro que tengo mis guardaditos. Y, espero algún día animarme a publicar mis textos ocultos. Pero, deben pasar por un severo trabajo de edición que, deseo, hacerlo algún día sin falta.

4 ¿Durante el proceso de escritura de tu cuento que fue lo que te dio más trabajo en la trama?
La verdad, viendo el cuento hacia atrás y recordando aquellos días de escritura… se me ocurre pensar que fue un deleite escribirlo. Para escribir el cuento me apoyé en muchos autores de mi agrado. Por ejemplo, coloqué guiños a Roberto Arlt, o a Bukowsky… me agradó que cada frase salga redondita. Y me di mis tiempos para sacar algo que me de satisfacciones personales. Aunque ahora que rememoro mejor, tuve como tres finales en la historia y por un tiempo dejé de escribir y de leer la novela para evitar la tentación de hurgar el texto.

5 ¿Qué significa ser parte de la lista de ganadores del premio de
Cuento Franz Tamayo?
Es un orgullo. De alguna manera es un referente el ganar el premio. Claro que en primer lugar es una satisfacción personal; pero también trae sus beneficios. Por ejemplo, hasta entonces yo sólo era un medio buen estudiante de comunicación y debía rogar y rogar para que algún editor me tome en cuenta.
Luego del premio tuve la oportunidad de incorporarme a los medios de comunicación. Y, de verdad que sin ser mala onda, creo que estoy entre mis dos grandes amores: la literatura y el periodismo. Y, de verdad que creo que soy un amante cumplidor.

6 ¿Qué escritores son tus autores favoritos de la literatura mundial?
La verdad es que hace unos cinco años estoy en mi etapa colombianizada. Creo que Rosario Tijeras, Satanás, La Virgen de los sicarios… son obras brillantes. No me gustan los finales felices y creo que los hijos perversos literarios de García M´
Márquez son los mejores referentes del momento.

7 Siempre he pensado que tu cuento seria una buena película, ¿como crees que el audiovisual adaptaría tu historia?
Me encantaría. Es que, además de amar a la literatura como a aquella posibilidad de abrir la mente y de soñar con los ojos abiertos, el cine es otra de mis pasiones. Y obviamente que escribí el cuento pensando en Asesinos por Naturaleza y algo de Pulp Fiction. Y claro que mi personaje tiene algo de la inocencia de Alexander de Large, de la Naranja Mecánica.
A mí me encantaría ver mi historia en una pantalla. Sería n sueño y eso que yo soy de los primeros que critico aquello de que las películas no son fieles a los libros. En mi caso creo que pensé y escribí como si tuviera una cámara filmadora en las manos.

8 ¿Qué escritores de la nueva narrativa boliviana crees que tienen potencial
Suficiente para ser leídos fuera de Bolivia?
Definitivamente el Wilmer está dando ese salto tan importante y difícil. Edmundo ya está, ya llegó y no creo que deba mirar narrativamente al país (como en Alrededor de la torre).


9 Estabas escribiendo una novela corta, según tus propias palabras cuando te entrevistaron después del fallo del jurado del premio Franz Tamayo ¿.La lograste acabar durante tu largo silencio editorial?
Sí, estaba escribiendo una novela que la deseché porque pues era como una obligación mía hacer una novela. Meses después me encontré con la historia de mi vida y decidí hacer una novela sin restricciones, que sea mía y que me satisfaga. Ya está lista y es sólo cuestión de editar creo que una última vez.

10 ¿Cuál es tu obsesión como narrador?
Escribir bien. Contar bien lo que tengo en la cabeza. Atrapar con las letras.

11 Finalmente,que le dirías a los escritores noveles….
Mi mamá me decía (je, a lo Forrest Gump) para qué tienes tantas hojas. Y, siempre que nos trasladábamos debía llevar mis taucas de libros o de periódicos. Y es que yo soñaba con escribir y publicar. Y soñaba con trabajar en un periódico. Y después de todo, si un tipo como yo lo hizo entonces de seguro que lo pueden hacer otros. ¿O no?

domingo, noviembre 14, 2010

“Tarde de Crisantemos” de Armando Leygue Alba



La novela, a través de sus 21 capítulos, sitúa al lector en distintas etapas históricas de Bolivia, en las cuales la protagonista, Crisantema, es involucrada en situaciones de todo tipo.
Sobre la obra de Leygue, en la contratapa del libro, el ex ministro de Trabajo, Luis Fernández Fagalde, señala que “Armando nos entrega hoy, una novela que por su trama y ágil manejo de personajes, diálogos y escenarios; cautiva al lector”.
La novela sitúa al lector en un período histórico del país que se desarrolla desde el año 1930 hasta el año 2000, recorriendo las ciudades de Sucre, Potosí y La Paz, además de llevar también a la protagonista hasta la ciudad de París (Francia). “El título surge debido a que una niña huérfana y sin nombre es adoptada por un señor de edad que no pensaba tener familia. La tarde que llevó a bautizar a la niña, en la comarca había un campo de crisantemos y, como las flores mencionadas estaban floreciendo, se le ocurrió al padre nombrar a la niña Crisantema”, señala Leygue. El autor, a través de la novela, relata pasajes históricos del país donde se ven involucrados personajes y situaciones.

sábado, noviembre 13, 2010

Luz Cejas Rosado de Aracena y sus obras infantiles, “La ranita Camila” y “Mis amigos del bosque”



“La ranita Camila”, explica la autora, es cuento poético en verso con figuras para colorear, que además contiene canciones para que los niños, a través de sus profesores o padres puedan cantar juntos. Entre las temáticas que presenta la obra resaltan la compasión hacia el prójimo, la amistad, y “la libertad de ser uno mismo”.
Por otro lado, “Mis amigos del bosque” contiene tres cuentos con un trasfondo en el que prevalece la amistad, el amor y la conservación de tradiciones de la cultura y creencias de los animales. Esta obra, al igual que la anterior, le permitirá a los niños colorear, y viene acompañada de poesía en lugar de canciones.
Cejas sostiene que la intención de sus libros y su colección “Puerta de Luz: Portadora de valores”, es la conservación del medio ambiente, y que cada cuento y poema lleva un mensaje en ese sentido. “El fomento de valores es lo más importante que podemos transmitir a los niños. A través de mis libros deseo que sean sobre todo buenas personas. Con esa base, en un etapa posterior pueden ser lo que deseen”, dijo.


Fuente de la informacion: (Periodico Opinión,Cochabamba)

viernes, noviembre 12, 2010

“Themis con los pies descalzos” de Augusto Jordán




La obra de Jordán relata el intento de asesinato realizado a la comunidad franciscana en Potosí el año 1872. Dicho accionar fue realizado por uno de los miembros, el fraile Sebastián Gioggi. Estos eventos desbocaron en sucesos que dividieron a la sociedad civil y la gente del convento, y es de esta forma que los sucesos históricos van tomando su rumbo a través de la publicación.
“Parece una novela, pero no, es un hecho histórico claramente justificado mediante documentación e investigación precisa”, manifestó Jordán.
Sobre el título del libro, Jordán indicó que “Themis es la diosa de la justicia, todos la conocemos, y con los pies descalzos, porque hay una justicia natural que llega sin dar mayor aviso de su existencia, que se ocupa de dar castigo a quienes han cometido actos contra la ley o contra los hombres”.
De acuerdo a Jordán, si su obra tiene algún mérito es el seguimiento que ha hecho a través de dispersos documentos que halló “felizmente” en el Archivo Nacional en la Casa de la Libertad y en personas particulares. De esa forma armó un “puzzle” de toda la historia hasta concluirla.
Augusto Jordán es abogado de profesión y catedrático titular de derecho político y derecho romano de la Universidad Católica Boliviana de Cochabamba.
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